Hace un año que el Gobierno húngaro intentó poner en marcha una ley impropia de países que se dícen democráticos. Me refiero a la ya célebre "ley mordaza", con la que el Ejecutivo magiar atacaba directamente a la libertad de información, Internet incluido. Pero aquello que nos parecía un desprecio a las libertades, algo inaceptable en un país que inauguraba el año con la presidencia de turno de la UE.
Por cierto, no esta de mas recordar que aquel despropósito, tuvo sus intentonas de réplica rebajada y parcial en otros países, entre otros el nuestro. Las presiones de la Unión lograron limar las aristas más insoportables de dicha ley.
Pero el derechista radical premier húngaro, consiguió llevar a fatal término la redacción de una mal llamada nueva Constitución de claro corte neofascista. Una carta magna que ya fue dura e inútilmente criticada durante su redacción. Una carta con la que el Primer Ministro Viktor Orbán, inaugura 2012. " Hungría es un estado de Derecho comprometido con los universales valores europeos" clama Orbán". Si como ya se mentó, la llamada Autoridad Nacional de Medios y Comunicación, supuso un golpe a los fundamentos básicos de la democracia, que podía sentar sombríos precedentes, que no diremos de este engendro.
Resumiendo, se trata de una Constitución que socaba todo lo que entendemos por Estado de Derecho. Una concentración del poder que, en estos pagos, no dudaríamos en tachar de dictatorial, en manos del Fidesz, partido gubernamental. Un texto absolutamente reaccionario, que pretende eliminar de la denominación oficial del país el término República. Una redacción que choca con los Derechos Humanos, que fulmina conquistas sociales arduamente conseguidas.
Desde el matrimonio homosexual a la interrupción voluntaria del embarazo. Que asfixia la libertad de información. Que deja en suspenso la independencia de poderes. Que manipula la historia húngara, a la manera de los negacionismos o revisionismos de tan macabra moda. Al parecer, la Unión Europea es muy escrupulosa -al menos sobre el papel-.con los estados aspirantes al Club, pero muy permisiva con los que ya forman parte del mismo. Otra muestra más del frágil entramado político institucional común de la UE.
Una legislación política inhabilitada de verdaderos mecanismos legislativos y políticos de defensa ante situaciones tan graves como la que nos ocupa. La cesión de soberanía económica, aún deficiente pues carece de fiscalidad común, por parte de los miembros, no se acompaña de su igual política. Y así nos va. Las medidas de presión de la UE no están siendo lo contundentes que debieran.
No es casual que el peso pesado del Merkozy, se reuniera con la directora-gerente del FMI, Madame Lagarde para abordar la crisis de deuda de la eurozona y limítrofes, donde Hungría tiene serias posibilidades de caer en bancarrota. Una catástrofe debida a su elevado déficit presupuestal. Un déficit que se cifraba en un 6,2% del PIB en 2011, el doble de lo previsto y que se traduce en 5.490 millones de euros (1.734 millones de florines.).
Todo ello agravado dado que la nueva "Constitución" magiar también limita la autonomía del Banco Central Húngaro. Berlín, ya es hora de hablar con propiedad, pues es Berlín y no Bruselas la capital de la UE, no está por la labor de financiar la llanura húngara con esas premisas. Condiciones delirantes, puesto que Budapest se opone a las medidas de ahorro que se le requieren para salir de la quema. Y las presiones sobre el gobierno húngaro para atemperar el texto constitucional son tenues, y lo son porque la Comisión Europea espera conseguir de Hungría la modificación de su estrenada legislación fiscal .
Un ansiado acuerdo con el FMI y el Banco central Europeo al que, en palabras y escrito del titular de Exteriores magiar Martonyi, parecen estar a punto de obtener. La perentoria necesidad húngara de obtener el préstamo de entre 15.000 y 20.000 millones de euros del FMI y el BCE, para evitar la temida suspensión de pagos, puede hacer inclinar la cervix magiar. Pero solo en lo que atañe a la ley que limita la independencia del BCH. Ley que como el resto de la nueva Constitución, no se corresponde a los estándares comunitarios. El pasado día 11 de Enero se reunieron en Washington la delegación magiar con Lagarde. Un encuentro no oficial, pero decisivo para que Hungría acceda al préstamo financiero.
Un préstamo que se suma al ya recibido hace 4 años. No podemos obviar que la nación húngara es una de las más sacudidos por la crisis en Europa Central. Una reunión que tuvo pendiente también a Viena, pues sus bancos acumulaban el pasado año 223.950 millones de euros en créditos en la zona. Tal vez saldremos de dudas en la festividad de San Sebastián, 20 de Enero ,en Roma, donde el Eje París-Berlín tendrá la última palabra. Fecha en la que el Comisario de Asuntos Económicos de la Unión Europea viajará a la segunda capital del viejo Imperio Austro-Húngaro, con el fin de comunicar en directo, al Directorio reunido en la capital del Tíber, si hay acuerdo o no.
Ciudadanos, es esto y no otra cosa lo que explica en buena medida la laxa actitud de París-Berlín para con la deriva autoritaria de Budapest. Y es esto ciudadanos, lo que nos debe pone en alerta máxima. Son ya demasiadas las señales que nos recuerdan épocas pasadas y que creíamos superadas. Una cruz inadmisible. La flecha del progreso no debe ir en esa dirección. No podemos, no lo debemos admitir. Lo ciudadanos que aún creen en los valores democráticos en Orbanistán, no nos lo perdonarían. Esas decenas de miles de húngaros que se manifestaron frente a la Ópera de Budapest al grito de "fuera Orbán" no deben ser abandonados a su suerte. A la mala suerte de una ex-República que se consagra "a Dios, el orgullo patrio, la cristiandad y la familia tradicional...". Mientras se gestaba la reunión en el Potomac, y a la espera romana, el Danubio se torna negro a su paso por la Cisleitania.
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