WASHINGTON -- . Los carteles con imágenes femeninas tienen la cara borrada. Las calles se acordonan en las fiestas religiosas para que las mujeres no puedan acceder.
¿Arabia Saudí y su control misógino de la ley islámica? Tristemente, sorprendentemente, indignantemente, es el Israel bajo la creciente influencia y las exigencias cada vez más asertivas de los ultraortodoxos.
Por supuesto, Jerusalén -- donde tienen lugar todos estos acontecimientos -- no es Riad. Las mujeres israelíes conducen, trabajan, votan, forman parte del ejército -- en puestos de combate en realidad, puestos negados a las mujeres en el ejército estadounidense. Y a diferencia de la situación de Arabia Saudí, estas limitaciones no tienen las bendiciones del estado, ni desde luego son impuestas por el gobierno.
Pero a duras penas es un consuelo poder decir que las mujeres siguen estando mejor en Israel que en Arabia Saudí. Durante los últimos años, y en Jerusalén en particular, la minoría religiosa ultraortodoxa ha buscado la forma de imponer límites paulatinos a la mayoría menos religiosa.
A medida que han crecido exponencialmente las cifras de estos ultraortodoxos, o Haredí, también ha crecido su influencia política -- formaciones religiosas que integran una parte clave de la coalición en el poder -- y el alcance de sus exigencias.
"Durante los dos a cinco últimos años, la cosa no hace sino deteriorarse", me dice en entrevista telefónica Shira Ben Sasson Furstenberg, del colectivo izquierdista New Israel Fund. "Los Haredí tienen cada vez más presencia en nuestra vida cotidiana en Israel".
-- Durante el baile que celebraba el final tradicional de la fiesta de Simchat Torá este otoño, se pidió a los efectivos militares femeninos que abandonaran la pista principal. Bailar en los laterales, sin contacto con los varones al otro lado de una larga mesa, no se consideró separación suficiente.
-- Los cadetes ultraortodoxos abandonaron una ceremonia independiente protagonizada por el canto de las soldados porque, dijeron ellos, escuchar las voces femeninas daría lugar a pensamientos "impuros".
-- A pesar del fallo del Tribunal Supremo israelí que prohíbe la separación forzosa en los asientos del transporte público, las mujeres de las líneas de autobuses financiadas por el estado ocupan asientos traseros -- y las que no obedecen han sido objeto de amenazas.
-- Algunos barrios religiosos tienen ambulatorios separados por sexos, horas de recreo diferentes y colas en el ultramarinos separadas en función del sexo. Una emisora ortodoxa prohíbe los anuncios femeninos, las entrevistas a mujeres y las canciones de intérpretes femeninas.
Pero las restricciones no se limitan a los barrios religiosos. Un desfile anual para conmemorar la reunificación de Jerusalén en 1967 ha sido segregado, con desfiles independientes en función del sexo y aceras separadas para los peatones y las peatonas.
Una escuela de baile de Jerusalén fue obligada a bajar los visillos para ocultar la imagen de mujeres ensayando. En Ashdod, un municipio mayoritariamente secular, la orquesta prescindió de una intérprete de su palmarés tras las quejas de los ortodoxos.
Israel es, y debería ser, un estado judío. Los acuerdos religiosos que serían inconstitucionales e impensables en Estados Unidos -- fijar el Sabbat como jornada oficial de descanso, promulgar leyes alimentarias Kosher que hay que respetar en las instituciones públicas, mantener un sistema independiente de centros religiosos financiados por el estado -- llevan en vigor desde la creación de Israel.
De igual forma, es razonable por parte de Israel satisfacer las necesidades de los judíos religiosos declarando exentos del servicio militar a los religiosos que estudian en instituciones acreditadas y a las religiosas que realizan el servicio nacional. Y los conflictos por las normas que rigen en lugares religiosos son inevitables -- el más denso de todos el Muro de las Lamentaciones o Kotel, los restos sagrados del antiguo templo.
Pero hay un extremo en el que las exigencias de acomodo llegan demasiado lejos, interfiriendo en los derechos del resto de la ciudadanía a seguir un rumbo diferente y más secular. Impedir a las mujeres rezar en igualdad de condiciones en el Muro de las Lamentaciones es malo. Todavía peor es cuando deja de ser en el propio Muro.
La paradoja de la sociedad israelí reside en que las mujeres han ocupado desde siempre cargos de poder. Las secretarías de las dos formaciones principales de la oposición están ocupadas por mujeres, al igual que la presidencia del Tribunal Supremo israelí. Israel es el único país con servicio militar obligatorio para ellas. Y se han producido ciertas respuestas gratificantes. Tras los incidentes del ejército, 19 lugartenientes remitían un escrito al Secretario de Defensa Ehud Barak advirtiendo del "daño a los valores fundamentales de la sociedad israelí".
Como entienden perfectamente las autoridades israelíes, el trato que se dispensa a la mujer en la sociedad israelí no es cuestión de preocupación puramente nacional -- también es cuestión de seguridad nacional. El contribuyente estadounidense, y el judío estadounidense en particular, no va a tolerar a un Jerusalén en la línea de Riad. Un estado verdaderamente judío tiene que dar cabida al abanico entero de ciudadanos, no seguir simplemente los dictados de una minoría ortodoxa.
© 2011, The Washington Post Writers Group
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