Hace justo un año, cuando iban a dar comienzo los play-off
de la temporada 2010/11 en la NBA, muy pocos eran los que daban a Dallas
Mavericks como un candidato serio a alzarse con el anillo de campeón. La
historia reciente de la franquicia propiedad de Mark Cuban, llena de
inesperadas y dolorosas derrotas que habían minado la confianza del equipo a
todos los niveles llegando casi a convertirse en un equipo maldito, no invitaba
a confiar en que ese pudiera ser el año en el que por fin Dirk Nowitzki
alcanzase el ansiado título.
Sorpresivamente, el equipo dirigido por Rick Carlisle creció
durante la post-temporada como pocos equipos lo han hecho en la historia
reciente de la NBA y dejaron en la estacada a Portland Trail Blazers, Los
Angeles Lakers (en una histórica serie en la que los angelinos cayeron por un
contundente 4-0), Oklahoma City Thunder y Miami Heat en la final.
El hecho de jugarse el anillo de campeón contra la
franquicia de Florida era el detalle que faltaba para convertir el triunfo de
los Mavericks en una historia de película, no solo porque Miami era el claro
favorito desde el principio de temporada para alzarse con el triunfo tras haber
juntado en el mismo equipo a Dwyane Wade, Lebron James y Chris Bosh, si no
porque fue la franquicia que privó a los tejanos de ganar el anillo en las
finales de 2006 (en las que Dallas empezó ganando los dos primeros partidos).
Aquella dolorosa derrota marcó el inicio de lo que serían
unos largos años de sinsabores para Dirk Nowitzki y Jason Terry, únicos
jugadores que han permanecido en la franquicia desde entonces. 5 años más tarde
volvieron a tener la oportunidad de redimirse rodeado de un grupo veterano,
curtido durante mucho tiempo en la liga y con el denominador común de haber
estado muy cerca de la victoria final sin haberla llegado a consumar. Gracias a
una química en el vestuario impropia del baloncesto americano, de un espíritu
de lucha y sacrificio que emana de quienes se ven y se saben ante su última
oportunidad de culminar su carrera con éxito y a un genio alemán que desplegó
el mejor baloncesto de su carrera cuando más importaba, los Mavs se
convirtieron en campeones de la NBA.
Era la recompensa a mucho tiempo de trabajo y sacrificio, el
colofón a carreras irrepetibles (como la del mencionado Nowitzki o la de Jason
Kidd) y la oportunidad de seguir compitiendo al más alto nivel sin la presión
de ver cada vez más cerca la posibilidad de unirse al club de gente como
Barkley o Malone, jugadores que marcaron una época en la Liga pero que no
lograron llevar a sus equipos a la victoria.
Sin lugar a dudas, el roster de aquellos Dallas Mavericks de
la temporada 2010/11 pasará a la Historia del baloncesto como uno de los
equipos más genuinos que jamás se haya podido ver y la ciudad de Dallas siempre
les estará agradecido por ello pero…¿Quiénes de todos ellos iban a disfrutar de
su condición de campeones jugando en Dallas Mavericks?
El confuso verano de 2011.
A la nunca fácil tarea de lidiar con la resaca de ser
campeones de la NBA había que añadir otro factor fundamental que enrareció
hasta el extremo el verano de 2011: el Lock-out. Y es que el baloncesto
profesional no es ajeno a la severa coyuntura económica actual y durante varios
meses no se supo con certeza si los de Texas iban a poder defender su condición
de campeones, ya que la disputa de la temporada 2011/12 se vio seriamente
amenazada al enquistarse durante mucho tiempo la negociación entre los dueños
de las franquicias y el sindicato de jugadores para acordar nuevas condiciones
en la remuneración de los jugadores.
Cuando ambas partes, tras una serie de indefendibles y poco
creíbles órdagos, le vieron las orejas al lobo y se percataron de cuan
perjudicial sería para todos que se parase la liga durante un año completo,
llegaron a un acuerdo. La maquinaria de la NBA volvía a ponerse en marcha en
Noviembre y desde ese momento los equipos debían planificar sus plantillas
(durante el lock-out se paraliza absolutamente todo lo relacionado con la
actividad baloncestística profesional) y empezar los entrenamientos para estar
lo mejor preparados posibles para el comienzo de la competición, fijado para el
día de Navidad de 2011.
Obviamente, los Dallas Mavericks no solo no fueron ajenos al
escaso de margen de maniobra del que dispusieron los equipos en aquellos
momentos si no que además tenían que lidiar con el hecho de que varios
jugadores que habían sido fundamentales en la consecución del anillo terminaban
contrato y se convertían en agentes libres.
Idas y venidas Los casos más significativos eran los de JJ Barea y, sobre
todo, Tyson Chandler. El puertorriqueño fue el complemento perfecto a Kidd en
la dirección del juego, aportando electricidad y verticalidad hacia el aro a lo
largo de de la serie contra Miami Heat, en la que su importancia fue creciendo
a medida que se sucedían los partidos hasta adquirir un rol fundamental en los
dos últimos choques.
No menos importante fue la labor del bueno de Tyson, aunque
eso si, en facetas que pasan más desapercibidas para el espectador medio. Su
sacrificio defensivo en la pintura, su capacidad para mitigar el impacto en el
juego de los pivots rivales y su capacidad para llegar a las ayudas defensivas
tanto dentro como fuera de la zona era algo que ningún otro de los interiores
de los Mavericks podía ofrecer.
Ninguno de los dos renovó con la franquicia de Mark Cuban.
Barea recaló en Minnesota y se convirtió en compañero de Ricky Rubio, mientras
que Chandler firmó con una franquicia de solera como New York Knicks para
aportar la solidez defensiva que no era capaz de dar Stoudemire, y ahí
empezaron todos los problemas que han asolado a lo largo de esta temporada a
Dallas Mavericks.
No hubo recambio alguno para la salida del Tyson, por lo que
todo el peso del juego interior ha recaído esta temporada en Brendan Haywood,
Ian Mahinmi y el joven Brandan Wright, fichado como una apuesta de futuro de
los New Jersey Nets. Bien es cierto que Tyson Chandler no era un jugador con
demasiados recursos en ataque, pero su velocidad le permitía jugar con cierta
efectividad situaciones de bloque y continuación, y además era un competente
reboteador en aro contrario, lo que permitía numerosas segundas oportunidades a
sus compañeros. Nada de eso hay en la actual rotación interior de los Mavs.
Haywood, un jugador con una dilatada carrera de más de 10
temporadas en la Liga, es un interior tosco y lento. Carece de fundamentos para
generarse sus propias canastas de espaldas al aro y su juego de pies es
sencillamente inexistente. Su efectividad en el tiro a canasta a más de 3 metros del aro es nula y
carece de la suficiente velocidad como para crear peligro en las continuaciones
tras bloqueo directo. Tampoco se puede decir que sus cualidades leyendo el
juego y pasando el balón sean precisamente buenas. En defensa sus prestaciones
mejoran, pero se pierde en las ayudas fuera de la pintura y sufre mucho en los
desplazamientos laterales.
A pesar del buen rendimiento desplegado en los minutos de
los que disfruto en la serie contra Miami Heat, ni el propio Ian Mahinmi podría
haber imaginado que durante esta temporada iba a disfrutar de tantos minutos en
pista. Más rápido y potente que Haywood, su tiro a media distancia es
medianamente fiable, pero su eficiencia para hacer daño cuando está de espaldas
al aro es también bastante escasa. Además, su rendimiento defensivo es bastante
discreto y sufre muchísimo con interiores que buscan permanentemente percutir
el aro rival.
El tercero en discordia es Brandan Wright, llegado este año
desde los Nets de New Jersey. Se trata de un jugador muy interesante todavía
por terminar de moldear al que se podría comparar, salvando evidentemente las
distancias, con Chris Bosh. A excepción hecha de Dirk Nowitzki, es el único
interior del equipo que se puede mover con solvencia por posiciones exteriores.
Reseñables es también su velocidad para correr la contra y su versatilidad para
poder desenvolverse por varias posiciones. Sin embargo, carece de la fuerza y
la consistencia necesaria para poder defender a buena parte de los interiores
de la NBA.
En resumidas cuentas, la marcha de Tyson Chandler ha dejado
un hueco demasiado grande en la rotación interior de la que dispone Rick
Carlisle. Los Dallas Mavericks son este año un equipo más endeble y vulnerable
bajo los aros, tanto en el apartado ofensivo como en el defensivo. Además, un
aspecto que hay que tener muy en cuenta es el “otro” vacío que ha dejado Tyson
Chandler en el vestuario tejano. Dirk Nowitzki ha declarado en varias ocasiones
que el californiano ha sido uno de los mejores compañeros de equipo que ha
tenido a lo largo de su vida, gracias a su dedicación y sacrificio tanto en lo
personal como en lo colectivo. En una liga en la que la egolatría es el
denominador común, contar con jugadores que ayuden a fomentar una buena
dinámica de equipo es fundamental.
JJ Barea era otro de esos jugadores carismáticos, que
contagiaban a la grada y a sus compañeros. Como ya hemos comentado, su
irrupción en los últimos partidos fue un factor que Eric Spoelstra, entrenador
de Miami Heat, no supo detener. Imparable entrando a canasta y muy inspirado en
el tiro exterior, Barea se convirtió por derecho propio en uno de los héroes de
Dallas. Semejante actuación le hizo acreedor por derecho propio de un buen
contrato a partir de la siguiente temporada, y Dallas Mavericks no podía
permitirse seguir sobrepagando a una plantilla ya de por si bastante cara.
Barea, por lo tanto, se marchó a Minneapolis.
Una de las situaciones del juego en la que el puertorriqueño
más ventaja sacaba era jugando pick n´roll, y para suplir la baja de JJ se
contrató a Delonte West, díscolo base que, estando centrado en el baloncesto,
podía dar un buen rendimiento deportivo. Además, Roddy Beaubois, base francés
que recaló en Dallas en 2009,
ha visto como su importancia en el equipo y su presencia
en la pista ha aumentado de forma sensible. Ambos jugadores saben leer con
solvencia el juego de bloqueo y continuación, son capaces de aprovechar su
explosividad para llegar hasta el aro y poseen un solvente tiro a canasta desde
posiciones liberadas, pero su rigor defensivo es bastante escaso y, más allá de
consideraciones puramente baloncestísticas, son jugadores muy fríos,
escasamente carismáticos y poco dados a encender a la grada.
Las otras tres bajas que sufrieron los de Dallas durante el
pasado verano fueron las de Caron Butler (que se perdió la segunda mitad de la
temporada por una grave lesión de rodilla cuando estaba siendo el segundo
máximo anotador del equipo), que ha recalado en Los Angeles Clippers, Corey
Brewer, que firmó por Denver Nuggets, equipo en el que está demostrando todo su
potencial anotador, y DeShawn Stevenson, ahora en New Jersey Nets tras su
formidable trabajo defensivo en los play-off de la pasada temporada.
Además de las incorporaciones de Delonte West y Brandan
Wright, los Mavericks incorporaron para la temporada en la que debían defender
su condición de campeones al veterano Vince Carter. Había muchas dudas sobre
cual podía ser el rendimiento del de Florida con sus 35 años, pero lo cierto es
que el que fuera la estrella de Toronto Raptors está cumpliendo e incluso
superando las expectativas. Solvente cuando postea y fiable en el tiro a media
distancia, completa junto a Jason Terry la rotación más sólida del equipo.
Lamar Odom, la decepción. No se puede decir lo mismo de Lamar Odom, la incorporación
estrella de los tejanos para esta temporada. Odom, nombrado mejor sexto hombre
de la pasada campaña con los Lakers, se sintió dolido al enterarse de que los
dueños de la franquicia californiana querían deshacerse tanto de él como de Pau
Gasol para obtener un traspaso interesante para la franquicia. Tal no llegó a
producirse pero Lamar no se sintió en disposición de seguir jugando para los
angelinos, por lo que pidió a los dueños el traspaso (con el que los Lakers se
librarían de carga salarial).
Su destino fueron los Dallas Mavericks, pero nunca llegó a
cuajar a las órdenes de Rick Carlisle. Todavía dolido por su salida de Los
Angeles, su rendimiento no fue el esperado en ningún momento de la temporada.
Se le contrató para dar descanso a Dirk Nowitzki y nunca se sintió cómodo en
ese rol, obteniendo las peores estadísticas a nivel personal en muchos años.
Cansados de esperar a su mejor versión y viendo que no se había integrado ni en
el vestuario ni en la ciudad, los Mavericks decidieron incluirlo en la lista de
inactivos para lo que resta de temporada. Una posible pelea con Nowitzki, que
le habría pedido más compromiso con el equipo, pudo haber sido el detonante de
tan drástica decisión.
Infortunios e imprevistos.
Además de todos estos factores que hemos comentado, que
vienen a demostrar que la plantilla del equipo tejano es más débil que la de la
campaña precedente, Rick Carlisle ha tenido que hacer frente a una serie de
imprevistos que han dificultado todavía más el devenir de la temporada. Jugadores
como Roddy Beaubois o Jason Terry han sufrido problemas personales que les han
tenido apartados de la dinámica del grupo durante varios partidos, y Delonte
West se perdió más de una veintena de partidos debido a una desafortunada
fractura en la mano derecha.
Con respecto a Dirk Nowitzki, el alemán completó una primera
parte de la temporada con sus números más discretos desde que aterrizara en la
Liga, consecuencia de unos porcentajes de tiro, especialmente desde más allá
del 7,20, muy discretos respecto a otros años. El poco tiempo de preparación
desde el levantamiento del lock-out y diversos problemas en su rodilla han
mermado el rendimiento de un jugador, no lo olvidemos, de 33 años.
La hora de la verdad.
Todo esto ha desembocado en un balance de victorias y
derrotas que no ha permitido certificar su pase a los play-off hasta hace muy
pocas fechas. Dallas Mavericks acumulará en el mejor de los casos un record de
37 triunfos y 29 derrotas (recordemos que al haber empezado más tarde la
temporada, esta consta de solo 66 partidos de liga regular), finalizando casi
con toda probabilidad en séptima posición de la conferencia Oeste. Ello les
cruzaría en primera ronda con Oklahoma City Thunder (segundos clasificados tras
San Antonio Spurs tras una recta final muy irregular en la que han dejado
escapar el liderato), equipo al que ya vencieron en las finales de conferencia
la pasada temporada por 4-1.
Ninguno de los dos equipos es el mismo que entonces. En
aquella serie los Thunder pecaron de una excesiva ingenuidad y dejaron escapar
al menos dos partidos que tenían prácticamente ganados. Esta temporada han
demostrado una mayor madurez competitiva y cuentan, además, con el mejor Kevin
Durant de su carrera.
Como la temporada pasada, nadie vuelve a contar con Dallas
Mavericks en la carrera por el anillo. La temporada pasada era más por una
cuestión anímica y de precedentes, pero este año los motivos son puramente
deportivos. Dallas cuenta con un equipo más débil y más envejecido (es, de
hecho, la plantilla más veterana de la competición), con un enorme agujero en
el juego interior (factor que se ha demostrado fundamental para construir un
equipo campeón en los últimos años) y con muchos de sus jugadores sin la
ambición competitiva de antaño.
Si bien es cierto que la postemporada es algo completamente
diferente a la liga regular y que eliminar a OKC no sería del todo una
sorpresa, Dallas Mavericks va a tener que superar unas dificultades mucho
mayores que las de la temporada pasada en la carrera hasta el final. Lo que si
es innegable es que si hay un grupo de jugadores, un entrenador e incluso un
dueño de franquicia con la fe suficiente como para sobreponerse a las
adversidades, con una inquebrantable ética del trabajo y una extrema tenacidad
para seguir adelante, esos son los de los Mavericks.
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