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Control de la población y eugenesia

Es casi imposible demostrar la existencia de Dios; la del diablo, por el contrario, es una evidencia
Ángel Ruiz Cediel
jueves, 20 de septiembre de 2012, 07:25 h (CET)
Sólo la pequeña verdad es soportable; la grande, la enorme verdad, es sencillamente increíble. Es mucho más fácil creer una mentira colosal que asumir como posible una verdad universal. Todo el mundo sabe que el “Manifiesto de los magos de Sión” fue una falsificación interesada de unos antisemitas, pero se cumple a carta cabal lo expuesto en él como si fuera cierto; al “Tratado de Iron Mountain” se lo tildó siempre de un invento conspiranoico, pero la actualidad internacional corrobora su ejecución punto por punto; y no pocos desestiman como falso el “Proyecto 2000” llevado a cabo en tiempos de Jimmy Carter, pero lo cierto es que se puede apreciar su implementación en las cuatro esquinas de la Tierra.

La verdad, la gran verdad, ya digo que es insoportable. Mejor creer una mentira de cualquier tamaño, incluso la más grande, como que todo cuanto sucede es casual o que en Occidente hay alguna clase de democracia, que no hay más vida que la material –el aquí y ahora- o que incluso la crisis que vivimos existe.

No tengo que encomendarme demasiado a la memoria para recordar cuando los gobiernos del mundo estaban preocupados por la explosión demográfica, asegurándose incluso que si llegábamos a los cuatro mil millones el planeta no sería capaz de soportarlo; pero ya hemos llegado a los siete mil millones de almas y en unas décadas más, cuatro, seríamos nueve mil millones… si es que antes no se hace algo.

Y algo se está haciendo, y tan aprisa como pueden. Me explico: se están promoviendo todas las acciones posibles para reducir drásticamente la población mundial, aunque, en el decir de los eugenistas, de una manera ordenada y controlada, comenzando por las clases pasivas y las “no convenientes”, a fin de preservar cierta excelencia genética. Ya se pueden imaginar qué significa en lenguaje coloquial esto. Allá por años los sesenta, la preocupación por la superpoblación era enorme y la campaña por la contención demográfica fue, consecuentemente, exagerada en todo el mundo, llegándose a regalar en algunos países, como India, un transistor a quien se esterilizara voluntariamente, y en otros, como China, imponiéndose la viabilidad de un solo hijo por pareja y consintiendo sólo el segundo si se abonaban cantidades exorbitantes que no estaban al alcance de casi ningún bosillo. Sin embargo, a medida que se desarrollaron los planteamientos eugenésicos que mencionaba al principio y aparecían las primeras pandemias universales, como el SIDA y otras, se abandonaron estas técnicas primitivas de contención, e incluso recientemente China derogó aquella ley que ponía límites al número de hijos. Vale añadir, para completar el cuadro, que desde la década de los 60 hasta hoy, el índice de fertilidad humana en Occidente ha caído a menos del 25%, y no sólo por la voluntad de las parejas de vivir mejor o de proporcionar a su prole un más alto nivel de vida, sino también porque la capacidad reproductiva se ha desplomado sin que nadie sepa a ciencia cierta por qué, experimentándose de forma masiva una pérdida de la calidad y cantidad de esperma en los varones superior al 50%, y apareciendo todo tipo de patologías que producen infertilidad en una parte considerable de la población femenina. Dicen algunos que todo esto es debido a los estrógenos artificiales que contienen los plásticos, y parece ser verdad; otros, que por el estrés de la vida urbanita o por cuestiones como las modas –las ropas excesivamente ajustadas y todo eso-, y puede ser que también lo sea; y no faltan quienes hablan de los chemtrails, de los transgénicos y aún de las vacunas, en algo parecido a una masiva eugenesia programada.

Las guerras, hasta ahora, no parecen haber sido suficientes como para contener significativamente los índices demográficos, y, por lo que se ve, hay quiénes se han propuesto ayudar a la madre naturaleza con coadyuvantes severos. Por una parte, con cuestiones como estos recortes sanitarios que se están imponiendo en muchos países en crisis económicas severas, obligando a la población a un gasto médico y farmacéutico tal que las personas mayores –que cobran y no producen ni pagan- van a ver cómo se incrementa su índice de mortalidad en muy poco tiempo, abaratando notablemente así los costos del Estado; como las facilidades para el aborto, despenalizándolo en algunos supuestos en los que cabe cualquier cosa; o como las campañas de homosexualización que se están implementando por doquier (más allá de la tendencia impuesta por los llamados estrógenos plásticos que todos ingerimos o sí o sí cada día, feminizando a la población en general). No se entienda mal: ni soy el Pepito Grillo de ninguna conciencia ni quiero serlo, y personalmente tanto me da que cada cual use su libertad como mejor crea conveniente, de modo que no es ninguna reprobación a ninguna conducta o parecer. Allá cada cual con su conciencia.

Esto en lo menor… o pacífico, digamos. Siendo estos métodos eugenésicos gravísimos, en otro orden superior o más dañino, si es que así podemos reducirlo debido a lo cruento o masivo de las técnicas empleadas, se encontrarían las guerras, los químicos esparcidos mediante fumigación de poblaciones (chemtrails), algunos medicamentos de uso generalizado que tienen entre sus consecuencias demostradas la infertilidad, las vacunas y los alimentos transgénicos. Cuando uno mira el panorama internacional –y aún nacional- se pregunta si las potencias y la misma ONU no estarán buscando enfrentamientos civiles controlados en vez de solucionar problemas en países lejanos, al menos a tenor de los resultados de las distintas intervenciones que ha habido lugar desde aquellos años setenta en que se desarrollaron los planes que mencionaba al principio. Lejos de solucionar cualquier clase de conflicto nacional o internacional, las distintas intervenciones de cascos azules y aún de las potencias, han establecido de forma permanente el estado de guerra civil allá donde han intervenido, y en ello incluyo a los países de la “Primavera Árabe”. Y todavía yendo más lejos, da la impresión de que están creando un frente con la masa crítica suficiente como para crear artificialmente (ingeniería político-militar) un conflicto mayor intercultural o interreligioso. De lo de Irán, ni siquiera menciono que más parece que están por tirar por la calle de en medio y armar una degollina lo suficientemente intensa como para que el recorte de población mundial sea más o menos memorable.

Últimamente he leído varios artículos que mencionan que algunas vacunas afectan a la fertilidad humana de tal modo que sus efectos son incluso transmisibles de una generación a otra, y en ellos se dan nombres de laboratorios y mecenas que promueven estas prácticas que, francamente, a uno le dan miedo, al menos tanto como para no comprender cómo si no es verdad estos poderosos potentados y empresas multinacionales no han metido ya en la cárcel a quienes presumiblemente han vertido tales libelos. O es verdad, o esto hiede como Lázaro antes de resucitar. Véase cómo en asuntos nimios como el caso ése del desnudo de la princesa inglesa se han movido ante los tribunales y han finiquitado favorablemente el asunto, y cómo en este caso tan aberrante ni siquiera se mueven.

Uno a uno, en todos estos frentes parece que se está persiguiendo un fin eugenésico. No es noticia que la sobrepoblación mundial es insoportable para el planeta, y hay quiénes, considerándose dioses de este mundo, se han tomado la molestia de intentar resolver el problema dándoles tanto así que la cosa sea por las bravas –la guerra- como por métodos más sutiles, como antes los mencionados. Y últimamente, por lo que se ve, tienen cierta prisa, habiendo puesto ya en funcionamiento pleno sus arcas de Noé y su estrategia final. Hay quien dice que el HAARP es un arma geodésica capaz de producir terremotos o el calentamiento de la atmósfera de cualquier lugar como si fuera un microondas gigantesco; pero también los hay que creen, y están convencidos de poder demostrarlo, que su función es debilitar el Cinturón de Van Allen para dejar expuesta a la Tierra a las ECMs en un grado tal que impulsen de forma natural sus planes eugenésicos.

Nada extraño, si consideramos que en 1976, fecha en que se desarrollo el Proyecto 2000, consideraban que la cifra máxima de humanos que admitía el planeta era de dos mil millones de seres, aunque la degradación del medio les ha empujado a redefinir, por lo que se ve, que es mejor reducir esa cifra a la mitad. De sobra sé que todo lo expuesto es una estupidez que no se sostiene de ninguna manera, pero me maravilla ver cómo todo cobra sentido cuando uno mira a su alrededor y trata comprender los mimbres de esta trama con una inteligencia serenamente crítica y de constatar sus desvaríos confrontándolos con los sucesos. Seguramente ha de ser mi fantasía de novelista la que me empuja a cierta paranoia, o viceversa. Ya saben ustedes que no todos los sabios son paranoicos, pero que todos los paranoicos son sabios, porque sus delirios son tan sólidos que con capaces de confundir incluso a los psiquiatras. Tal vez por esto hace casi diez años escribí “Los días de Gilgamesh”, novela en la que, curiosamente, trato precisamente este asunto, acaso completando el círculo que comencé a trazar con “Sangre Azul (El Club)”. Un delirio, sin duda, al que no deben prestar ninguna atención. Una especie de alucinación que no tiene nada que ver con que esa misma elite que supuestamente está preparando este pastel se haya construido los superbunkers que todo el mundo a estas alturas conoce o ya está al tanto de ellos, ni con la Cúpula del Fin del Mundo de Noruega, ni con esta falsa crisis que está esquilmando a las naciones y poniendo en riesgo de muerte por miseria y pandemias a importantes capas de la población mundial, ni con el acaparamiento de oro por parte de los grandes potentados, ni con esas guerras que se han librado para dejar países en paz sumidos en contiendas civiles de una crueldad inenarrable, ni con los recortes claramente eugenésicos que están aplicando los gobiernos en crisis, ni con todos las demás cuestiones que he comentado en este artículo.

Imaginaciones, sin duda. O, quién sabe, a lo mejor una verdad de ésas tan enorme que es sencillamente increíble.

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