Europa seguirá marcando el paso de las bolsas esta semana, con lo que
convendría mantener bajas las expectativas ante la proximidad de una
nueva cumbre el jueves 27 y viernes 28, más allá de las habituales
fotografías y declaraciones para la pose, especialmente teniendo en
cuenta que estamos próximos al cierre del segundo trimestre, lo que
podría dar volatilidad y mantener la presión sobre el euro durante
próximas sesiones.
Europa puede, básicamente, optar entre dos caminos. El primero y más
probable, además de infructuoso, es seguir adelante con el enfoque
actual, consistente en seguir tratando sucesivamente los problemas más
urgentes de forma individualizada y dejar para el futuro una solución a
las causas de fondo, considerando que la crisis actual no es en realidad
una crisis europea sino una suma de crisis de diferentes países
europeos. Resulta difícil imaginar que esto vaya a resultar en el caso
de España cuando se ha mostrado claramente ineficaz con países y
economías de menor tamaño. Parece haber, de momento, una
determinación general sobre la necesidad de mantener a España dentro
de la Eurozona, incluso de sobreentiende que así será. Pero una cosa
es defender un sistema monetario, porque se teme el coste incierto de
una ruptura, y otra cosa diferente es poder afirmar que este sistema
satisfaga las necesidades de los hogares y de las empresas... Una línea
argumental que en breve saltará a los debates y que conduce
inevitablemente a plantear preguntas acerca de la carga de la deuda y su
posible reestructuración, lo que en su momento proporcionará otra
buena dosis de incertidumbre y, si se sigue optando por la estrategia
hasta ahora seguida, las condiciones adecuadas para que España se vea
abocada a un nuevo rescate, de tipo soberano.
La segunda alternativa consiste en en cambiar la escala de las
respuestas y comenzar a hablar en términos pan europeos y de una unión
monetaria efectiva. Obviamente, esto último implicaría definir un
acuerdo marco con su hoja de ruta, calendario y compromisos, con el fin
de llegar a una verdadera unión fiscal, bancaria y económica, algo a
lo que se apuntan todos los líderes cuando están delante de un
micrófono pero a lo que se resisten cuando se trata de defenderlo de
manera efectiva y con medidas legislativas concretas ante sus electores.
España debería reconocer su dramática situación y la necesidad de
apoyo para salir de la situación actual porque de otro modo, con la
economía por los suelos y una tasa de desempleo emblemática que afecta
al 25% de la población activa y al 50% de los jóvenes, no hay
lamentablemente ninguna esperanza de ver caer el desempleo en el futuro
próximo. La última vez que algo así sucedió fue en los 90 gracias a
la perspectiva de entrada en la unión monetaria, sinónimo de menores
tipos de interés, la desaparición del riesgo del tipo de cambio y las
políticas de convergencia con el resto de países europeos. Y hoy en
lugar de eso, tenemos a una buena parte del sistema bancario en
situación de insolvencia debido a su exposición la burbuja
inmobiliaria. Y aunque en unas semanas conoceremos el tamaño real de
los daños bancarios derivados del frenesí de la construcción, nadie
se atreverá incluso entonces a aventurar que la reestructuración del
sector bancario haya finalizado. Para colmo las finanzas públicas se
encuentran también en un estado crítico y plantean serias dudas sobre
la sostenibilidad de la deuda pública, algo impensable hace solamente
unos meses y que es muestra de la situación de urgencia que los
inversores, pero no los políticos, parecen alcanzar a entender. Dicho
lo cual debemos concluir que la situación española seguirá
deteriorándose a no ser que tras la cumbre se logre para España una
gran cantidad de capital para su sistema bancario (además de las
continuas inyecciones masivas de liquidez por parte del BCE), unos tipos
de interés muy bajos para la deuda y un apoyo masivo a la actividad
económica. Todo lo cual requeriría un gran acuerdo para aumentar el
tamaño de la intervención y los mecanismos de asistencia (lo que
implica la participación directa o indirecta del Banco Central
Europeo), y adoptar sin dobleces las recomendaciones asociadas a dicho
acuerdo.
Es cierto que temas como la posibilidad de ver a España fuera de la
Eurozona, o de que España reestructure su deuda soberana y la bancaria,
no están en la agenda de la cumbre. Pero son temas que no pueden ser
totalmente ignorados durante mucho más tiempo. En cualquier caso no
todo son malas noticias y los españoles, al igual que los italianos,
portugueses y griegos todavía podemos agarrarnos a la esperanza de
marcar algún gol a Alemania, aunque sea en la Eurocopa.
|