MADRID, 1 (OTR/PRESS) Solo ha pasado un mes y medio desde que se celebraron elecciones autonómicas en Castilla y León. Pablo Casado y su entonces número 2, Teodoro García Egea, que habían impulsado o, al menos, auspiciado aquellos comicios desde su despacho en la calle Génova, soñaban con que aquellos resultados fueran un hito más en su camino hacia la Moncloa, tras la contundente victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Pero no, Madrid no es España ni Ayuso es Mañueco, y aquel ensueño se convirtió en pesadilla en cuanto acabó el escrutinio. Todo lo que sucedió fue que el PP se quedó como estaba, pero había cambiado de socio. Y Vox había pegado tal acelerón que ya no se conformaba con estar en la sombra, quería entrar en el gobierno de Castilla y León. Después sucedió lo que sucedió: el escándalo de las acusaciones cruzadas de malversación y espionaje entre Casado y Ayuso. Pero lo que sucedió seguramente no hubiera sucedido o no habría tenido las mismas consecuencias si en aquellas elecciones Mañueco hubiera arrasado como Ayuso y si una semana antes el PP hubiera tumbado la reforma laboral de Sánchez de haber acertado el torpe diputado Casero. Pero no sucedió, el PP implosionó y Casado y García Egea saltaron por la ventana. A partir de hoy, ese PP doliente intenta restañar las heridas en Sevilla con la elección oficial de Alberto Núñez Feijóo como presidente y con la designación de una nueva dirección que afronte el futuro. El partido tiene que decidir qué quiere ser de mayor, si quiere evolucionar o si desea ser el nuevo PP de toda la vida. De momento reivindica su pasado sin aclarar bien qué camino tomará en el futuro. No es fácil vislumbrar si el nuevo presidente intentará conquistar definitivamente una centralidad que lleva buscando su partido desde hace décadas o si seguirá virando a la derecha de su derecha para recuperar apoyos ciudadanos que se han echado en los últimos años en los brazos de Vox. No lo tendrá fácil Feijóo, pero conviene que aclare sus intenciones. Porque no se puede estar por la mañana clamando contra el populismo de Vox y bendiciendo después la coalición, no se puede reclamar un día más financiación autonómica y al día siguiente acusar al gobierno de forrarse con los impuestos, no se puede legislar contra la violencia machista cuando presides un gobierno autonómico y comprar el discurso de la violencia intrafamiliar cuando pretendes gobernar España. Esperemos que Feijóo tenga arrestos suficientes y suerte. Porque el PP se juega mucho, pero España también.
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