La historia es tanto caprichosa. Se trató de una decisión de última hora. Se optó por otro entrenador y ya saben cómo discurre el resto del argumento. El Real Madrid no acordó unas negociaciones con Jasmin Repesa y se decantó por Pablo Laso. Son pensamientos que se vienen a la mente cuando el técnico croata viene de visita a Madrid, y con aroma a hacerse notar. Su equipo, un histórico como el Emporio Armani Milán es colista de la Euroliga; enfrente, el cuadro blanco es líder continental y vive inmerso en una ola de trofeos y buen baloncesto. Conviene, a veces, recordar algunos acontecimientos. Casi sin quererlo se cambió el destino de este club de baloncesto. Se revivió a la sección; se la convirtió en ganadora y aún contiene hambre.
Su arranque de 2017 ha sido sencillamente inmaculado. Inconmensurable. Aparte de ser líderes en competición doméstica, se es también en Euroliga. Y no ha sido un camino de rosas. Ha habido espinas y se han saltado con una elegante habilidad. Recuerden: CSKA de Moscú, Maccabi, Zalguiris y, más recientemente, el Brose Basquet. Para cerrar este enero, el más débil del grupo, pero un adversario italiano con aceptables integrantes: Mclean, Macvan, Hickman, Kalnietis o Sanders, entre otros. Como Simon, Dragic o Raduljica. Bien es cierto que Gentile, su jugador franquicia, emigró. Situación anímica y clasificatoria aparte, no se trató de un paseo europeo del Real Madrid.
Doncic, lujo tras lujo
El primer cuarto se cerró con un 22-18. En parte, esto se debió a que el Real Madrid administró fuerzas. Básicamente. Se notaba en el ambiente grandes diferencias entre un bando y otro. Para el recuerdo, además del buen hacer de un entonado Ayón, una de esas ‘mandarinas’ de la casa de Llull. Sólo hubo, justo en el ecuador de cuarto, una distancia solvente en el marcador: 11-6. Mientras el Real Madrid continuaba cocinando su triunfo a fuego lento, se vieron minutos de Doncic: anotación y maestría en el manejo del balón. Y hasta se permite el lujo de poner tapones cuerpo a cuerpo ¡Qué clase! E instantes de lujo con Randolph y Hunter (con 7 y 8 puntos, respectivamente, casi seguidos). Pero también hubo momentos de desajustes defensivos (30-31) mientras avanzaba el segundo acto. La defensa blanca era permisiva. Laso tocó el timbre y sumado al aporte de Llull, el Real Madrid reaccionó tímidamente (44-39) antes de volver a los aprietos antes de irse a los vestuarios: 46-49.
El regreso no fue nada esperanzador: 50-55. Frío estaba el conjunto blanco. Blando en defensa y errático en ataque. Sólo habían transcurrido tres minutos. Un triple de Carroll (notable actuación la suya en ataque), una buena defensa y dos acciones corales en ataque reestablecieron el equilibrio: 57-56. El público también ejercía ya de sexto revulsivo. Pero no se acabó de consolidar la reacción. Y tras una técnica sin razón a Maciulis se volvió a un marcador adverso (62-65), con poco más de dos minutos para clausurar el tercer juego de un compromiso ya carente de trámite alguno. Los italianos, colistas, estaban mentalizados de dar la campanada en Madrid: 69-73. Y Repesa era el más motivado.
Segundos de inspiración
El crono continuaba su camino y el encuentro no acaba de virar de rumbo. Llegando al ecuador, y tras unas buenas acciones de Doncic y decisiones desastrosas de los colegiados (algunos no tienen categoría para estar en esta competición), los italianos continuaban soñando: 78-79. Y entonces volvió a aparecer LLull, mediante un triple, voltear los dígitos: 81-79. Era un parcial de 7-0. Quedaban casi 5 minutos en juego. Ya no era líder contra colista. Sino un cuerpo a cuerpo. Si uno acertaba, el otro, también; y si había errores, eran errores repartidos. Máxima emoción. Y en cuestión de segundos, todo se decantó en blanco. Una bandeja de Llull aportó aire (87-85) y una de Ayón una renta básica (89-85). La puntilla fue obra de Doncic, el aprendiz más aventajado del maestro de Mahón, el alma blanca. Con un mate, en contragolpe, al estilo NBA, sentenció el triunfo del Real Madrid, movido al son de Llull.
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