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Desde Wembley

Isaac Bigio
lunes, 30 de julio de 2012, 07:35 h (CET)
Escribo estas líneas desde el mayor estadio de la patria de fútbol como parte de una serie de entregas sobre las Olimpiadas. Estas es una columna de análisis internacional pero en el siguiente medio mes me centraré en examinar a esta gran competencia global cuatrienal desde un ángulo particular.

Estaré abordando algunos trasfondos políticos y también anécdotas de quien vive en Londres desde hace un cuarto de siglo y quien fue encargado de organizar los vínculos entre la Comisión Olímpica con la comunidad y los consulados de habla española y portuguesa.

Wembley ha sido completamente reestructurado habiéndose trasformado en el estadio más caro que hay. Mientras el mundo vio con shock como el 11-S-2001 dos aviones despedazaron las Torres Gemelas de Nueva York, yo presencié con tristeza como cada día durante varias semanas las torres gemelas del estadio de Wembley iban siendo demolidas bajo el justificativo de dar paso a un nuevo súper-complejo. Hoy en el nuevo Wembley estoy rodeado de uruguayos, pese a que en esta ciudad hay muy pocos de ellos, quienes acaban de ver perder a su selección de balompié 2 a 0. Dentro del millón de iberoamericanos que residen en la cuna de la lengua inglesa la mayor comunidad inmigrante suramericana son los brasileros, los mismos que han hecho su reducto en la zona de Wembley.

Hace dos años organizamos una asamblea de la comunidad iberoamericana con autoridades de Londres y vino el jefe del municipio de Brent, el distrito donde está ese estadio, quien propuso renombrar a su comuna como Wembley, debido a que todo el mundo conoce a esa palabra. Tanto en esa oportunidad como en la asamblea iberoamericana que tuvimos con el burgomaestre londinense Boris Johnson hace seis meses le propusimos rebautizar al barrio suramericano de dicho distrito, en torno a la estación de Willesden Junction, como Maracaná.

Los 40,000 suramericanos que se estima viven en el distrito de Brent-Wembley son parte de uno de los distritos más multi-étnicos de la metrópolis más étnicamente diversa del globo. Antes de que en el 2000 se crease la alcaldía de Londres quien fuese su primer burgomaestre, Ken Livingstone, fue parlamentario representando a una zona de Brent.

Diez semanas antes de las Olimpiadas Livingstone quiso haber regresado a la alcaldía de Londres para ser el anfitrión oficial de estos juegos que él fue un artífice en lograr que se dieran en esta capital cuando fue en el 2000-2008 el primer burgomaestre de la historia de Londres.

Sin embargo, él, el mayor aliado de la ALBA en Inglaterra, volvió a perder ante el conservador Boris Johnson quien hoy, junto al primer ministro tory David Cameron, aparecen capitalizando estos juegos, mientras que, quienes consiguieron que Londres fuese la sede olímpica (Blair y Livingstone) aparecen desapercibidos. En política nadie sabe para quien trabaja y a veces quien empieza corriendo último acaba liderando la maratón.

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En un mundo que presume de avances sociales, tecnológicos y morales, hay un virus antiguo que sigue latiendo bajo la superficie, “el egoísmo”. No se trata de una simple preferencia por uno mismo, sino de una actitud enquistada que se manifiesta, con demasiada frecuencia, en la avaricia y la indiferencia hacia quienes solo aspiran a algo tan básico como vivir con dignidad.

Muchos se interesan por mi opinión sobre el nuevo papa. Y yo que sé. Un montón de personas, alguno de mi familia, hablan de Robert Frances Prevost como si le conocieran de toda la vida. Ciertamente, estuvo en Málaga durante unos días en mi querido Colegio de los Olivos, lo hizo en función de su cargo dentro de la Orden agustiniana. Anecdóticamente, tengo un ahijado que comió con él en una ocasión. Pues muy bien.

Existen hoy periodistas, si se les puede llamar así, que buscan la conformidad fácil reivindicando un ateísmo moderno y un antitradicionalismo de manual progre, y perdonen, pero no estoy de acuerdo. Es triste que basándose en tópicos y estereotipos que son minoría en muchos sentidos, se pierda el respeto a las tradiciones y a la cultura religiosa, que es mucha.

 
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