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Luis Agüero Wagner
Luis Agüero Wagner
El 10 de febrero de 1934, los paraguayos decidieron simular un ataque a este sector, al sólo efecto de evitar que los bolivianos trasladen tropas para reforzar La China

El 10 de febrero de 1934, los paraguayos decidieron simular un ataque al sector de Magariños al sólo efecto de evitar que los bolivianos trasladen tropas para reforzar La China. En una guerra cruel y de bien lograda fealdad, Paraguay y Bolivia dilapidaron capitales que no tenían para una matanza que aún reclama una explicación a la humanidad.

En su edición del 6 de febrero de 1935, el diario Nueva Época de Salta advertía que la amenaza paraguaya de tomar la ciudad boliviana de Villamontes era cada vez más inmediata y real

En su edición del 6 de febrero de 1935, el diario Nueva Época de Salta advertía que la amenaza paraguaya de tomar la ciudad boliviana de Villamontes, era cada vez más inmediata y real. En esa misma fecha los paraguayos atacaron Ñaincoranza, dentro de las serranías del Aguaragüe, hasta donde habían llegado tras una larga y costosa ofensiva.

La que libraron paraguayos y bolivianos de 1932 a 1935

El lunes 28 de enero de 1935, tropas al mando del Coronel Rafael Franco ocuparon la ciudad boliviana de Macharetí, donde fue izada la bandera paraguaya, en un mástil junto a la iglesia. Los oficiales paraguayos degustaron allí novillos, lechones y pollos decomisados a los bolivianos.

Si existe en la historia militar una prueba de que la guerra las ganan los hombres y no las armas, es la batalla de Nanawa, librada en enero de 1933 durante la guerra del Chaco

El día 23 de enero de 1933, los bolivianos trataron de desalojar a los paraguayos de sus posiciones en Nanawa, sin poder ir más allá de las posiciones alcanzadas en su avance inicial del día 20, y padeciendo numerosas bajas. Si existe en la historia militar una prueba de que la guerra las ganan los hombres y no las armas, es esa batalla librada en enero de 1933.

El miércoles 16 de enero de 1935, un grupo de hombres de reavivado verde olivo, divisó por primera vez un río al que sólo habían oído mencionar en inflamadas consignas, y en una popular canción que devino en profecía. Nunca lo habían visto ni poseído, pero lo sentían.

El 4 de enero de 1916 nació en Costa Negra, Misiones, el labrador paraguayo Prisciliáno Velázquez. A los ocho años, vio desfilar a los ejércitos que en 1922 desangraron al Paraguay, en una terrible guerra civil entre enemigos de cuentas bancarias separadas, aunque filiación compartida.

El sábado 24 de Diciembre de 1932, mientras seguían las operaciones en Saavedra y los aprestos para resistir en Nanawa cuando el día de Nochebuena sorprendió a la guerra. Cuando indicaba que los batallones y regimientos pasarían navidad en medio del estridor de las armas y bajo fuego enemigo, llegó de ultramar un pedido inapelable para aquel tiempo.

En la navidad de 1932, un pedido de tregua del Papa Pio XI hizo que se silenciaran las armas en el Chaco. Allí se enfrentaban Paraguay y Bolivia en una guerra que harían famosa Dreiser, Huey Long, Augusto Céspedes y Augusto Roa Bastos entre muchos otros.

En el contexto de la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia, el 12 y 13 de diciembre de 1932 los bolivianos lanzaron un furioso ataque sobre el fortín Platanillos, en manos paraguayas desde el 6 de noviembre, fecha en la cual tres regimientos paraguayos expulsaron del sitio a los bolivianos. Luego de tomar la posición, la mayor parte de las tropas paraguayas se retiraron dejando un pequeño contingente, insuficiente para defender el lugar.

Se ausentó definitivamente esta semana el obstinado cronista de la ENTREGA DEL CHACO,  Arturo Rahi. Autor de varios libros revelando los entretelones de  las negociaciones paraguayas con Bolivia luego de la guerra del Chaco, encarnó la voz de la conciencia patriótica  con sus inclaudicables críticas a un contubernio deshonroso que como un prodigioso truco de magia que a pesar de realizarse  a pleno sol y ante una multitud, nadie vió.

La fascinación que Napoleón Bonaparte ejerce sobre los historiógrafos contagió al cineasta Ridley Scott, cuyos errores y omisiones historiográficas resultan intrascendentes ante el placer que produce ver cobrar vida a personajes tan intensos recreando un gran momento en la historia universal.

Confieso haber vivido varios años en Argentina, durante el auge neoliberal de la última década del siglo XX, curioseando sobre la mentalidad, cultura e historia de ese país tan grandioso y sorprendente como dramático y desgarrado. Las privatizaciones y asimilación de políticas promovidas por organismos financieros internacionales de ese tiempo fueron un experimento controlado que pude seguir con mis propios ojos.

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