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Aprendiendo a vivir en la cuerda floja

Existen situaciones en materia de salud personal que provocan cambios profundos en el modo de vida del paciente
Francisco Carreño Gálvez
viernes, 20 de enero de 2012, 09:23 h (CET)
Personas que aprenden a vivir con un ligero hormigueo en el dedo meñique del pie, o la mano, tras pasar por cirugía mayor en la columna, por citar algún ejemplo. Se han documentado casos de personas en las que, tras intervenciones quirúrgicas a nivel cerebral, han perdido cierto sentido de olfato, o casos mucho peores en los que se ha visto afectada la capacidad de empatizar u otros procesos cerebrales. Quiero resaltar el hecho de que el ser humano, en mayor o menor medida, termina por adaptarse a las nuevas condiciones de vida y seguir adelante.

Europa está convulsa, los mercados (algo parecido a un ente del que todos hablamos, sentimos que debemos temer, pero que muy pocas personas terminamos de entender) dictan y condicionan el comportamiento de la clase política, empresarial y seguro que hasta alguna que otra decisión de algún particular que no termine de entender qué está pasando, y que piense que cuando la radio, la prensa o la televisión digan lo que hay que hacer – según los mercados, por supuesto – entonces obrará en consecuencia.

Europa está convulsa. Pero… ¿qué es Europa para el ciudadano de a pie?… Si le soy sincero, creo que la ciudadanía está al borde de perder la confianza en la idea de Europa que sus representantes en Bruselas se esfuerzan por inculcar. Además, creo que la confianza no está a punto de perderse por la idea de Europa en si misma – sumamente interesante por cierto – sino por los interlocutores e interlocutoras. Mucha gente empieza a dudar no tanto del mensaje, sino del mensajero. Sin embargo, no creo que haya existido mala intención por parte de nadie, sino más bien falta de conexión. No han sabido predicar con el ejemplo, ni conectar de manera más humana. Han hablado mucho del “qué” y del “cómo”, dejándose atrás lo que precisamente mueve a la gente a tomar acciones y abrazar los cambios y los desafíos: el “por qué”.

Hace no mucho en la radio pude escuchar a Juanjo Millás preguntarle a un cargo importante de representación española en el parlamento europeo, qué indicadores debíamos atender los ciudadanos para saber si las medidas tomadas para salvar a Europa habían funcionado. Aterradora fue mi no-sorpresa al escuchar que serían los dichosos mercados quienes dictaminarían el éxito de las medidas. No digo que todo lo que nos cuentan sea baladí, sólo que no lo venden bien… No conectan y no llegan al ciudadano… Echo de menos líderes creando y transfiriendo una visión, una misión, y demostrando con acciones (desde las más sencillas como los gastos diarios que hacen) la coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. Quizá así podría explorarse más a fondo la posibilidad de que un ciudadano se sintiese más identificado con la unidad – extraordinaria y fabulosamente diversa – de Europa. Diría más, ojala estemos en una fase muy embrionaria de lo que podrían ser los futuros Estados Unidos de Europa, idea que puede parecer nueva pero que no lo es.

La triste realidad es que el grueso de la población, si seguimos medianamente el hilo de lo que viene pasando con la vieja Europa, se dará cuenta de que un día se dice una cosa, otro día se dice otra, y el tercer día se concluye que no era ni una ni la otra, pero que en cualquier caso estamos mal. Vemos caer ideas o modelos, pero no terminan de caer del todo. Vimos peligrar la integridad de un modelo europeo y una moneda única en el que muchos no terminan de verse identificados, sin embargo siempre aparece una última noticia en la que alguna persona – a la que incomprensiblemente llaman “líder” – lleva adelante alguna acción que apacigua a la bestia (los mercados).

Se tiene aceptado que el origen de la crisis ha sido un comportamiento reprobable por parte de entidades bancarias, una falta de reacción política (manejada siempre por los mercados, insisto), y vemos como, no sólo no se termina de señalar con el dedo a la banca como culpable, sino que las medidas contra la crisis vuelven a aceptar ciertas reglas del juego que nos condujeron a ella… Resulta igualmente incomprensible que a muchas de las personas al frente de ese tipo de entidades también se les llame “líderes”, en lugar de simples directores y/o presidentes, o cualquiera que sea su cargo. No debe confundirse el cargo con el liderazgo, ni si quiera el puesto en el ranking con el liderazgo. Escuchamos a pensadores, analistas y todo tipo de especialistas aducir una falta de liderazgo en la raíz de muchos de los problemas. Si nos basamos en algunos de los mayores especialistas en asuntos de liderazgo, no es que falte… es que nunca lo hubo, o si existió fue un liderazgo falso, un liderazgo de jerarquía en el que la gente te sigue, o escucha, o actúa según tus indicaciones no porque seas quien lidera, sino por el puesto y el cargo que ostentas. Sin embargo, lo que puede estar haciendo falta es que se deje paso natural y espontáneo a líderes naturales de servicio. En este caso, la gente sigue al líder de servicio no por el cargo o el puesto que ocupa, sino por lo que dicho líder hace por ellos.

En cualquier caso, y volviendo a la idea con la que empecé este artículo, de algo podemos estar seguro: esta situación de incertidumbre, de impotencia mezclada con rabia y deseo de hacer algo pero no encontrar qué exactamente, de total incomprensión ante el montón de medidas, puntos de calificación, amenazas de ruptura, subidas y bajadas, hipoteca, paro, un sistema de salud que se reinventa a si mismo, etc… esta situación de desequilibrio pseudo-controlado va a seguir presente por mucho tiempo. Por tanto, si esta es nuestra nueva y futura realidad – al menos a corto y medio plazo – más vale que aprendamos a vivir en la cuerda floja.

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