MADRID, 20 (OTR/PRESS) Me temo que esta vez el título de la columna debería ser el comienzo de la misma: vaya panorama. Y es que esto no da ya más de sí. Es que mires a donde mires el paisaje social resulta tan helador como el climático y otra ola de frío va helando -como decía el poeta- el corazón del españolito medio. El hispanista Stanley G. Pynes se mostraba "desilusionado" con los políticos españoles del Siglo XXI; pues imagínese cómo nos podemos sentir nosotros Mr. Pynes, aunque, para ser sinceros, tampoco es que los políticos ingleses de este mismo siglo estén siendo un espejo al que mirarse. Pero es verdad. No es posible que en tan poco tiempo hayan pasado tantas cosas y se hayan truncado tantas ilusiones y nos encontremos hoy donde nos encontramos con un histórico PSOE destrozado y desangrándose por luchas intestinas que, tengan el final que tengan, no puede ser bueno. No es posible que sea cuando sea el dichoso Congreso, haya o no haya primarias, el socialismo pueda salir no ya reforzado sino ni siquiera unido en un proyecto común. La menos histórica Izquierda Unida pero heredera del viejo Partido Comunista se ha diluido como un azucarillo en la copa triunfal que levantaban justos los profesores de Podemos. Pero el triunfo tiene su precio y como tantas veces se ha repetido, resulta demasiado fácil morir de éxito. Podemos, aquella ilusión que canalizó la hartura de tantos, se debate hoy entre personalismos y figuras porque ya son casta, les guste o no, y les ha llegado la hora de la vanidad y el deseo de poder que se disfraza de modelo de hacer política cuando ni siquiera en sus mejores épocas su modelo parecía ser viable. Ciudadanos sigue sin encontrar su sitio y el papel de bueno de la peli no es nada agradecido: se lo van a comer por la derecha o por izquierda porque no se puede servir lo mismo para un roto que para un descosido y al final, ni unos ni otros van a fiarse de que funcione la bisagra. Y queda el PP que parecía hermético pese a los escándalos y que seguirá ofreciendo esa imagen mientras la argamasa del poder les mantenga unidos. Pero Génova va siendo cada vez más un polvorín porque un partido político no puede insistir en su ceguera frente a la escandalosa corrupción que le rodea. No lo hicieron cuando lo debieron hacer y en cuanto las urnas no alcancen, alguien desde dentro tendrá que quemar tanto rastrojo. Y lo malo del PP es que no escarmienta. Dejemos a los políticos y pasemos a la banca. Hay que mirar hacia otro lado porque lo que se va viendo es tan triste que uno no entiende cómo hemos podido vivir así. Van de escándalo en escándalo, de trampa en trampa, de usura en usura y sin ningún pudor, cuando han quedado demostradas y sentenciadas sus jugarretas -y aun no todas- a costa del pobre cliente medio, lo que hacen es endurecerlo todo y cargar sobre la ciudadanía lo que ellos no están dispuestos a pagar con sus enormes sueldos, con sus inmorales retiros y subvenciones. ¿Seguimos? ¿Hablamos los nacionalismos que ofenden con su ausencia al resto o mejor de los antisistemas metidos en el sistema? Tal vez convendría reflexionar qué pasa en una sociedad donde la policía -las policías- tienen que pedir públicamente respeto a los políticos que les mandan. ¿Y si nos damos una vuelta por los juzgados donde se eternizan las instrucciones, los juicios, las sentencias? Lo dicho: no sé si es el frío, pero ¡vaya panorama!
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