Somos seres cargados de historias, experiencias, contenidos, sentidos y significados concediendo
luz, vida, por donde nos desplazamos. En ocasiones también decidimos vivir en perpetua oscuridad
(consciente o inconscientemente). O lo hacemos por un tiempo agazapados en ella, la necesaria para
renacer desde las propias cenizas, como el ave fénix, y así poder madurar y avanzar.
Somos seres relacionales en constante movimiento. Somos personalidades formadas con múltiples
identidades en transformación (i. personal, i. profesional, i. familiar, i. social...). A su vez las
identidades se componen de imágenes, creencias, ideas-pensamientos, experiencias pasadas, sueños,
ilusiones, silencios, palabras... Por ejemplo, somos a la vez amigas, hijas, madres, esposas, tías,
abuelas y pilotas jubiladas, o, somos amigos, hijos, padres, tíos, viudos y enfermeros jubilados y
todo lo que conlleva cada día.
Pero ¿qué pasa cuando nuestro yo baila y camina por diferentes senderos? ¿Qué pasa cuando se
descoordina, choca y dificulta el crecimiento personal? ¿Sería bueno, adecuado, idóneo o quizá
fructífero sentarse a hablar? Detenerse en el camino, parar en seco y escuchar la voz interna que nos
indica que algo no marcha como quisiéramos o esperábamos, parece ser positivo, coherente y
productivo. Corroborado queda.
Cuando nos detengamos a mirar y comprender la ambigua, compleja y rica personalidad que
tenemos, al sentarnos a hablar, el caleidoscopio puede ser un instrumento idóneo. ¿Nos enseñaron
en las aulas este mágico recurso? ¿Nos enseñaron a desarrollar herramientas para solventar
dificultades y solucionar problemas? ¿Nos enseñaron a gestionar y cuidar de nuestro cuerpo y
mundo emocional? Un momento ¿qué pasó con el mundo racional? ¿Se llevó todo el protagonismo?
En definitiva ¿qué somos? Somos cuerpos energéticos, átomos unidos y dispersos, razón y emoción,
alma y cuerpo en combinación, somos luces y sombras, idas y venidas, bajones y subidas, alegrías y
tristezas. Somos seres y esencia. Cultivemos también al SER y dejemos de atender a ese impaciente,
quejica, ansioso y consumista TENER que siempre desea de todo. Que no se cansa de pedir y que
nunca llega a estar satisfecho en plenitud, ese mismo que se le olvida agradecer lo que somos.
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