Estaba discutiendo con Miguel Martínez –amigo y fotógrafo- sobre cuál sería la mejor mesa para hacer la entrevista (la cafetería del Teatro Marquina está decorada con espejos y había que evitar los reflejos del flash) cuando se abrió la puerta de la calle y Emilio Gutiérrez Caba, tras saludarnos, nos dio la solución: “En aquella del fondo”.
Entre ruidos de platos y vasos transcurrió nuestra charla, y sólo me di cuenta de la cacofonía al ir a transcribirla. Las fotos salieron muy aceptables –sin reflejos inoportunos- aunque hubo una presencia, de la que les hablaré al final, que me inquietó durante casi un cuarto de hora… Sin más preámbulo pasamos a hablar de “Drácula”, obra de Hamilton Deane y John Balderston, dirigida en esta versión por Eduardo Bazo y Jorge de Juan, en la que representa el papel del profesor Van Helsing.
Cartel de la última obra de tetro "Drácula"
Emilio Gutiérrez Caba: Estrenamos la obra el viernes 13 de enero; fecha con una clara connotación, sobre todo para los anglosajones. De momento seguiremos en el Teatro Marquina, aunque es presumible que la llevemos a Valencia y otras ciudades. Lo que sucede es que la escenografía es complicada y quizá haya que simplificarla cuando salgamos de gira. Se trata de una obra inglesa de entretenimiento, escrita en 1924. En los años 70-80 se hizo una versión; hace poco, se hizo otra… Sin embargo, la que estuvo más tiempo en cartel fue la de don Enrique Rambal, en 1942. Durante la época de Franco, el personaje de Drácula no estuvo muy bien visto ni consentido, porque se recelaba mucho de los espíritus y los seres inmortales. La Iglesia no contemplaba con buenos ojos este tipo de obras; aunque se trate de algo, como ocurre en esta historia, muy relacionado con la religión católica, incluso con la idea de la inmortalidad del alma y la salvación cuando interviene la cruz. En el cine los grandes vampiros son Nosferatu – una película muda de los años 20- y los creados por la productora Hammer. Ese primer vampiro, de aspecto repugnante, pasa a ser un vampiro seductor, un otoñal seductor, y toma ese camino que Coppola adopta, introduciéndolo en el romanticismo más absoluto. Hay toda una gama de lecturas sobre Drácula: Drácula en Transilvania, Drácula en Inglaterra. El estudio del vampirismo a través de la simbología es apasionante.
El tema del vampiro, de los seres que existen en una leyenda que ha ido pasando de padres a hijos es algo que me interesa bastante. Pero también me interesa un tipo de teatro que al público le pueda impresionar, llegar de una manera distinta. Lo que observamos en esta obra es que el público conecta con ella de una manera diferente a como lo hace con otro tipo de teatro. Se trata de hacerlo bien, con independencia del autor que estés representando. En el teatro, como en la música, todo debe estar bien ensayado y bien afinado. Ha habido, por supuesto, una evolución. Un montaje hecho por Rambal, que era un gran especialista en obras de magia y fantasía, nos parecería hoy terrible; aunque en su momento resultara impresionante. Hoy la electrónica, los efectos de luz y sonido, están al alcance de cualquiera. La cuestión es utilizarlos bien. En “Drácula” no se trata tanto de provocar miedo, aunque en algunos momentos los directores lo hayan intentado, sino de exponer la historia del vampiro y su paso por Inglaterra.
Cuando hice “La Mujer de Negro”, hubo también un juego escénico muy interesante, mucho más sencillo que este, en el que se exponía la historia de una misteriosa mujer que aparecía y desaparecía en escena. Al espectador le causaba más impresión “La Mujer de Negro” que “Drácula”, entre otras razones, porque la historia en sí le resultaba desconocida. Cuando en la función se anuncia la presencia del Conde, siempre se escucha alguna risita porque a nadie se le escapa quién es Drácula.
Momento de la entrevista
La mujer de negro ¿aparecía sólo al final de la obra?
No; aparecía en diversos momentos durante la representación. En España introdujimos una variante sobre la versión original. Mientras que en la versión inglesa la actriz que encarnaba a la mujer de negro salía a saludar con los otros dos actores y figuraba en el programa, nosotros incluimos su nombre como técnico, no como actriz. En la versión española, no salía a saludar con los otros actores al final de la obra, sino que lo hacía desde el fondo del escenario. Ello perseguía crear un distanciamiento con respecto al espectáculo. La gente nos preguntaba “Y esa señora de negro, ¿quién es?” Y nosotros pretendíamos no saberlo, para sugerir que la mujer de negro podía, en realidad, existir. Era una pieza muy curiosa. Y daba miedo. ¿Crees en los fantasmas?
Bueno… Para empezar no conocemos la cantidad de dimensiones que pueda haber. La nuestra es la tercera dimensión, pero hay más dimensiones. Yo no soy un estudioso de estos asuntos, pero parecen existir fenómenos como las psicofonías, que, en cierto modo, confirmarían la existencia de vida… o de “no vida”, que podría ser percibida por personas que tienen una facultad especial. Cuando estaba ensayando “La Mujer de Negro”, evitaba quedarme solo porque notaba unas sensaciones extrañas. Por otra parte, todo fue bien; no pasó nada… Bueno, sí; pasaron algunas cosas al principio. Estrenamos la obra en Valencia y en enero del año siguiente, a punto de continuar la gira y de venir a Madrid, sufrí el único accidente que he tenido en mi vida y que me mantuvo cinco meses alejado del teatro. Desde ese momento miré a la mujer de negro con un poquito de respeto. Después todo siguió con normalidad. Sin embargo, cuando me hallaba memorizando la última parte, el relato de lo que había sucedido en aquella casa, sentía siempre algo extraño. No puedo decir porqué me ocurría eso; algo que nunca me ha pasado interpretando a Van Helsing.
¿A qué puede deberse la fascinación por Drácula?
Creo que fundamentalmente a la posibilidad de sobrevivir, de “remontar” la muerte, a través de la sangre de nuevas víctimas. Drácula es un ser de la noche, que huye del día, y alcanza la inmortalidad. Todo eso hace que la figura de Drácula sea muy atractiva. Otra lectura es la sexual. La sangre; el hecho de que sus víctimas sean mujeres. En la película de Coppola eso está bastante bien explicado: la perdición de Drácula se produce en el momento en que se enamora. Todas estas simbologías, actuando de una manera consciente o inconsciente, influyen en el cerebro del espectador. Por otro lado es una figura que produce repulsión pero, a la vez, atracción. Es una contradicción muy curiosa y una reacción muy habitual en el ser humano.
¿En qué medida se ajusta este “Drácula” teatral a la obra de Bram Stoker?
Los dos autores ingleses trataron de adaptar la historia original; si bien, los personajes protagonistas de la historia no son exactamente los mismos que en el libro. Por ejemplo, Lucy, en la obra original, no es mi hija. Van Helsing, por su parte, es un científico que observa y no se muestra tan visceral como lo sería un padre hablando de su propia hija. Hace unos días traté de presentar al personaje desde esa vertiente; incluso plantándole cara a Renfield, el loco. Van Helsing es ante todo alguien que puede arriesgar su propia vida porque no tiene miedo. Ha perdido a su hija, lo cual le lleva a arriesgarse más; aunque quizá también lo habría hecho si no la hubiera perdido.
Siguiendo los derroteros que ha tomado esta conversación, en la que hemos conjurado a Drácula y a “la mujer de negro” con los fantasmas, todo dentro del marco escénico, claro está, no puedo dejar de preguntar tu opinión sobre esa especie de milenarismo tardío que supone el año 2012, con sus profecías (mayas o no) y el repetido anuncio del fin de una época.
Otro momento de la entrevista
Para mí lo que está claro es que el mundo actual ha sobrepasado todas las expectativas. La sociedad capitalista atraviesa una enorme crisis y eso conlleva un caos. En este momento existe una tendencia a volver a épocas pasadas, casi a la Edad Media, en lo que a las finanzas se refiere. Existe una toma del Poder por parte del dinero y esto se da de una manera tan brutal, que parece querer abocar a tres cuartas partes de la Humanidad a un nuevo periodo de esclavitud. Yo veo detrás de ese movimiento financiero y económico un clarísimo intento de esclavizar. Esto es, claro, una apreciación totalmente subjetiva; pero, en todo caso, hay algo “por ahí detrás” que no me encaja bien. Que ello haya estallado de pronto; cuando hoy resulta tan fácil tener un control sobre casi todo, me hace pensar que hay algo que no interesa explicar.
Hablas de una especie de vuelta al medievo… ¿Quizá se estén cumpliendo otro tipo de profecías, como las de Orwell y Huxley?
Parece que sí; desde luego. Es un fenómeno que podríamos llamar “de cambio de valores” y que en España, y en el resto del mundo occidental, empezamos a notar hacia 1980. Ese cambio de filosofía en nuestra sociedad fue creciendo hasta desembocar en una especie de “burbuja tecnológica” y, finalmente, en esta crisis. Se la compara con la famosa del 29; pero me parece que, detrás de la apariencia, hay más cosas. Algo que no sólo incumbe a lo económico; se trata de algo ideológico que corresponde a una manera de pensar muy difícil de entender. Los distintos elementos que pueden extraerse de estos procesos, a mí, personalmente, me llevan a conclusiones escalofriantes. No se debe caer en el catastrofismo, pero parece como si hubiera un empeño en convencernos de que no hay más remedio que aceptar unas normas que son las que van a marcar nuestra vida. Pues mire usted: no parece que haya que aceptarlo después de que la sociedad haya alcanzado a lo largo de los últimos dos siglos una serie de derechos –también de deberes- que seria deseable hacer universales, y no, precisamente, que ocurra lo contrario. Si el mundo chino exporta sus formas de esclavitud ideológica y laboral y consigue contagiar a EEUU y Europa, sería un desastre. Hay que tender a eliminar esos modelos que no amparan la creación ni tampoco la formación individual, sino una especie de “vale todo” en el que no importa que cundan los rufianes, porque lo que prima es conseguir mucho dinero. Habría que replantearse todo esto porque si la meta es sólo el dinero, iremos muy mal.
Una pregunta que incumbe a tu carrera de actor (teniendo en mente aquel magnífico “El sí de las niñas” que representaste hace más de una década): ¿Tienes algún proyecto relacionado con el teatro clásico?
En este momento, no. El mundo del teatro vive un “impasse” muy inquietante, porque no se sabe que va a ocurrir con los teatros de las autonomías y tampoco con organismos como el Centro Dramático Nacional. Este tipo de proyectos son inviables por parte de una empresa privada, ya que son carísimos y no son rentables. Sólo pueden ser llevados a cabo por centros oficiales y no parece que, en este momento, vayan por ese camino las cosas. A mí, desde luego, me encantaría; pero, de momento, nadie sabe lo que va a pasar. El ministerio de Cultura no desvela sus planes con respecto al propio Centro Dramático Nacional o los teatros municipales. Va a haber muchos recortes y están endureciendo mucho la política fiscal. No creo que ese sea el camino. Todo ello va a crear en el ciudadano una psicosis de miedo que no es nada conveniente; implica callarse y aceptarlo todo. Y la mansedumbre es siempre mala.
¿A qué puede deberse el que muchos compatriotas nuestros sientan una especie de desinterés, cuando no desdén, por el cine español?
Es que nunca estuvo demasiado acreditado en nuestro país. Hubo una época en la que gozó de un prestigio relativo, coincidiendo con el despegue del cine sonoro. Siempre estuvo un poco sometido al modo de hacer de los americanos, que, habiendo ganado en las dos Guerras Mundiales, impusieron su presencia en los mercados por encima de la producción europea. Sólo existen periodos muy cortos en los que el cine español funciona bien: uno de ellos se correspondería con el final de la Dictadura de Primo de Rivera y durante toda la República. Al acabar la Guerra Civil, el público se separa mucho del cine que se hace aquí porque buena parte de esa producción está contagiada de una ideología con la que muchos no se identifican. Ello crea una gran brecha –con excepciones- hasta 1976. Casi cuarenta años donde se ha perdido mucha sustancia cultural que es muy difícil recuperar en las siguientes décadas. Por otra parte, estamos en una época en la que la cultura importa poco; la gente se vuelca en el deporte y sólo a unos cuantos les interesa el cine, el teatro y otras manifestaciones de la cultura. Futbolistas y tenistas se llevan la palma. Ya ni los toreros despiertan excesivo interés (Risas)
“Torrente” (creo que ya va por la cuarta entrega) ha nivelado este año la taquilla del cine español. Pero es un fenómeno que poco tiene que ver con el cine. Es un fenómeno social que puede interesar a una masa muy heterogénea de público; pero no es cine. Se han estrenado películas muy interesantes; como una en la que participé últimamente, “Cinco metros cuadrados”, en la que se trata el problema de la vivienda desde una perspectiva muy original. Pero si el público no se entera de lo bueno que se hace, es difícil que vayan al cine a verlo. La falta de información y promoción del cine de aquí es muy grande.
Teatro, cine, televisión… ¿en qué medio te sientes más a gusto?
La libertad de creación que proporciona el teatro es única. En la televisión y en el cine hay una especie de “sometimiento al producto”, que lo hace muy alienante. En este momento hago televisión porque se gana dinero. Nada más. Hay series que son indefendibles ideológicamente.
Estéticamente están bien hechas; las interpretaciones están hechas con rigor, pero nada más. En el teatro nosotros trabajamos sobre guiones y argumentos con una base profunda, o así debería ser al menos. Cuando esa base profunda no se tiene, que es lo que generalmente ocurre en televisión, no se puede exigir mucho más. Para mí el medio más feroz es la TV. El cine está en una crisis de la que no se sabe si saldrá, y el teatro recibe los espectadores que siempre ha tenido y a otros que se van agregando. El fenómeno del espectáculo en directo siempre gusta. Una vecina me ha dicho esta mañana: “No dejes de preguntarle por “Gran Reserva”
Pues hombre… De “Gran Reserva” puedo decirte que estamos acabando la tercera temporada. Lo que ocurre es que nosotros creíamos que TVE la iba a presentar a los medios hace varias semanas y, de momento, no lo ha hecho. Quizá se deba a esa especie de vacío que vivimos en estos últimos tiempos. No sabemos lo que va a pasar; tampoco si habrá una cuarta temporada. De la tercera sólo nos queda un capítulo por terminar de grabar. Puede que el plan sea empezar a emitirla en abril o posponerlo hasta septiembre; pero parece que nadie quiere comprometerse. Y, como decía aquel, “de España vengo”: acabo de venir de grabar.
Falta media hora para que comience la función y hace diez minutos que llevo observando cómo Drácula saborea un café en la barra. Miro de vez en cuando de reojo a ver si lo veo reflejado en uno de los espejos y, cuando por fin lo encuentro, consigo relajarme: no es el vampiro sino Ramón Langa, el actor que da vida al sanguinario conde. O…
Desde su irrupción en los hogares, la televisión ha sido clave para informar, educar y entretener. Sin embargo, con la llegada del streaming y la digitalización, se enfrenta al desafío de adaptarse sin perder su relevancia. El porvenir de este medio pasa por la innovación. Las transmisiones en 4K, la incorporación de la inteligencia artificial para personalizar contenidos y la integración con redes sociales son algunas de las tendencias de este popular medio.
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La edición 2024 de los premios Antena de Oro ha reconocido el trabajo del periodista de la Cadena SER, José Luis Sastre, por su destacada labor profesional en la subdirección en el programa ‘Hoy por Hoy’", que dirige cada mañana Àngels Barceló. El espacio cerró la pasada temporada radiofónica consolidándose como el programa de radio más escuchado en España, con 3.110.000 oyentes, según el EGM.