“Cuando eduquemos a nuestros hijos tenemos que recordar que somos guardianes de su futuro. Cuando mejoramos su educación, mejoramos el futuro de la humanidad, el futuro de este mundo” (Immanuel Kant). “Instruye el niño en su camino, y aun cundo sea viejo no se apartará de él” (Proverbios 22: 6). Si solamente hubiese un camino no existiría ninguna dificultas en educar en el buen sendero. Jesús asegura que hay dos caminos: el ancho que lleva a la perdición y son muchos los que lo transitan, y el angosto que es el que conduce a la vida eterna y son pocos quienes lo recorren. (Mateo 7: 13, 14). ¿Por qué dos caminos que dificultan la educación?
Inicialmente únicamente había un camino: el de la vida. La irreflexión de Eva de creer la mentira de Satanás de que sería como Dios si ella y Adán comían el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal que Dios les había prohibido hacerlo. Eva creyó el engaño: “Y vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría” (Génesis 3: 6). La desobediencia ocasionó la aparición del camino de la muerte. A partir de aquel instante existen dos caminos lo cual ha motivado la necesidad de aplicar disciplina en la educación. “Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y las correcciones de la disciplina son camino de vida” (Proverbios 6: 23).
A lo largo de toda la Biblia se expone el antagonismo entre los transeúntes de ambos caminos que mutuamente buscan influenciarse. El libro de Proverbios enfatiza la responsabilidad de los padres de educar a los hijos en el camino de la vida. Aquí entra en juego la importancia de la disciplina en la educación de los hijos. Lo hace desde la perspectiva de que los padres son verdaderos creyentes en Cristo, es decir, que son personas que se han pasado del camino de la muerte al camino de la vida. En el momento que Adán comió el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal murió espiritualmente, y con él toda su descendencia nace en el camino de la muerte. De la misma manera que Dios cubrió la desnudez de Adán y Eva con las pieles de unos corderos sacrificados que simbolizan Jesús muriendo en la cruz del Gólgota para salvar al pueblo de Dios de sus pecados por la fe en su Nombre. Los padres, por la fe en “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1. 29) son los directamente responsables de educar a los hijos en el camino de la vida.
Aquí es donde entra en juego la disciplina, el conjunto de reglas que sirven para mantener el orden social. Para conservar la santidad en que fue creado Adán antes de la Caída y que su descendencia la recupere es obligatorio aplicar disciplina en la educación de los hijos. Los padres son los responsables de hacerlo porque en el orden social son la primera autoridad establecida por Dios (Éxodo 20: 12). Es lo que enseña la Biblia. La realidad es que los padres que por nacimiento natural lo hacen en el camino de la muerte son incompetentes para disciplinar a sus hijos para que se conviertan en buenos ciudadanos de los reinos de este mundo. Hablando con un maestro de primaria me decía que muchos padres se quejan de que los maestros pongan deberes para que sus hijos los hagan en casa. En vez de colaborar en la educación de la prole los progenitores ponen inconvenientes. Daniel Arias Aranda, catedrático de Organización de Empresa de la Universidad de Granada, se lamenta: “El engaño se le hace a un alumno cuando se le hace creer que está más bien preparado de lo que realmente está. Las tres últimas leyes educativas han sido orientadas a empujar a los alumnos hacia delante con independencia de que se cumplan las exigencias que se espera que tienen que tener de los 14 a los 17 años…Al segundo año de carrera tengo que tener un cartel que dice: “Por favor, no enganchen chicles ni pinten sobre las mesas”. También me tengo que cruzar de brazos esperando que se callen para empezar la clase, y hay cero debates, cero participaciones. Los trabajos y las presentaciones son copiadas del Rincón del Vago” y son infectos. Y la mayoría de los alumnos están en la clase solo de cuerpo presente”. La falta de disciplina en el hogar afecta negativamente el proceso educativo y el futuro de los hijos en la sociedad.
El ejercicio de la disciplina en el hogar, a pesar que el texto bíblico que transcribo es básicamente de carácter espiritual, se puede aplicar perfectamente en el ámbito familiar y educativo: “Habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él, porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo aquel que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos, porqué ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos y no hijos. Por otra parte tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero Éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad”, es decir, semejantes a Él (Hebreos 12: 5-10).
Hoy muchos hogares se han convertido en centros tutelares en los que los padres se comportan como funcionarios, importándoles un bledo el bienestar físico, intelectual y moral de los chicos y chicas que tutelan. Así es porque tantos niños y adolescentes se convierten en problemas familiares y sociales tan difíciles de solucionar.
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