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El mundo mejor en que soñaba

Esperaba que el mundo fuera mejorando en cultura, respeto mutuo, justicia, oportunidades de vida, salud y bienestar
Francisco Rodríguez
lunes, 9 de enero de 2017, 00:16 h (CET)
Cuando era joven pensaba que marchábamos hacia un mundo mejor, que progresábamos de forma imparable, que el futuro nos esperaba cargado de hermosas realidades. Poco a poco mis convicciones se fueron debilitando, no íbamos uniformemente a mejor y si bien había cosas que progresaban otras más bien retrocedían. Hoy estoy bastante perplejo y desorientado, sin duda a causa de la edad.

Esperaba que el mundo fuera mejorando en cultura, respeto mutuo, justicia, oportunidades de vida, salud y bienestar. Las nuevas generaciones tendrían asegurada su educación y con ella un puesto de trabajo digno, pero no ha sido así. El abandono de los estudios es más que numeroso y la posesión de un título no garantiza nada.

Pensaba que el modelo productivo sería cada vez más eficiente y en efecto así ha ocurrido, gracias a los avances tecnológicos imparables. Pero el modelo no ha dejado de estar sujeto a crisis periódicas que han repercutido siempre en los mismos. La mano milagrosa de los mercados en un mundo globalizado no funciona a mi parecer.

Las ideas marxistas pensé que habían sido borradas de nuestro mundo, pero a un siglo de la revolución rusa, continúan funcionando regímenes comunistas como el de Cuba, Venezuela o Corea, que tratan de exportar revoluciones a toda América del Sur, Europa y también España. Si el bloque soviético se vino abajo, buscan usar el “camino largo” que caviló Gramsci, que consiste en copar la educación de la juventud para acabar con todas las estructuras sociales, especialmente la familia y la religión y esta tarea de zapa la veo muy avanzada, aunque no me lo imaginé.

Recuerdo cuando comenzó a gestarse una nueva Europa en la mente de unas personas tan valiosas como Schuman, Adenaur, De Gasperi. Paso a paso, lentamente fue tomando forma y los españoles suspirábamos por estar excluidos de participar en aquella ilusionante aventura. Luego vinieron las prisas, entramos en la Unión Europea que se convirtió rápidamente una gigantesca estructura de poder que no solo se dedica a organizar los mercados y la economía, sino a imponernos sus decisiones sobre ideología de género, aborto, homosexualidad o movimientos migratorios. Esta no es la Europa en la que yo soñaba hace medio siglo.

España no solo estuvo excluida de la construcción de Europa sino también de formar parte de la Organización de las Naciones Unidas, hasta que por fin entramos. Era el futuro estupendo que yo pensaba. Pero pronto me fui desilusionando al ver que aquello es también un gigantesco tinglado que no sirve para nada, salvo para difundir políticas antinatalistas y el llamado Nuevo Orden Mundial que la ha tomado con la ideología de género que propugna que el sexo es una decisión personal, independientemente de la biología y hasta nuestros gobernantes le hacen respetuosamente caso y nos la imponen.

No pensé nunca cuando joven que los musulmanes pudieran complicarnos la vida y ahí tenemos cada día a los terroristas haciendo atentados, n i leer ayer en mi periódico local que el máximo responsable de Al Qaeda ordena atacar a España y empezar por arrebatarle Ceuta y Melilla y seguir con Al-Andalus. No hay que esperar que la ONU haga nada.

Creo que los que me lean comprenderán que mi fe en un mundo mejor se haya venido abajo.

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