Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Firmas y Blogs
Juan Torres López
Ganas de escribir
Juan Torres López
Me parece de todo punto imposible que un gobierno cualquiera pueda reducir un 40 por ciento por ley y en el marco de una legislatura el precio de los alquileres en toda España

Las condiciones relativas a política de vivienda que la dirección de Podemos sometió a referéndum de sus bases para apoyar los Presupuestos Generales de Estado y que han sido aprobadas masivamente me parecen una gran equivocación. Lo que acaba de aprobar Podemos implica anunciar de antemano que se votará en contra de los Presupuestos que deberán debatirse próximamente en el Parlamento. La razón es sencilla: se trata de condiciones de imposible cumplimiento.

Su objetivo no es el de insultarme, aunque también lo hace. Más bien trataría de mostrar a quienes me leen que yo soy un ignorante, un defensor de dictaduras y de la violencia

He tenido la fortuna, a lo largo de mi vida, de escribir cuando he tenido ganas de hacerlo y también de lo que me ha apetecido. Hoy tengo ganas de escribir del sujeto que, desde hace muchos meses, en realidad años, y amparado en el anonimato, escribe en mi web cientos de comentarios descalificadores (por denominarlos suavemente).

Se está equivocando en la estrategia. En el caso del POSE, de forma garrafal

La presencia de dirigentes políticos de izquierdas que ocupan o han ocupado cargos en el gobierno en las manifestaciones por la vivienda de hace unos días resulta un tanto surrealista. Esas personas y sus organizaciones respectivas han sido responsables del deterioro que en los últimos años ha sufrido el ejercicio del derecho que reconoce el artículo 47 de la Constitución Española: «Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada».

Una vez más, el Banco de Suecia se comporta como una institución parcial, ideologizada y al servicio del poder dominante

Un año más, los medios de comunicación anuncian que la Academia Sueca ha concedido el Premio Nobel de Economía, en esta ocasión a Daron Acemoglu, Simon Johnson, ambos profesores del Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Estados Unidos, y a James A. Robinson, de la Universidad de Chicago. Los tres son extraordinarios académicos, de gran prestigio, pero eso no quita que ese premio sea un fraude y que el modo en que se concede confunda a la gente.

La relación entre el comercio y la guerra es bien conocida. No hace falta ser experto en historia de la humanidad para saber que, quizá junto a las motivaciones religiosas, los conflictos por la distribución de la riqueza y la búsqueda de ventajas comerciales han sido las principales causas de enfrentamientos bélicos entre los grupos de población y las naciones.

Las acciones violentas e ilegales que Israel ha venido realizando contra el pueblo palestino durante décadas alcanzaron un nivel nunca visto al dar respuesta al ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre del año pasado. Desde entonces, se viene comportando, en palabras del Alto Comisionado de la Unión Europea, José Borrell, «como un grupo terrorista» y comete un genocidio continuado al que ninguna potencia occidental parece desear ponerle freno.

La casualidad (o quizá mi subconsciente) me lleva a comentar la propuesta sobre bajas laborales flexibles que acaba de hacer la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones justo el día 7 de octubre, cuando se desarrolla la Jornada Mundial por el Trabajo Decente.

El concepto de productividad es uno de los más utilizados en economía y quizá de los más conocidos entre la población por sus implicaciones prácticas. Me atrevo a pensar que cualquier persona con una mínima formación o cultura general sabe que la productividad es el resultado de dividir la cantidad producida por algún recurso (un trabajador o una máquina, por ejemplo) entre el número de horas necesitadas para producirla.

El capitalismo se puso en marcha impulsado por un lema bien conocido: «Dejar hacer, dejar pasar». Unos reconocen su autoría a Vincent de Gournay (1712-1759) y otros a Pierre Samuel du Pont de Nemours (1739-1817), pero, sea cual fuese su original creador, lo cierto es que ninguna frase refleja mejor lo que necesitaba la sociedad de la época para que se consolidara una economía como la capitalista.

El cada vez mayor número de personas y grupos de población sin acceso a la vivienda es un problema creciente en casi todos los países avanzados del planeta. En este comentario no pretendo hacer un análisis exhaustivo de este problema. Sólo pretendo mostrar que no se podrá resolver mientras el mercado siga siendo el mecanismo principal que determine el número, el tipo y el precio de las viviendas que se construyen.

Al acabar la II Guerra Mundial, Estados Unidos tenía un PIB que representaba la mitad del mundial, nueve veces mayor que el del Reino Unido que le seguía en magnitud, y disponía del 80 % del oro existente en el mundo. En esas condiciones y cuando los demás países occidentales estaban prácticamente destruidos y sin liquidez, no le supuso ningún problema imponer al dólar como moneda de reserva internacional en la Conferencia de Bretton Woods de 1944.

En muchos de mis artículos y libros he mostrado que la independencia de los bancos centrales que estos reclaman como algo fundamental para las economías es un mito. O, mejor dicho, un fraude que nos cuesta mucho dinero a los contribuyentes. Hoy voy a poner un nuevo y reciente ejemplo que lo demuestra.

© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto
 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris