Me pregunto qué es lo que une la “Asociación Putas Indignadas” y las protestas contra la prostitución de lo
que fue definido el “barrio del pecado”, el extraño relato es que El Raval, en Barcelona, nació como cordón
sanitario a través de la ampliación de las murallas medievales de la ciudad para detener la peste en 1589,
pero con el paso de los siglos se convirtió en barrio de epidemias y vicios. En principio, en los años 20' y 30',
fue la prostitución que llevó muchas enfermedades venéreas, los burdeles eran una peculiaridad del distrito,
Madame Petit, el cabaret La Criolla, La Taurina, Can Sagristà y otros locales nocturnos, se caracterizaron
por lenocinio de todo tipo (círculos de meretricio infantil, homosexual, ménage à trois y perversiones varias)
y muchos hombres de cultura – escritores, filósofos, pintores y poetas – aprovecharon “carne fresca y tierna”
para satisfacer su hambre sexual. Sucesivamente, durante la guerra civil, los republicanos y los exponentes
de la dictadura franquista enfrentaron el asunto con propósitos muy diferentes, los izquierdistas y anarquistas
recorrían el barrio para disuadir a los hombres para que no explotaran mujeres que podían ser sus hermanas o
sus hijas, sin embargo, esta meritoria lucha cultural fue suprimida por la batalla practica, esencialmente
sanitaria, del dictador Franco, que emulando el “Duce” Benito Mussolini, empezó después de la victoria una
campaña de legalización del arte amatorio junta a un control policial sin precedentes. Así nacieron las casas
de tolerancia, con las que se autorizaba el meretricio avalando a los que los disfrutaban, es decir, vendedores
y compradores de sexo. Los clientes, hombres corrientes, pudieron disfrutar de su momento de goce sin
sentirse brutos, dado que muchos intelectuales hicieron lo mismo, lo cierto es que las putas siempre tuvieron
atractivo, basta pensar que el escritor y político italiano Massimo D'Azeglio iba a Nápoles para yacer con las
que, según su opinión, eran las “rameras” más lindas y sensuales de la península. Es un hecho que el negocio
de la prostitución tiene la capacidad de marcar para siempre el destino de una calle o una plaza, incluso un
entero suburbio, por ejemplo, la calle “Arco del Teatro” (carrer Arc del Teatre) continuó a ser relacionada en
el imaginario popular con su precedente nombre, calle de Trentaclaus, donde se ejercía de manera ordinaria
la prostitución, al punto que cuando quería ponerse en duda la moralidad de una mujer se solía decir que era
una señora de Trentaclaus, el mismo sitio, en 1935, fue el escenario de un allanamiento con el secuestro de
ochenta frascos de cocaína y morfina por un valor de medio millón de pesetas. Los narcóticos eran un
producto usualmente despachado a clientes y toxicómanos por prostitutas y travestís bajo el control y el
mando de bandas criminales, la mismas mujeres de la calle los utilizaban durante su trabajo sexual,
siguiendo una práctica, la narcoprostitución, que el jefe de la “Cosa Nostra” americana, Lucky Luciano, ya
manejaba para empujar a las jóvenes a vender sus cuerpos pagándoles con droga, eso determinaba adicción y
lograba quedarles cautivadas con el mundo que envuelve ese oficio.
El mismo barrio de “El Raval” vi su nombre trasformado en “El Chino”, no hay certeza sobre la origen del
cambio, la tesis más acreditada es que el apodo se lo dio el periodista Paco Madrid en un artículo publicado
en “El Escándalo”, algunos cuentan que en el recorrido tropezó con unos chinos vendiendo bisuterías y
collares, otros narran que lo encontró muy parecido al suburbio chino de San Francisco en EE. UU con
referencia a lo que había aprendido en un libro de Miguel Toledano, pero, a pesar de esas explicaciones, el
motivo sigue oscuro, dado que ulteriores fuentes relatan que el apelativo tiene a que ver con las actividades
criminales del distrito, en particular, aludiendo tanto a los carteristas acostumbrados a “chinar”, es decir,
cortar las americanas de sus víctimas con la ayuda de una hoja de navaja de afeitar sobrenombrada “chino”,
cuanto, explicación relacionada con el tema, a los farolillos, similares a linternas chinas, colgados en las
ventanas de las casas señalando la presencia de burdeles y alcobas del sexo pago.
La presencia en el barrio de una florida actividad sexual de tipo comercial era confirmada por las numerosas
clínicas venéreas, tiendas de preservativos, llamadas “gomas”, y farmacias, donde se proporcionaban varios
remedios para las “enfermedades secretas” – muchos inútiles hasta que se detectaron los virus de gonorrea y
sífilis y se comenzó a utilizar la penicilina – entre ellos condones, irrigaciones, lavados y apiolina, esta
última usada no sólo como afrodisíaco para aumentar la libido e inducir el ciclo menstrual sino también
como medicamento para que la meretriz embarazada pudiera provocar un aborto autoinducido. El listado de
locales dedicados a la cura del “morbo francés” era muy largo, en calle Barbará había el estudio del “Doctor
Motilla” y “La Especial”, en la aludida Arco del Teatro quedaban “La Japonesa”, clínica de vías urinarias y
lavajes preventivos, y la “Antigua Farmacia Catalana”, en Calle del Cid el servicio de prevención sanitaria
era brindado por La Holandesa y por otro establecimiento, con un nombre muy significativo, Siempre Alerta,
que eran tiendas de gomas, pero la gran mayoría de las clínicas se encontraba en la calle Conde del Asalto:
Dr. Gallego, Dr. Lamarca Piñol, Dr. Torra Bassols, Universal, Barcelona, La Corona y Fontova.
Claramente, la ubicación de farmacias y consultorios médicos se relacionaba con el establecimiento de salas
de baile, bares y lupanares, lugares en que había ocasiones de fornicación, por ejemplo, la Calle del Cid era
famosa por la presencia de dos locales, el Bar Internacional Sagristà (sucesivamente convertido en Wu li
Chang) y La Criolla, donde, a parte droga y peleas, la característica principal era la afluencia de
homosexuales y travestís, muchos de los cuales se dedicaban al putaísmo y al robo mezclándose con
marineros, miembros de la clase obrera, desheredados y turistas, cautivados por la curiosidad de ver hombres
disfrazados de mujer y a menudo experimentar su talento amatorio en lo que los moralistas llamaban “el
obsceno vicio”. Lo mismo pasaba en la calle San Pablo (San Pau), en la cual la actividad de las clínicas
Oriental, Fargas Pellicer, Casa de Salud y del Instituto Uro-Dermico del Dr. Montaña estaba relacionada
con el Chalet del Moro, uno de los prostíbulos más grandes de Barcelona hasta mencionado en la novela La
mala mujer del escritor y mozo de escuadra Marc Pastor, y también en la calle Robador, en que tenían sus
sedes La Bola de Oro y La Cosmopolita, respectivamente una farmacia y una clínica que a las pelanduscas
de la esquina y sus clientes les suministraban los medicamentos para las enfermedades de transmisión sexual.
Hoy en día la calle Robador se ha convertido en la zona mayormente frecuentada por prostitutas, que en
numerosas ocasiones han manifestado su quejas contra la oleada de violencia y atracos que les afecta
decidiendo constituir la asociación Putas indignadas, de otro lado, siguen las protestas de los ciudadanos de
El Raval exasperados por la difícil convivencia, dado que la actividad de meretricio conlleva un inacabable
vaivén de clientes, peleas entre putas y sus protectores, presencia de borrachos y drogadictos en busca de
diversión sexual, mujeres semidesnudas y sexo en la calle y en los portales de los edificios, ni alivia la
situación la disminución del número de las que se dedican a la profesión, tal vez sea mejor decir la
explotación, más vieja del mundo. Conforme a los datos brindados por la asociación de las trabajadoras
sexuales, en el barrio hay cien meretrices, muchos menos del pasado, visto que la crisis ha producido que
esas emigraran a otros países para seguir currando en el exterior. Se entiende que los pedidos de prostitutas y
ciudadanía están en contraposición, las primeras quieren seguir ejerciendo su labor con tranquilidad y
seguridad, en cambio, los vecinos quieren acabar de una vez por todas con el fenómeno para que puedan
vivir libremente sin acosos y agresiones. Es un asunto que se presenta en casi todas las ciudades de Europa
donde prevalece el sexo callejero, ocultando a la vez las muchas formas de meretricio que se desempeñan en
grandes hoteles, club privados (puticlubs), reservados de discotecas, pisos y salas de masajes, eso porque se
trata de actividades lujuriosas que no sólo no afectan a los residentes sino que también generan un enorme
volumen de dinero beneficiando a millares de personas, no es un caso que no hay la misma sublevación
contra los puticlubs chinos, los de la mujeres invisibles, que abundan en Barcelona promocionando su
actividad de manera descarada con tarjeta de invitación y a pesar de que el 90% de las chicas proporcionando
este servicio de lujo son coaccionadas y el 97% de ellas, se entiende el porqué, son extranjeras (Europa:
búlgaras, rumanas, ucranias, rusas y croatas; América Latina: paraguayas, brasileñas, colombianas,
ecuatorianas; Asia: chinas; África: nigerianas; datos Reportaje mundial sobre la prostitución 2016,
Fundación Scelles). Sin andar por rodeos, donde hay meretricio de calle a la gente no le interesa la
explotación sexual, la trata de personas, la violencia de genero y la reducción en esclavitud de las mujeres, lo
único que le importa, a lo mejor de manera legítima, es echarlas para reconstruir un contexto social agradable
y decoroso, de hecho, es lo que se ha logrado en muchas ciudades del norte de Europa en que la política
adoptada es rotundamente de tipo regulativo, eliminando la prostitución de las zonas residenciales y
trasladándola a lugares edificados exclusivamente para la oferta de sus prestaciones. Sin ilusionar y sin
ilusionarse, la medida ha indudablemente permitido limpiar las calles y devolverles seguridad a los
pobladores, pero no ha solucionado ni el problema de la explotación sexual ni la trata de las mujeres que
sigue manejada por carteles criminales (mafias), de otra parte, no se puede negar que erradicar el fenómeno
no es fácil, porque siempre hay y ha habido un espacio de libre ejercicio de la prostitución – para placer o
para ganar dinero fácil, a veces los dos – y una área gris de chicas dispuestas a dedicarse al trabajo sexual
bajo el mando de un empresario a pesar de saber que se trata de un uso extraviado de sus intimidades, en
estos casos cabe el aspecto socio-cultural del problema que no se puede desembrollar ni en un día ni en unos
años, por el contrario, necesita tiempo, programas sociales, fondos, actuación cotidiana y buen ejemplo, es
decir, voluntad y determinación política.
Si se examina la situación de España con referencia a los datos estadisticos y sin improvisación, lo que
espanta es que es el tercer país después de Tailandia y Puerto Rico en consumir sexo pago, con alrededor de
45 mil sitios de prostitución y entre 300 mil y 400 mil personas trabajando en ello (otra estadistica del INE
estima 600 mil), además, el Reportaje mundial sobre la prostitución 2016 de la Fundación Scelles, evidencia
que la gran mayoría de las mujeres implicadas proviene de Rumanía, Paraguay, Brasil, Nigeria y China, que
sus proxenetas son principalmente españoles, chinos y rumanos y que la trata de personas concierne jóvenes
con una edad media entre los 23 y 27 años, mientras que la edad promedio de las victimas de explotación
sexual está entre 33 y 37 años. No obstante dos programas de acción (2009-2012 y 2015-2018)
implementados por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, con un presupuesto de 104
millones de euros durante 4 años (2015-2018), y el papel represivo desempeñado por la Policía Nacional con
la campaña contra la trata humana (“Contra la trata, no hay trato”), que citando las palabras de su director
general Ignacio Cosidó “es una de las prioridades al mismo nivel que el terrorismo y el crimen organizado”,
la prostitución sigue creciendo en España. Respecto al año 2013 en que el INE estimó en 3.672 millones de
euros su reporte de negocio, Eurostat, en un reciente estudio, evalúa que los ingresos han subido un 49,70%
con un incremento de 5 millones de euros por día, llegando a la cifra global de 5.497 millones de euros,
agravando los datos oficiales del INE, que había revelado que los españoles adictos a la prostitución son 2,7
millones gastando 1530 euros por año, es decir, 127 euros por mes, cifras ya impresionantes pero, al parecer,
subestimadas. La confirmación de estos números significa que los habituales usuarios, hombre de entre 18 y
35 años, no toman en serio las palabras de Jorge Fernández Díaz , ministro del interior, que varias veces ha
declarado su confianza en un aumento de la presión sobre los clientes para que disminuya su demanda y
adquisición de sexo, en sustancia, el país continúa en el marco de una política represiva como confirma la
legislación vigente que, por un lado, parece ignorar el fenómeno, de otro lado, busca instrumentos para
perseguirlo. La realidad es que no hay ninguna norma en el código penal para incriminar los clientes de sexo
pago, pero, a la vez, la Ley de Seguridad Ciudadana, mejor conocida como “Ley Mordaza”, prevé sanciones
administrativas de 600 euros hasta 30 mil euros para quien compra servicios para adultos en público, si pone
en peligro la seguridad vial o se produzca en lugares con posible presencia de minores como escuelas,
colegios y parques, pues, estamos delante de un enfoque del asunto que se puede definir el apogeo de un
moralismo medieval, una manera de plantear y solucionar, o más bien, no solucionar, el rompecabezas que
genera la proliferación de barrios insalubres, hay más, algo que merece un análisis complejo así como es la
plaga social de “las ventas de los cuerpos”. En España el debate político padece un reduccionismo
económico en que los aspectos sociales y culturales de los problemas desaparecen concediendo a los factores
económicos primacía. Hace dos decenios que este economicismo se ha trasformado en un sesgo a la hora de
examinar hechos y tomar decisiones, asimismo, con referencia a la prostitución el eje del discurso es como
estructurar un plan de legalización para tasarla, en ese aspecto, toda la reflexión de las agrupaciones políticas
sufre una peligrosa simplificación espejo de la inculta época que vivimos. Ciudadanos y su presidente Albert
Rivera parecen poner como único desafió lo de estimar la entidad del negocio y llegar a una cuantiosa
recaudación, al mismo tiempo que Rajoy y su partido, el PPI, en 2014 y 2015, aunque teniendo una larga
discusión parlamentaria, terminaron aprobando una medida para castigar a mujeres callejeras y sus clientes
con multas que en la mayor parte de los casos no se consigue cobrar (especialmente la que conciernen las
prostitutas que suelen ser insolventes) y que provocan malestar en muchos hombres casados que reciben la
pena pecuniaria a su domicilio, todo eso sin que se lleve a cabo una disminución del fenómeno, en cambio,
lo que se realiza es una traslación de la prostitución a otras zonas más aisladas e malsanas que se convierten
en verdaderos basureros. El elemento preocupante es que entre los políticos se ha consolidado la costumbre
de enfrentar la cuestión, de manera temporal, para aplacar las protestas en la víspera de elecciones sacando
ventaja de su posición demagógica, y, de manera definitiva, con el sólo propósito de aumentar los ingresos
(fiscalización de la actividad), postura que refleja la decisión adoptada por el Tribunal de Cuentas de la
Unión Europea (UE), que desde 2009 ha establecido por cada país la obligación de valorar y contabilizar en
el PIB las actividades ilegales como el tráfico de droga, la prostitución, el contrabando y las apuestas
clandestinas. Cabe la sospecha que en mundo donde tienen importancia exclusiva los factores económicos,
las disposiciones tomadas han sido el primer paso para llegar a una legalización completa de actividades
criminales con las que aumentar los ingresos públicos, al respecto, en España en 2013 la incorporación de la
economía ilícita ha permitido aportar un 0,87% al PIB del año 2010, en concreto, la prostitución supone un
0,35% (3.670 millones), el tráfico de drogas un 0,50% (5.245 millones) y otras actividades un 0,02%. Con
referencia a la prostitución se ha cuestionado la fiabilidad de las cifras, dado que una larga parte del negocio
se desarrolla fuera de los puticlubs, o sea, en la calle, fincas privadas, burdeles disfrazados de salones de
belleza y centros de estética, habitaciones de hoteles y a través de citas online, algo que complica la
apreciación de su tamaño y, una vez más, refrenda que los palacios del poder se interesan por cuestiones
sociales y humanas no para el bienestar y la seguridad de los ciudadanos sino para reequilibrar el balance
estatal y mejorar las estimaciones del crecimiento económico. La legalización del meretricio no tiene
explicación ideológica, no se trata de abandonar una posición abolicionista para pasar a una posición
antiprohibicionista, estigmatizando que la represión ha dado resultados contraproducentes que han
desencadenado una subida espectacular de la compraventa de sexo, con un discurso análogo a lo que a
menudo se escucha sobre la difusión y utilizo de droga (hachís, cocaína, metanfetamina y todo eso), por el
contrario, eso demuestra que cuando se podía alentar la opresión judicial contra conductas disruptivas y
arrinconar practicas criminales, no se hizo nada por falta de voluntad. Por ejemplo, hasta el año 70' el
consumo de narcóticos era bastante circunscrito a pesar de desatar la alarma social, mientras que a partir de
1971 con el abandono de la legislación antiprohibicionista y la aplicación de duras sanciones aprobadas con
la reforma del Código Penal, tuvo lugar una expansión sin precedentes del uso de sustancias psicotrópicas,
que ni la sucesiva modificación del Código en 1983, con la distinción entre “drogas blandas” y “drogas
duras”, logró detener, eso porque una importante parte de la población ya hacía un utilizo habitual de
enteógenos hasta llegar al día de hoy en que estamos conforme con un uso social profundamente arraigado
en la cultura consumista. Muchos políticos y partidos están por cambiar su radical e histórica postura ante la
prostitución avanzando propuestas de regularización para confinar toda la oferta dentro de burdeles de
carretera o “barrios rojos”, con el único fin de facilitar y acrecentar la recaudación fiscal sobre el “anómalo”
negocio.
No sabemos si la legalización conseguirá el objetivo de acabar con la prostitución callejera, a lo mejor
depende si en los puticlubs también habrá oferta de sexo barato (15-30 euros son las tarifas en lugares
populares como El Raval de Barcelona, el polígono industrial de Marconi en Madrid y El Carmen en
Valencia), bastante improbable si se tiene en cuenta que en el Barrio Rojo de Ámsterdam los precios son
muchos más altos (50 euros el básico de 15 minutos), entonces, lo que puede pasar es observar a mujeres que
seguirán arriesgándose en la calle toleradas por policías o, por el contrario, presionadas hasta impedirles su
“trabajo” y quitarles a los hombres con pocos recursos su dulce-amargo tiempo de goce. Hay riesgo de que
la prostitución se transforme en un deleite oligárquico como otros placeres un tiempo al alcance del menudo
pueblo, no es una situación nueva, en los años 20', mientras crecía la presión del frente prohibicionista bajo
la dirección de la Sociedad Española de Abolicionismo (1922) y con el respaldo de muchos seguidores entre
los sindicatos y partidos de izquierda y el apoyo incondicional de las primeras organizaciones feministas, el
rey Alfonso de Borbón se hacía rodar una serie de películas pornográficas por la Royal Film de los hermanos
catalanes Ricardo y Ramon Baños, cuyas protagonistas eran putas de El Raval ferozmente explotadas. Los
directores actuaban bajo el orden del Conde de Romanones, encargado por el rey de otorgarles dinero e
guiones de las cintas, el monarca, gran aficionado al género, no tenía escrúpulos en utilizar meretrices para
su disfrute y enriquecer su colección privada de filmes, la casi totalidad de los cuales fueron destruidos por el
régimen franquista que, a pesar de tener una postura muy diferente pasando de la reglamentación de la
prostitución después de la guerra a la abolición en 1956, no quería que se supiese que la familia real tenía
esas aficiones, de hecho, herencia genética dado que eran notorias la codicia sexual de Isabel II y la presunta
homosexualidad de su sumiso marido el duque de Cadiz Francisco de Asís. Los dos y otros nobles de la
época son representados en 89 escenas pornográficas de matiz satírico conocidas como “Los Borbones en
Pelota”, cuyo autor queda cuestionado, algunos las atribuyen al poeta Gustavo Adolfo Bécquer y a su
hermano el pintor Valeriano Bécquer, pero, los investigadores Jesús Rubio y Joan Estruch aseguran que la
obra pertenece al pintor de ideología republicana Francisco Ortego, sea como sea, los dibujos se pueden
admirar en el Museo de la Erótica de Barcelona juntas a las copias de tres películas del rey Alfonso – las
originales descubiertas en un convento de Valencia se conservan e la filmoteca local – que misteriosamente
eludieron la censura franquista, se trata de “El confesor”, historia de un cura que se beneficia de su poder
sobre una parroquiana, “Consultorio de señoras”, en que un medico experimenta un nuevo método para
examinar a las mujeres, y “El Ministro”, que narra la historia de una esposa que acude al Ministerio para
rogar que no se despida a su marido, favor que obtiene a cambio de una relación sexual con el ministro.
Las perversiones y el sexo siempre tuvieron muchas caras y a menudo las que salieron lastimadas fueron las
mujeres en general y las de los prostibularios en particular, es un aspecto de la historia que cualquier
reglamentación del sexo pago no puede ignorar, salvo que prefiera quedarse indiferente delante el grito de
humano dolor cerrando los ojos y viviendo en el falso romanticismo de lugares como Madame Petite, lujosos
acuarios con peces de colores donde nadaban escualos, los mismos que se ocultan detrás de los burdeles
modernos descuartizando jóvenes vidas, ni se puede desatender la soledad y la problemática de hombres que
buscan fuera del hogar o de una pareja un momento de placer, afectividad o sexo fácil.
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