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Selfies

La tecnología de la comunicación se desarrolla rápidamente pero las personas que deben utilizarla no están en condiciones de hacerlo debidamente
Octavi Pereña
martes, 28 de junio de 2016, 08:09 h (CET)
Estamos inmersos en la cultura de la imagen. Antes de aparecer la fotografía la reproducción de la imagen se hacía de manera artesanal, siendo pocos quienes podían tener un óleo que inmortalizaba a la persona que se podía permitir el lujo de tenerlo. Hoy, con la fotografía digital y la colaboración de las nuevas tecnologías, la imagen se ha socializado y puesta al alcance de una gran mayoría de personas a un pecio asequible para todas las economías. Este abaratamiento, la facilidad de reproducción y de difusión de la imagen crea un grave problema. La tecnología digital aprovechándose de la necedad humana ha creado un monstruo que amenaza con tragarnos. La tecnología digital que puede ser un buen medio de comunicación si se hace un buen uso, se ha convertido en una fuente de desórdenes mentales.

Ahora se ha puesto de moda el selfie, el autorretrato que uno se hace con el móvil de las partes más diversas del cuerpo y que se envía al amigo/a. Aquí se termina la privacidad. La foto se reenvía a círculos más amplios y si esta foto expone intimidades corporales su difusión provoca trastornos mentales que pueden llegar hasta la inducción al suicidio. La inconsciencia conciente suele terminar mal. Algunos tipos de fotos no deberían haberse hecho nunca y menos enviarlas a personas por más íntimas que sean porque la amistad en general se rompe en santiamén. Entonces, el receptor de las imágenes que comprometen las divulga y una vez colgadas en la red es casi imposible detener su difusión. Estas imágenes pueden ser motivo de bullying y de problemas a la hora de buscar trabajo.

¿Por qué se hacen selfies<7i> y se envían? Sencillamente porque todos llevamos una cierta dosis de narciso. La complacencia excesiva en las cualidades propias u obras. Estas supuestas virtudes no pueden quedarse arrinconadas en la buhardilla, se deben publicar, se les debe dar difusión. Entonces llegan los aduladores que te dicen: ¡Qué bien has quedado! El ego se hincha y, poco a poco los selfies se hacen más atrevidos y los estragos se hacen irreparables. Personas expertas en el tema que tratamos no se cansan de repetir que debe tenerse mucho cuidado de no enviar fotos íntimas que pueden deslumbrar a los receptores por los encantos que reproducen del remitente.

Los selfies comparten escenario con la moda, la industria de la cosmética y de la cirugía plástica que se encargan de estimular al narciso que todos tenemos escondido en las profundidades del alma. El retrato que puede hacerse del narciso es el de una persona que se cree muy hermosa externamente pero que en realidad, internamente es tan fea como los cacharros que se tienen arrinconados en la buhardilla. El narciso es una persona obsesionada consigo mismo, que sueña grandezas, que posee muy poca empatía porque en su interior sólo hay espacio para su ego que por cierto crece como la espuma. Bajo la capa de una autoestima muy exagerada, el narciso guarda sentimientos de inseguridad y de insuficiencia que impulsan el salto hacia el resbaladizo mundo del éxito y de la fama, siendo los selfies
Los selfies revelan la personalidad narcisista de quien lo envía. Esta revelación pone a los niños y adolescentes en manos de los desaprensivos que detrás de la máscara de la amistad y con el falso propósito de ayudarlos, los incitan apoyándose en el reconocimiento que buscan a que les manden fotos sexy hasta llegar al desnudo total. Es entonces cuando los malhechores se quitan la careta poniendo al descubierto suverdadera personalidad perversa. Con el material gráfico que revela las intimidades corporales de los jóvenes incautos se quieren aprovechar de ellos con las amenazas de colgar en la red el material gráfico de que disponen si se niegan a seguir el juego. Perseguir la fama se ha convertido en una pesadilla.

Ser narciso es un mal compañero de viaje ya que produce muchos quebrantos y el rechazo de las personas de su entorno. Ya en la época apostólica la iglesia tenía conflictos internos debido al uso indebido de los dones que el Señor le otorgaba para su correcto funcionamiento. Se daban frecuentes escaramuzas para sobresalir de los otros. Eran muchos quienes querían ser los números 1 en la iglesia. El apóstol Pablo en la carta que escribe a los cristianos de Roma les dice: “Digo pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romano 12:3)

El narcisismo es la consecuencia de querer neutralizar la inseguridad íntima con la falsa imagen de la autoestima. Dado que la autoestima no aporta seguridad interior se intensifican los esfuerzos para conseguirla, con lo cual, la enfermedad se agrava hasta la aparición de los casos sonados que nos muestran los medios de comunicación. Cristiano Ronaldo es uno de ellos.

El narciso que todos llevamos dentro se debe al pecado que provoca que tengamos “un más alto concepto de nosotros mismos que el que debemos tener”. Volvamos a los niños y adolescentes y el peligro que representan los selfies. Una correcta educación en la fe cristiana es la medicina que curará a niños y adolescentes del narciso que llevan dentro dada su condición de pecadores. La fe en Cristo, no en la Iglesia, ni en sus doctrinas, es el secreto debido a que el espíritu humilde de Jesús se desarrolla en su interior y los libera de la imperiosa necesidad de querer destacar por encima de los otros. Pretender ser el número 1 ya no es una necesidad. Poseyendo a Jesús les sobra el protagonismo.

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