Antes de 2050 se prevé que el 70% de la población mundial viva en grandes ciudades. Actualmente lo hace un 55% y generan el 70% de las emisiones de gases contaminantes. Y con un panorama así, las autoridades gubernamentales de todo el mundo han comenzado a repensar que las metrópolis tienen que ser más habitables y sustentables, lo que supone uno de los grandes retos para los arquitectos y urbanistas del siglo XXI.
Las ciudades en un futuro próximo deberán tender a ser más verdes y sostenibles, rediseñándose con el objetivo de mejorar la vida de sus habitantes, reducir los niveles de contaminación y emisión de gases contaminantes, crear profusos espacios naturales y apostar por un urbanismo bioclimático.
¿Es una utopía? Nada justifica seguir sembrando plástico y cemento. En cambio, si es posible generar más zonas verdes. La naturalización de los espacios urbanos se ha convertido en una necesidad urgente. Y de hecho, algunas ciudades han dado ya pasos de gigante para tornarse en lugares sostenibles, como por ejemplo acometiendo extensas reforestaciones urbanas, clave para disminuir la temperatura ambiental.
Según la OMS, más del 90% de la población mundial respira aire contaminado, lo que se traduce en que más de cuatro millones de personas mueren al año por esta causa. Inhalarlo constantemente provoca importantes riesgos de padecer enfermedades cardiovasculares o respiratorias, pero también ocasiona el aumento de problemas psicológicos como la ansiedad o el estrés.
Los espacios verdes estimulan la biodiversidad, absorben la contaminación y ayudan en la lucha contra el cambio climático. En definitiva, la integración de la naturaleza en el entorno urbano aporta muchos beneficios y mejora la salud física y mental de los ciudadanos.
Funcionamiento de las ciudades verdes
Las ciudades ecológicas son áreas urbanas esbozadas para promover un modo de vida más saludable y amigable, siendo fundamental su planificación sostenible, el incremento de superficies verdes y la adopción de un modelo conservacionista que reduzca el calentamiento global Promueven un transporte público eficiente, fomentando además del uso de la bicicleta como alternativa al automóvil privado, reduciendo la emisión de gases contaminantes y liberando a la ciudad de las molestas congestiones de tráfico.
Apuestan por la eficiencia energética mediante tecnologías que aminoran el consumo en edificios e infraestructuras públicas, impulsando las energías renovables. Y favorecen el reciclaje con una gestión activa y práctica en la recogida de residuos.
Fomentan la generación de parques y bosques y la preservación de árboles que impulsan la biodiversidad y el bienestar de los ciudadanos con espacios recreacionales. Tanto es así que diversos estudios al respecto confirman que la reforestación urbana reduce entre 1ºC y 4ºC la temperatura en países cálidos y de 4ºC a 8ºC en zonas menos templadas.
Reducen la contaminación acústica y lumínica con el propósito de disminuir el impacto sonoro y luminoso de la actividad urbana, restringiendo el brillo de las farolas, incentivando el empleo de luces LED o instalando sistemas inteligentes de sensores que regulen su consumo.
Y establecen políticas ambientales encaminadas a prohibir la emisión de contaminantes y promocionar un urbanismo sostenible con el desarrollo de la agricultura urbana, la tecnología limpia y la concienciación ciudadana.
Metrópolis a la vanguardia
Es controvertido establecer un ranking de las ciudades más verdes del planeta, pero ya se pueden mencionar unas cuantas que han comenzado a implantar medidas encaminadas a mudarlas en metrópolis biofílicas, o lo que es lo mismo, urbes donde cohabitan en perfecta armonía naturaleza y desarrollo sostenible.
Las capitales nórdicas de Europa son las más avanzadas en la instauración de políticas verdes. Oslo (Noruega) es la urbe del mundo con más parques y jardines y un 68% de espacios verdes y Estocolmo (Noruega) cuenta con el mejor sistema de transporte público, revierte las aguas residuales en biogás, ha apostado por la instalación de placas solares en los tejados de sus edificios y está previsto que antes de 2050 sea la primera ciudad libre de combustibles fósiles.
En Copenhague (Dinamarca) han logrado que más de la mitad de la población se traslade por su interior en bicicleta y Reykjavik (Islandia) ha adoptado planes para utilizar fuentes de energía renovable, como la geotérmica y la hidroeléctrica.
La capital de Alemania, Berlín, se ha reforestado a gran escala y la vecina Frankfurt, como sucede con Vitoria (España) con más de 120.000 árboles, está circundada por un anillo verde y más de dos tercios de su parque automovilístico es híbrido o de bajo consumo.
Amsterdam (Países Bajos) desde hace bastantes años implementó una tupida red de carriles bici, ha promocionado los jardines urbanos y ha potenciado los tejados verdes; París (Francia) inició hace años la plantación en parques de árboles frutales, Milán (Italia) ha aumentado un 40% la extensión de sus arboledas y muchos edificios han sido cubiertos de plantas reduciendo en 5ºC la temperatura ambiente en muchos puntos y Viena (Austria) se ha convertido en una ciudad autosuficiente energéticamente hablando y solo uno de cada tres ciudadanos utiliza el vehículo propio.
En Norteamérica, Vancouver y Montreal (Canadá), ambas con más de 200 parques, han acometido una reducción drástica de emisiones de CO2; Portland (EEUU) cuenta con una extensión de más de 37.000 hectáreas de espacios verdes y ha reducido un 46% los gases contaminantes; San Francisco (EEUU) se precia de ser la ciudad más sostenible del continente por ser la que más recicla y cuyas empresas han adoptado las medidas ecológicas más vanguardistas y México D.F. (México) comenzó años atrás a cubrir los pilares de los pasos elevados con jardines verticales de musgo. Mientras que en Sudamérica, Curitiba es el icono verde de Brasil con 48 parques, 13 millones de metros cuadrados de vegetación y una cultura del reciclaje muy arraigada entre sus ciudadanos.
En el continente asiático despuntan Singapur, con jardines terapéuticos públicos y el 47% de zonas verdes; Tokio (Japón), que lanzó hace una década un plan verde metropolitano que obligó a que toda construcción nueva que superase las 1000 hectáreas contase obligatoriamente con espacios verdes y Shanghai (China), que ha modificado el drenaje de la ciudad convirtiendo las aceras en permeables para una recogida efectiva de las aguas pluviales.
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