Vaya por delante la enhorabuena a las dos selecciones finalistas, a España y a Argentina, porque el camino por el Campeonato del Mundo fue impoluto hasta la final y porque todas sus componentes demostraron, una vez más, la pasión con la que juegan y lo involucradas que están con su país. Pero solo un equipo reinó, el de España, con un 2-0 (se dejó el último punto sin jugar) que sirvió para igualar en el marcador histórico con las albicelestes a 8 mundiales cada una, consiguiendo el título en los últimos cinco años y volviendo a demostrar su superioridad en lo que al pádel femenino se refiere.
Con un estadio prácticamente vacío al inicio del día en el momento en que sonaban los himnos (una pena teniendo en cuenta lo que había en juego) pero que fue poco a poco llenándose, Icíar Montes y Rodri Ovide comandaban a sus chicas y ponían en liza sus apuestas para la gran final.
En la primera eliminatoria, Ari Sánchez y Paula Josemaría formaban para enfrentarse a Aranza Osoro y Delfi Brea. Un partido entre una pareja habitual, las nº1 del mundo y otra de circunstancias, con Aranza en el revés, posición a la que no acostumbra pero en la que se desenvuelve a la perfección, tal y como demostraba en otros partidos del Mundial y también en esta final.
El partido empezaba con locura total en el saque, sin que ninguna pareja fuese capaz de dominarlo ni coger el mando del partido, que pasaba de mano en mano conforme pasaban los minutos y los juegos. Tres de ellas estaban a un nivel excelso y solo Paulita sufría en demasía, sin encontrar ni el ritmo ni el acierto en sus golpes, lo que lastraba ligeramente a la dupla española y obligaba a Ari a multiplicarse en ataque y defensa esperando que la extremeña despertase. Pero tardó, y eso lo aprovecharon Osoro y Brea para igualar el partido una y otra vez y llegar a forzar incluso el tie break donde, no obstante, sacaron las de Montes su mejor pádel y se adueñaron del mismo (7-6).
La pelea no bajó un ápice de revoluciones en el segundo y esta vez sí, el partido fue un toma y daca entre las cuatro, apretando bien unas, bien otras, el puño y mordiendo, siempre mordiendo. Otra vez caminaron de la mano hasta la parte final en la que un break de las de rojo les daba la ventaja mínima y necesaria para, justo después y con su saque, ampliar, no perdiéndola y yendo por delante hasta la definición final (7-6 y 6-4). Primer punto para España.
Se citaban en el segundo Alejandra Salazar y Gemma Triay, otra dupla de garantías máximas, ante Julieta Bidahorria y Virginia Riera, brega total para contrarrestar el arsenal ofensivo de las españolas. Y lo intentaron, trabajaron codo con codo, pero les fue imposible. La igualdad y el estar pegadas en el marcador les duró apenas tres juegos, porque Gemma y Alejandra empezaron a carburar y ya no hubo partido. Un sólido 6-1 y 6-2 en apenas una hora daba a las españolas el segundo punto y, por consiguiente, el ansiado título, el octavo para ellas, igualando precisamente a Argentina y consiguiendo el quinto consecutivo (2014, 2016, 2018, 2021 y 2022).
Alegría total y emoción desmedida, especialmente en una Salazar que dejaba caer lágrimas de ilusión, tensión, nervios y felicidad. El equipo era una piña y demostró la enorme calidad que tiene. En la pelea por cerrar el podio, Italia se impuso por 2-1 a Bélgica, sin duda la sorpresa más positiva de este Mundial.
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