A pesar del Iva, del monopolio empresarial y televisivo, la fiesta muere y nace cada día. En Julio sube el Iva para minar a los novilleros sin caballos y desde el Arenal se nos aparece una esperanza pepeluisista, llamada Paco Lama. Que si no hay interés para ir a los toros por culpa de carteles sin remate, en menos de un par de meses llegan los carteles de Badajoz, Huelva, El Puerto y Nimes para rascarnos el poco dinero que nos quedaba de primavera. Pero hay más, Pamplona este año da una de cal y otra de arena, buenas corridas las primeras y gatunas las tres últimas. Julián se equivoca y escoge para la efeméride reivindicativa lo peor del campo bravo, su gozo en un pozo retransmitido para más inri por el Plus. Guerra Santa me cuentan entre Molés y El Juli, aunque no sé si tomar partido esta vez sí cuando dicen Santa, la verdad parece tratarse más de un trifulca de dineros que de la santidad taurina en ambos frentes. De cualquier manera, otra sorpresa resurge en San Fermín con tres torerazos desatando la torería en Navarra. Si señor, antes de la llegada de la feria del medio toro, pudimos tomar nota de las brillantes las actuaciones del malagueño Jiménez Fortes, la del torero sevillano al natural Antonio Nazaré y por último la del salmantino Javier Castaño, dueño y señor de la corrida dura, blanda y madura, pues no hay toro en el campo y en la plaza que pueda con él. A Castaño le pasa lo que a la fiesta, que por más destructores que le salgan al paso, a todos ellos los lance con mucho temple y poderío. Que si la fiesta va mal, llega un chaval llámese Lama, Morante o Tomás y la vuelve a poner del revés. Les digo más, a Manzanares lo tienen que matar por que con una mano es más mortífero que con la dos y que si Ponce está acabado, bueno pues haber si alguien tiene los santos argumentos para rebatirle su última tarde cumbre en Bilbao.
Esta fiesta tiene el espíritu de Padilla en las venas, que a punto de apagarse las últimas luces del teatro, hay algo que no sé qué…que mantiene la corriente, el pulso de la afición taurina. La fiesta vive más de atardeceres que de mañanas de paseo, gracias a estos superhombres que generosamente ofrecen su vida para nuestra mayor felicidad. Una tarde de toros. Nadie puede con ellos, fundamento de la fiesta, pues los toros pueden morir pero nunca un torero, es una actitud ante la vida una constante inconformista, vencer a la muerte segura. Esto es la puntilla, llevan escuchando los Cossío cinco generaciones…
Por mucho que vengan y se marchen políticos mediocres, empresarios abusones, críticos de pesebre, antis, toreros de piedra y cartón, se caiga el toro, etc. Siempre queda uno de los nuestros en pie. Sí señor, en pie de guerra para desenmascarar a todos ellos y decir aquí estamos nosotros y nuestra santa trinidad: pureza, verdad y honor. Esto no lo sabe mucha gente del toro, ni falta que le hace con un puñadito de partidarios y aficionados de verdad nos sobra y basta para que aún viviendo en la catacumbas nunca se pierdan las corridas del todo. Que hace falta limpieza de sangre, pues adelante esto no es para mediocres y peseteros, nunca lo fue así y así seguirá siempre. Lo dicho que vienen fuertes las curvas, pues a apretarse los machos.
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