El Real Jardín Botánico de Madrid es mucho más que un tranquilo refugio de naturaleza en el corazón de la capital. A primera vista, sus senderos cuidadosamente trazados y su rica diversidad vegetal ofrecen un remanso de serenidad, pero tras esa calma se oculta una historia forjada en la exploración científica, con episodios tan desafiantes como fascinantes. A lo largo de los siglos, ese enclave se ha visto enriquecido por expediciones que no solo ampliaron nuestro conocimiento de la flora, sino que también plasmaron en sus archivos las huellas de un incansable espíritu aventurero.
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La contribución de María Teresa
Entre quienes contribuyeron a esa herencia está María Teresa Telleria Jorge, una figura que destaca tanto por su excelencia académica como por su audacia científica. Nacida en Bilbao en 1950, esta investigadora no se contentó con los límites convencionales de su formación en Farmacia y optó por adentrarse en el vasto y poco explorado universo de los hongos. Desde el principio, su trayectoria estuvo marcada por un enfoque práctico y una profunda vocación. Como recordaría años después, comenzó su carrera "el día que murió Franco", pidiendo una beca en el Jardín Botánico, y desde entonces su vida profesional ha estado indisolublemente ligada a esa institución.
La pasión de Telleria por el estudio de los hongos surgió casi por casualidad, durante sus primeros años en el Departamento de Botánica.
Un investigador noruego la introdujo al enigmático mundo de los Aphyllophorales, un grupo de hongos que descomponen madera y que hasta entonces habían sido ignorados en España. Esta casualidad la llevó a recorrer el país de punta a punta, catalogando especies y elaborando un repertorio que sentaría las bases para su tesis doctoral, defendida en 1978 y publicada por una prestigiosa editorial alemana.
Sin embargo, la inquietud de Telleria no se detuvo en las fronteras ibéricas. Para ella, la biodiversidad de los trópicos ejercía un llamado irresistible.
A finales de los años ochenta, emprendió su primera expedición a Guinea Ecuatorial, un punto de partida que abriría camino a otras misiones científicas por el Amazonas colombiano y el Parque Nacional Madidi en Bolivia. Cada uno de estos viajes la llevó a paisajes remotos donde la naturaleza se muestra en su estado más exuberante y desafiante, permitiéndole recolectar materiales que enriquecieron tanto sus investigaciones como el conocimiento global sobre la biodiversidad. Su papel como directora del Real Jardín Botánico entre 1994 y 2006 fue otro hito en su carrera. Durante esos años, Telleria no solo lideró proyectos innovadores, sino que también impulsó iniciativas para acercar la ciencia al público general, demostrando que el saber no pertenece a unos pocos privilegiados, sino que puede y debe ser compartido.
Su obra va más allá de lo académico
Ha escrito libros de divulgación, entre los que destaca "Sin permiso del rey", dedicado a Jeanne Baret, una pionera que completó la vuelta al mundo disfrazada de hombre.
Para Telleria, el verdadero sentido de la exploración no reside únicamente en conquistar territorios inexplorados, sino en descubrir los secretos de la vida en todas sus formas.
Su legado es un recordatorio de que el mundo sigue siendo un lugar lleno de maravillas por desentrañar, y de que la ciencia, lejos de ser una empresa árida, está imbuida de la misma pasión y valentía que movieron a los antiguos exploradores. Como bien señaló en una ocasión, en el siglo XXI ya no se trata de buscar horizontes geográficos, sino de descifrar la inmensa riqueza de la diversidad biológica que aún permanece oculta.
Contexto histórico del Jardín Botánico
El Jardín Botánico de Madrid ha evolucionado a lo largo de los siglos desde que naciera como un proyecto ilustrado en el siglo XVIII durante el reinado de Carlos III. Tiene su papel en la botánica a nivel mundial, especialmente en la expansión del conocimiento vegetal gracias a expediciones científicas patrocinadas por España.
Relevancia actual de los hongos en la ciencia
La conexión de las investigaciones de Telleria con los desafíos actuales es interesante. Por ejemplo, la importancia de los hongos en el descubrimiento de nuevos medicamentos, como antibióticos y tratamientos para enfermedades. Su rol clave en la sostenibilidad, incluyendo su uso en biodegradación y agricultura. El trabajo de Telleria sigue siendo un punto de partida para jóvenes investigadores interesados en la micología.
Algunos detalles personales
A lo largo de su vida, María Teresa Telleria no solo se ha enfrentado a los desafíos propios de la investigación científica, sino también a las barreras de un mundo académico históricamente dominado por hombres. Durante sus primeros años en el Jardín Botánico, en pleno proceso de transición en España, se encontró trabajando en un entorno donde, como ella misma admite, "no abundaban las mujeres en posiciones científicas visibles". Aunque no era la única, sí formaba parte de una minoría que debía demostrar constantemente su valía para ser tomada en serio.
En varias entrevistas, Telleria ha señalado que su estrategia para superar estas dificultades fue doble: un enfoque impecable hacia su trabajo y una notable capacidad para mantener la compostura frente a situaciones que otros considerarían intimidantes. “Al principio, ser una mujer joven en el mundo académico significaba que algunos asumían que no estaba lo suficientemente preparada. Pero, con el tiempo, aprendí que mis resultados y mi determinación hablaban más alto que cualquier prejuicio”, señaló en una ocasión.
Una anécdota que resalta su carácter resiliente y apasionado ocurrió durante su primera expedición científica a Guinea Ecuatorial en los años 80. En aquella misión, Telleria y su equipo se adentraron en la densa selva tropical, enfrentándose no solo al desafío de recolectar especies de hongos en condiciones climáticas extremas, sino también a imprevistos logísticos. La investigadora recordaba con humor que, al llegar a una aldea remota, un puente improvisado sobre un río había sido arrastrado por una tormenta tropical. Sin medios para cruzar, la única solución fue improvisar un sistema con troncos y cuerdas para transportar los materiales recolectados“. Pasamos horas cruzando con extremo cuidado, mientras los aldeanos nos miraban con una mezcla de curiosidad y asombro. Lo más irónico es que, en ese momento, lo único que me preocupaba era no dañar las muestras”, narró.
Otro momento que describe su compromiso con la ciencia tuvo lugar durante su expedición al Parque Nacional Madidi, en Bolivia. Telleria relataba que su grupo quedó aislado durante varios días debido a las lluvias torrenciales que hicieron intransitables las rutas de salida. Sin embargo, en lugar de ceder a la frustración, ella aprovechó el aislamiento para profundizar en el estudio de las especies recolectadas, tomando notas detalladas y organizando el material para garantizar que nada se perdiera.
Además de las adversidades prácticas, Telleria siempre destacó la importancia de establecer lazos con las comunidades locales durante sus expediciones. En Colombia, por ejemplo, trabajó codo a codo con guías indígenas que le enseñaron a reconocer ciertos hongos que ellos consideraban medicinales o tóxicos. Para Telleria, esta conexión humana no solo enriquecía sus investigaciones, sino que también le recordaba que la ciencia no es solo un ejercicio técnico, sino una labor profundamente vinculada al respeto por los saberes tradicionales y el entorno natural.
Estas experiencias no solo pusieron a prueba su carácter aventurero, sino que también consolidaron su visión de la investigación como un esfuerzo colectivo y multidimensional. Desde su primera incursión en el mundo de la micología hasta sus proyectos más ambiciosos, María Teresa Telleria ha demostrado que el rigor científico y la pasión por el descubrimiento no conocen barreras, ni geográficas ni sociales.
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