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Un rey en busca del honor perdido

Lo tiene difícil, al final todo se sabe
Rafa Esteve-Casanova
lunes, 28 de abril de 2025, 21:37 h (CET)

El 22 de noviembre se cumplirán 50 años de la proclamación de Juan Carlos I como rey de España, cargo que ocupó hasta junio de 2014 en que abdicó cediendo la corona a su hijo Felipe VI. Durante años el ciudadano Borbón tuvo engañada la parroquia, monárquicos o no, la mayoría, rendían homenaje a este heredero de Franco. Durante una Transición hecha a medida para no molestar a los que hasta la muerte del dictador habían tenido en sus manos el poder real en España, el ejército aún daba miedo, nos vendieron la imagen de un rey moderno, dinámico y cercano al pueblo, él había llevado la democracia a España, Incluso se montó un simulacro de Golpe de Estado zarzuelero con la participación de un antiguo militar instructor del rey, un guardia civil con bigotes de opereta  y lenguaje cuartelero y un capitán general de antigua alcurnia que sacó los tanques a pasear por las calles de Valencia todo ello para poder anunciar que Juan Carlos I había salvado la democracia aquel 23-F, todavía oscuro y secreto, que supuso su coronación definitiva, y la aparición de la LOAPA , un aviso por vascos y catalanes.


Después, con el paso del tiempo, nos enteramos que todo no era tan claro y limpio como nos estaban vendiendo. Han pasado los días y nos hemos encontrado con un rey emérito donde la genética borbónica ha hecho acto de presencia con todo su esplendor, teníamos un rey flojo de bragueta, amante del dinero fácil, con vocación de comisionista y un punto de defraudador fiscal. Hacía tiempo que la opinión pública, pese al obligado silencio de la prensa, conocía las idas y venidas de Juan Carlos, las amantes, más o más fijas, y su separación de hecho de la reina Sofía. Pero el conocimiento, por parte de los españoles, de un desgraciado accidente durante una cacería de elefantes junto a su amante Corinna Larsen, en los momentos en que España estaba pasando por una grave crisis económica, junto con su salud, le hicieron abdicar el 18 de junio de 2014. Y el 3 de agosto de 2020 se marchó a Abu Dhabi, decisión tomada para facilitar el ejercicio de las funciones reales al heredero de la Corona, y empujado también por la aparición de noticias relacionadas con sus implicaciones en supuestos delitos fiscales. En febrero de 2021 se vió obligado a ingresar en Hacienda casi cuatro millones de euros de impuestos por el afloramiento de ocho millones de ingresos no declarados.

Hace unas semanas junto a sus hijas creó una Fundación en Abu Dhabi, allí exenta de impuestos, para gestionar su herencia y su buen nombre. También está anunciada la publicación de una biografía del emérito escrita por Laurence Debray, hija del filósofo y ex guerrillero Regís Debray, con el título de «Reconciliación» donde intenta salvar su honor, no quiere pasar a la historia con la realidad en la mochila, quiere contarnos un cuento de hadas. Si sigue así no creo que por la fiesta del 50 aniversario de su proclamación el hijo y la nuera le inviten a los festejos palaciegos porque denunciar a ciudadanos como Revilla, un bocazas, sí, y remover con denuncias el pasado con la antigua amante Corinna, no son el mejor pasaporte para volver a pisar las alfombras de Zarzuela. Juan Carlos quiere pasar a la historia con su honor intacto. Lo tiene difícil, al final todo se sabe.

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¿Hemos perdido o estamos en trance de perder competencias memorísticas? Mala noticia en ese caso, pues la memoria actúa como argamasa de nuestro yo y como fundamento de los procesos cognitivos. Ya hace casi seis décadas que Frances Amelia Yates, historiadora británica, publicó un libro titulado “El arte de la memoria”, en el que desgranaba las distintas técnicas de memorización o recuerdo utilizadas a lo largo del tiempo.

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