Si algo nos vamos a encontrar muy a menudo en nuestras vidas son dificultades. Obstáculos, baches, momentos de bajón, depresión, desánimo… eso está a la orden del día. No he descubierto nada nuevo; es normal que mientras uno vive se encuentre a su paso todo tipo de fantasmas que le quieren impedir avanzar. Afrontar las dificultades es vital en un entorno que a más de uno nos saca de la zona de confort…
Pero las dificultades por sí mismas no son nada, son “dificultades” momentos en los que las cosas se ponen feas. Sin embargo, cuando esto lo ves desde la óptica del tiempo, cuando miras desde la distancia ¿dónde quedan aquellas dificultades que por entonces parecían tanto?
Cuando miramos con perspectiva nos damos cuenta de que en ocasiones hemos magnificado las dificultades que vivíamos en nuestra vidas.
De ahí que hoy te quiera hacer una invitación a tomarte la vida de otra forma, a pensar que estamos aquí casi un centenar de años y que lo mejor de todo es que los vivamos lo más plenamente posible. Sin miedos, alteraciones o pérdidas de control. Satisfacción total, felicidad.
Me encuentro con muchas personas (incluido un servidor), que ante una situación problemática actúan en ocasiones como si el mundo se fuera a acabar, como si su vida corriera peligro.
A nivel físico incluso se demuestra que ante las dificultades y los problemas, en nuestro cuerpo se activa nuestro eje HPA (hipotalámico-pituitario-adrenal), y lanza todo un torrente hormonal preparándonos para salir corriendo, atacar o paralizarse, activando también en el cuerpo el latido cardiaco, la respiración, y llevando más sangre a la parte alta de tu cuerpo, tus manos o boca, lo que utilizaríamos para defendernos en caso de amenaza, al igual que haría cualquier otro mamífero.
Ante los problemas muchas personas:
Se paralizan: se vienen a menos y entran en un estado cercano a la depresión.
Salen corriendo: huyen del peligro que sienten que está frente a ellos no queriendo mirar a la realidad.
Atacan: teniendo respuestas emocionales desmedidas ante sucesos cotidianos en los que su vida no corre peligro.
Nuestras tres respuestas al miedo aparecen de una u otra forma siempre que afrontamos situaciones problemáticas.
Algo en lo que llevo un par de años poniendo mucha atención es que quien magnifica los problemas soy yo. El problema mismo no es tan malo, soy yo quien le concede el permiso de hacerse grande, de entrar en mi vida.
El problema no es “el problema” es la forma en la que yo me relaciono con él.
Hay personas que viven vidas 100 veces más problemáticas que las nuestras y sin embargo, son más felices. De alguna forma han aprendido a no dar tanta importancia a sus problemas, a no concederles tanta autoridad y por lo tanto, aunque estén en sus vidas, que no molesten tanto.
De alguna forma ahora mismo podrías ser infinitamente más feliz, si tan sólo te relacionaras de otra forma con toda la dificultad que hay en tu vida. Quizás digas, “Ya pero…
No tengo nada de tiempo.
Mis padres están enfermos.
Mi cuenta bancaria está en números rojos.
Mi empresa ha entrado en pérdidas.
He engordado 15kg.
Tengo una enfermedad grave.
No puedo pagar la hipoteca.
Mi pareja “me ha dejado”.
…
Todo eso son circunstancias. El problema lo construye uno mismo.
Y a nuestro ego le encanta construir problemas, para así encontrar una razón para no ser feliz. De esta forma ya habrá un culpable. No soy feliz porque… (añade cualquier razón de las de arriba).
Nos hemos confundido. Confundimos nuestro ego con nuestra esencia. Nuestra esencia no conoce de ningún tipo de infelicidad, es luz perfecta.
Pero a nuestro ego le encanta fabricar problemas, situaciones fatales, hacerte creer que eres una víctima. Así construyes una identidad y, por lo menos, sientes que existes, aunque te haya tocado el peor papel de la obra.
No eres una víctima. Eres maravilloso/a. Tienes todo lo que hay que tener para ser muy feliz. Lo único que hay que hacer es empezar a relacionarte de otra forma con todas esas cosas que no te gustan y que hay en tu vida.
En el momento en el que dejas de oponer resistencia parece que ocurre la magia, que el sufrimiento cesa, que no hay dolor y que un rayo de tenue luz de este amanecer empieza a entrar por tu ventana.
Espero que puedas ver ese rayo de luz entrar por tu ventana, al igual que ahora mismo también entra por la mía. Enseguida saldrá el sol.
Que tengas un gran día.
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