| ||||||||||||||||||||||
|
|
El odio a Trump tiene elementos de despecho y rabieta adolescentes. Como si tuviéramos enfrente de nuevo a ese abusón de clase, a aquel amor que nos daba portazo de repente o al severo padre que nos castigaba sin paga. Trump es un tipo difícil de querer y fácil de odiar. Empiecen preguntando a su madre, mujer y amantes.
Los acuerdos que adopta el odiado Gobierno sanchista con otros partidos políticos que también son españoles, al menos de momento, son refrendados siempre de forma satisfactoria (para ellos) por el CIS, y claro está que, aunque el CIS tenga unos resultados de sus encuestas que no aprueban las felonías de Sánchez, este irreverente CIS no puede decir otra cosa que no sea el dictamen que le llega del Jefe Supremo Sánchez.
Supongamos que, por un momento, esa verdad en la que siempre hemos creído, no lo es. Sencillamente, no existe. Es el resultado final de un pacto colectivo, voluntario o no, entre una serie de personas que normalizan una determinada visión, percepción o concepto. Una convención que se ha transmitido durante años, décadas o siglos, que pone de manifiesto, sin dudarlo, que la realidad se construye o se edifica por los propios seres humanos.
|