Estamos en tiempos, según costumbres adquiridas de pasados milenios, de pasarlo bien y que sea lo que Dios quiera, con perdón. Es por ello que hoy, fiesta de no sé muy bien cuál es, he permitido que mi ser admitiese a trámite una invitación de envergadura que no sé a qué ha venido; dicha invitación, qué locura, consistía en deleitarme junto a dos amigos del alma y del buen yantar en saborear un par de vidrios, botellas, de Vega Sicilia con algunas docenas de ostras.
No puse impedimento alguno a que el sentido del gusto se pusiera en ejercicio tras años de degustar minutajes de menús a siete cincuenta euros por barba, así que admití a trámite, dadas las fiestas y bicoca, tamaña invitación.
Todo fue empezar, degustar y vivir con mayúsculas semejante invitación cuando pregunté al paganini a qué se debía semejante invitación y él, sin ningún problema por su parte, contestó que era tiempo de olvidar, o rociar problemas con el olvido; así que, sin más, me dije que llevaba toda la razón que este puto mundo nos niega por mor de una serie de asesinatos que el mundo, personas, aloja en su corazón un día sí y el otro también.
Pero he aquí que cuando regreso a mis lares, léase corazón de la intimidad, recibo vía email una invitación del señor Mancebo, afiliado insaciable a Equo y derivados, felicitándome por el “solsticio de invierno” que yo agradezco en el alma, de verdad, pero que aborrezco por tamaña cursilería, ya que no sé la causa por la que no me felicita cuando llega el solsticio de verano que, no le den vueltas al tema, también existe.
Supongamos por un momento, nada más que un instante, que el citado señor Mancebo, concejal de Equo en el consistorio de Alhaurín de la Torre (Málaga), es o desea presumir de su condición de ateo, hecho que desconozco y no deseo conocer, en cuyo caso debía de haberme felicitado con una simpe palabra, a saber: Felicidades; pero supongamos por un instante que debía ser más explícito y añadir “fiestas” al cursi solsticio de invierno.
Debemos aprender los unos de los otros y viceversa, pues bien, señor Mancebo, le deseo felicidad, paz y templanza no en estas fiestas de solsticios o navidades, sino siempre, pero sin cursilerías que dinamiten la comunicación.
Queda claro que esto lo escribo tras digerir la invitación atea de un amigo que no queda en meras palabras.
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