València. Un viernes de noviembre. 9.30 horas de la mañana. Jordi Llobregat me espera en la cafetería del Hotel Vinccy Lys. Madrugador. El día anterior había estado en Bilbao. Camiseta negra. Manga corta. Vaqueros. La sonrisa de siempre. Se le ve contento. Acaba de publicar ‘Donde no llegan las sombras’, editada por Destino. De nuevo, protagonizada por la exagente de policía Álex Serra, que se enfrenta en esta ocasión a la desaparición de dos niñas en la comarca de la Vall Fosca, en pleno Pirineo catalán. Para Álex este caso guarda relación con el de su hermana, que desapareció veinte años atrás. Una tercera muchacha desaparecida desencadena la acción policial para encontrarla sana y salva. Tras pedir un par de cortados, comenzamos la conversación. Hay silencio en el rincón donde estamos. Óptimo para grabar palabras. Estupendo para conversar. El piloto rojo de la grabadora, encendido, señala que podemos empezar. Nos aplicamos a ello.
Jordi, cada cuatro años, como un reloj, tenemos nuevo libro tuyo, ¿es esta tu tarifa ideal? La verdad es que no es la tarifa ideal, pero he de admitir que eso es así. Lo que ocurre es que la vida te arrastra, te obliga a establecer prioridades y yo le doy preferencia a mi hija. Pero me he prometido a mí mismo reducir los tiempos de entrega de mi próximo libro. Veremos si puedo cumplirlo.
O sea que ya no procrastinas tanto como la última vez que hablamos. El problema es que cuando estás escribiendo algo, de repente te surgen otras cosas y te pones a buscar. De todos modos, te vas dando cuenta de que posiblemente el tiempo cada vez es más limitado, que tienes mucho que hacer y te planteas qué dejar. Al final, creo que la solución es mejorar la gestión de las cosas.
Y, ¿de donde surge la idea para escribir esta nueva historia de Àlex Serra? Esta novela surge de mi propia experiencia vital, en el sentido de que me interesa la idea que sobrevuela el texto que es la pérdida de la inocencia, algo que veo en mi hija, que está creciendo y ha de ir abandonando cosas para sobrevivir en un mundo más duro y árido que el de la infancia. El niño que fuimos no desaparece, continuamos llevándolo dentro y, hablando en términos generales, conserva los recuerdos de la mejor época que hemos vivido. Incluso los niños, que fueron desgraciados en esta etapa, conservan ese sentimiento de inocencia del que te hablo. Todos tienen una mirada limpia y una capacidad enorme de amar u odiar por igual.
Como José María Guelbenzu con su jueza Mariana de Marco, sin citar a otros autores, has decidido introducirte en la persona de la subinspectora Álex Serra, una mujer. Todo un reto como escritor. Es verdad que están apareciendo protagonistas femeninas en la novela negra y es cierto también que es un reto, pero yo he trabajado con personajes del siglo XIX, con niños y otros adultos masculinos y, al final, te das cuenta de que sólo se trata de un personaje más, nada especial, al que necesitas dedicarle atención para que resulte verosímil y responda a las características que tú quieres.
La protagonista, Álex Serra es un personaje potente, obstinada y muy segura de lo que hace. ¿Se te ha ido alguna vez de las manos? Soy de los escritores que piensan que eso de que los personajes se te escapan de las manos es una boutade que los autores utilizan para que los lectores crean en la magia de la literatura. Escribir es un trabajo artesano y, si tú pegas un martillazo donde no toca, el libro sale mal. Es cierto que hay cierta vida en lo que creas, pero es una vida que generas tú en tu propio interior, no te la provoca el personaje. Dicho esto, he de decirte que yo también siento mucha curiosidad por saber hacia dónde va a tirar Álex en la siguiente novela, en la que ya he empezado a trabajar.
Álex sufre ataques de pánico, una dolencia especialmente delicada para una policía. No es una enfermedad, es un problema de gestión emocional. Lo sé porque yo lo sufro también. A la hora de crearla, pensé que resultaría interesante una investigadora que, en lugar de ser alcohólica como tantos otros protagonistas de novela negra, padeciera estos ataques de pánico. Quería mostrar algo poco conocido, aunque es complicado explicarle a nadie el miedo a la muerte que se siente en los momentos cuando ese terror absoluto nos sacude. Y yo he tratado de hacerlo a través de Álex. Un día, mientras tecleaba una escena de la novela, sufrí una crisis y pensé que estaba escribiendo y al mismo tiempo documentándome sobre el pánico, algo que realmente es muy difícil que suceda.
En ‘Donde no llegan las sombras’ has introducido algunos elementos que podríamos calificar como mágicos o misteriosos, ¿qué le aportan a una narración policial? Me gusta hacerlo en determinados momentos, para provocar que el lector decida si lo que lee es algo propio de la mente de la protagonista o si es real, entendiendo como tal la realidad de la novela. Es un juego que he encontrado en Connolly y en otros autores. Quiero que el lector haga suya la historia y que interprete ciertos momentos de acuerdo con su entendimiento. En ocasiones somos demasiado pragmáticos con la realidad y, en un entorno como la montaña, que esconde una cierta magia, está bien no dar demasiadas explicaciones.
Has citado los bosques, la montaña y su magia, ¿esta novela funcionaría igual en un entorno diferente? Lo cierto es que está muy pensada para que transcurra en ese entorno y en las entrevistas me doy cuenta de que hablo mucho de la montaña, porque a mí me gusta especialmente. Pero también es verdad que una Álex urbana podría ser un buen reto como escritor, porque habría que convertir el mundo urbano en un ecosistema. Desde luego le provocaría graves problemas en su perturbación, ya que ella, recluida en su refugio de la montaña, vive tranquila.
Les dones d’aigua son un elemento mitológico que juega un papel importante en la novela. Con frecuencia escuchamos hablar de las mitologías nórdicas y anglosajonas, sin embargo, la mitología catalana, mucho más próxima a nosotros, resulta muy poco conocida. Muy poco. Es cierto. Si Tim Burton conociera los seres mitológicos que tenemos en la Península Ibérica, rodaría dos o tres películas sobre ello. Les dones d’aigua es un mito muy catalán, pero las hadas nacen en Grecia, atraviesan toda Europa y encontramos versiones suyas en toda España. La Tinyosa, que es la niebla y que atrapaba a los niños para devorarlos, en realidad no significa otra cosa que prevenir a la gente sobre los peligros que encierra la montaña, algo que no es ninguna broma.
El escenario principal de la novela es La Vall Fosca, un lugar de dónde tú afirmas que de día viven unos habitantes y, de noche, otras criaturas. Normalmente, los seres mágicos tienen su momento culminante durante la noche, y ese párrafo corresponde a un capítulo muy cortito, que escribí porque me apetecía subrayar la presencia de lo fantástico en el libro. Alguien me dijo que lo veía un poco fuera de la novela, pero le respondí que servía para marcar el tono y explicar que lo que sucedía, lo real, estaba cerca de un lado mágico.
Bosque, montaña, toques mágicos. ‘Donde no llegan las sombras’ huele a Stephen King, a ‘True detective’, a Dolores Redondo, a Soren Sveistrup o a John Connolly y seguro que a otros muchos autores más. ¿Con qué lecturas alimentas tu imaginario? No solo me alimento de escritores, sino también de la pintura, de la fotografía, del cómic… Soy una persona abierta a múltiples influencias. En todos los autores encuentro cosas que me gustan y cosas que no. Me sucede con Stephen King y con Jo Nesbo. Pero también me influencian John Connolly, Patrick Rothfuss, Rosa Montero, Miguel Delibes, especialmente a través de su novela ‘El camino’, algunos escritores de género histórico o fantástico, así como pintores como Pollock o Magritte.
No es muy frecuente que un forense no pueda determinar la causa de una muerte, sin embargo, en esta novela sucede. ¿Cómo se las apaña entonces la policía para determinar las causas de las muertes? En estos casos suelen trabajar en el entorno más cercano de la víctima, porque las cosas suelen resolverse en las primeras horas, en caliente. Si se enfría el rastro y pasa mucho tiempo, el asunto se complica. Por ello esos primeros instantes son cruciales dentro de cualquier investigación policial.
Uno de los personajes de la novela asiste a terapia. En un momento dado le dice al psicólogo: «durante una hora es todo mío». ¿Acudimos a los psicoterapeutas porque necesitamos ser escuchados? No, no, los psicólogos son profesionales. A veces nos resulta imprescindible saber que, al otro lado, hay alguien que nos va a escuchar y nos va a ayudar. Frecuentemente, le contamos nuestras mierdas a mucha gente, pero necesitamos que nuestros pensamientos nos conduzcan a alguna parte, guiados por una mano experta. El psicólogo nos genera herramientas que nos permiten afrontar situaciones de pánico, algo que es fundamental y en lo que los amigos no nos pueden ayudar. Como mucho, de forma intuitiva nos darán un buen consejo, pero no es suficiente. La conversación con un amigo nos alimenta el alma, mientras que con el psicólogo pagamos un acto profesional.
Elia Barceló habla de noir mediterráneo; Pérez-Reverte reivindica ahora la clásica novela-problema; ha aparecido el cosy crime; Destino ha etiquetado tu novela como serie negra pirenaica… Como director de un festival tan importante como València Negra y como escritor, en tu opinión, ¿hacia dónde se dirige este género literario? Mira, las etiquetas son mentira. Matizamos y etiquetamos para clasificar las cosas, pero los lectores, en general, lo que buscan son nuevas historias. Eso es algo que reivindico siempre. El lector necesita algo que le incite cada noche a retomar la lectura de una novela que tiene a medias… A València Negra asiste mucha gente que no sabe lo que significa ese género. Vienen a ver a los autores, porque les gustan otras obras suyas que conocen. ¿Qué clase de libros son ‘Patria’ o ‘El infinito en un junco’, títulos leídos por miles de personas y por los que, estoy seguro, nadie apostó por su éxito a priori? Las etiquetas no son más que intentos de empujar a ciertos libros hacia el éxito.
Bueno, Jordi, pues a pesar de todo lo que me has explicado, he de pedirte que etiquetes ‘Donde no llegan las sombras’… [Risas] [Más risas]. Creo que es un thriller que aspira a mezclar algunos géneros de forma sutil. Sin más.
Ya es hora de que hablemos sobre los personajes. ¿Cómo surgen en tu mente? Mira, mis personajes son un poco Frankenstein. Están hechos a partir de retales procedentes de otras personas: los ojos de uno, la boca de otro, el gesto de un tercero… Son como piezas separadas y, al final, se produce una acumulación de rasgos. La propia protagonista, Álex, también lo es. Por eso, si te fijas, no la describo nunca en las novelas.
Algo que no me queda claro es a qué cuerpo policial pertenece Álex. Álex pertenece a los mossos, porque a ellos les correspondería la investigación de un caso como este en función del territorio donde se desarrolla la trama. Pero es cierto que los cito muy poco porque me da igual. Lo que a mí me interesa es el concepto policial. Por otro lado, además, lo que pretendo es acentuar y potenciar ese carácter de lobo solitario, de outsider, que tiene Álex. Si la adscribiera de forma más literal a los mossos perdería ese matiz, algo que pretendo evitar a toda costa.
Leyendo los Agradecimientos he descubierto que el título de la novela se lo debes a tu hija. Entiendo que a sus doce años se la ha leído. Entera todavía no. Mientras la escribía, me robaba los borradores y me di cuenta porque una noche me dijo que quería dormir conmigo. Resultó que había leído un capítulo, justamente una escena muy propia de Stephen King, que le había impresionado y se había asustado un poco. Sobre los títulos me sucede que cuando termino de escribir la novela no termino de encontrarlos. En esta ocasión, en la editorial tampoco lo veían claro, así que nos tomamos un fin de semana para pensarlo. Fue en esos días cuando mi hija soltó la frase de «Donde no llegan las sombras» y vimos que cuadraba con la novela. Lo propusimos y a Destino le pareció bien.
Ya veo que tú no necesitas el título para sentarte a escribir. A otros autores no les ocurre igual. Sin título, ni una palabra. Bueno, yo le pongo un título para nombrar el archivo con el que trabajo. Pero nada más, porque luego cuando hago la estructura y me meto en la narración hay mucha intuición y todo cambia. Pero si te digo la verdad, descubro la esencia de la novela cuando hago entrevistas. Cuando me hacéis preguntas, me obligáis a reflexionar, a descubrir un poco qué es lo que he hecho y a consolidarla en mi interior. Por eso no me resulta fácil encontrar un título para mis libros.
Según escuché el otro día en un programa de radio, la última pregunta de hoy, la que viene ahora, resulta impertinente. Bueno, impertinente o no, te la voy a formular: ¿qué estás escribiendo ahora? [Risas]. No, no la considero impertinente, pero es verdad que hay dos cuestiones que siempre resultan complicadas de responder. La primera es que, a veces, estás presentando una novela y, de repente, alguien te pregunta ya por la siguiente. Es algo que sabe mal, porque denota ese sentido de la velocidad que le estamos imprimiendo a la vida ahora. Pero a la vez lo entiendo, porque también significa que lo que has escrito ha gustado mucho y me piden más, lo que es todo un halago. Y la segunda pregunta es: ¿cómo van las ventas?, algo que no podemos responder porque lo desconocemos, a no ser que hayas vendido un millón de ejemplares, cosa que no es mi caso. De todos modos, impertinente o no, puedo adelantarte que mi pretensión es escribir, al menos, otra novela más protagonizada por Álex. De hecho ya estoy trabajando esa nueva historia en mi mente. Así que en eso ando.
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