Para darnos cuenta de lo pequeños que somos, de vez en cuando habría que husmear sobre las verdades de nuestro Universo. Por ejemplo: “Un equipo internacional en el que colabora la Universidad Complutense de Madrid (UCM) participó en la observación de Ícaro, una enorme estrella azul que se encuentra a nueve mil millones (9.000.000.000) de años luz de la Tierra y cuya observación ha sido posible gracias al telescopio espacial Hubble.
Como también sabemos, desde hace mucho tiempo, que un año luz equivale a nueve billones de kilómetros (9.000.000.000.000), bastaría multiplicar ambas magnitudes para descubrir que la distancia, desde la Tierra a Ícaro, asciende a la nada despreciable cifra de ochenta y un mil trillones (81.000.000.000.000.000.000.000) de kilómetros. Pero no para ahí la cosa.
Se ha descubierto otra estrella más lejana: se llama Earendel que dista de la Tierra veintiocho mil millones (28.000.000.000) de años luz. Por consiguiente, está a doscientos cincuenta y dos mil trillones (252.000.000.000.000.000.000.000) de kilómetros.
Y todavía hay por ahí algún despistado que no cree que exista un Ser Supremo.
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