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A mi anónimo acosador (sea quien sea él y quien le pague)

Su objetivo no es el de insultarme, aunque también lo hace. Más bien trataría de mostrar a quienes me leen que yo soy un ignorante, un defensor de dictaduras y de la violencia
Juan Torres López
martes, 22 de octubre de 2024, 09:52 h (CET)

He tenido la fortuna, a lo largo de mi vida, de escribir cuando he tenido ganas de hacerlo y también de lo que me ha apetecido. Hoy tengo ganas de escribir del sujeto que, desde hace muchos meses, en realidad años, y amparado en el anonimato, escribe en mi web cientos de comentarios descalificadores (por denominarlos suavemente).


Lo hace día tras día, mes tras mes y año tras año, provocando, realmente, un acoso constante. Ayer, sólo en el día de ayer 20 de octubre de 2024, me envió 12. Calculo que ocupan entre siete u ocho folios.


Cuando comprueba que no le publico los comentarios, cambia de identidad, pero es tan chusquero en materia informática que sigue con la misma I.P., de modo que compruebo que es el mismo de antes.


Su objetivo no es exactamente el de insultarme, aunque también lo hace. Más bien trataría de mostrar a quienes me leen que yo soy un ignorante, un defensor de dictaduras y de la violencia, alguien sin idea de lo que habla, cobarde, un pesetero (me acusa, por ejemplo, de cobrar por los libros que escribo)…


Inicialmente, publicaba sus comentarios. Hasta que comprobé que no busca el debate o la confrontación de ideas sino la descalificación. A cada respuesta mía no le seguía otra suya sobre la misma cuestión, sino que dejaba pasar mi argumento para sacar otro asunto sobre el cual yo, supuestamente, erraba, aunque ni siquiera tuviera que ver con lo que escribo. Y siempre juzgando mis intenciones, dando como mías preferencias que nunca he dicho que tenga o que expresamente rechazo.


Por mi parte, ni siquiera los leo completos. Simplemente lo ojeo para comprobar que son, un día tras otro, la misma pesadez, ¡siempre lo mismo!, sobre ideas que yo ni defiendo, ni he expresado. Los marco para enviarlos a la papelera y él lo sabe. Esto es lo que me da pie a pensar que, si no escribe para que lo lean mis lectores ni yo mismo, debe hacerlo para que alguien le retribuya por ello: ¿quién se dedica a enviar cientos de comentarios a una web en donde sabe que nadie, absolutamente nadie, los lee? O, quizá, es únicamente un enfermo.


Si estoy escribiendo este comentario es porque ese tipo de comportamiento no se da sólo en mi caso. Es habitual en las redes y lo mismo le sucede a otras personas más o menos conocidas, sean de izquierdas o de derechas. Y hago el comentario porque quiero reforzar una idea que a veces se olvida: frente al mal, la violencia, el insulto, el odio o la descalificación, no debemos responder con el mismo método. Hacer el bien, construir la paz, respetar a quien no piensa como nosotros, actuar con afecto, amor y templanza son medios mucho más eficaces, no sólo para enfrentarse al conflicto o incluso a la agresión, sino para reconfortarnos nosotros mismos.


Y, además, escribo esto porque quiero agradecer a este acosador anónimo sus diarias descalificaciones e incluso sus insultos y falta de respeto porque me hacen mejor persona. Me ha hecho ser más humilde. Porque si alguien, como le ocurre a ese comentarista, percibe que yo difundo odio, defiendo dictaduras, desprecio a la libertad y la democracia y siembro el enfrentamiento o insulto a quien no piensa como yo debe ser, sencillamente, porque no he hecho bien mi trabajo. Debo mejorar.


Me ha hecho ser más respetuoso y templado. Me refuerza la idea de que, por muy feo que sea lo que me digan, seguiré pensando que también las personas que dedican su vida a lo que hace este acosador conmigo tienen derecho a hacerlo, siempre -por supuesto- que no se pasen de la raya que marcan las leyes.


Quien diariamente me acosa con ese tipo de comentarios también me ha hecho el favor de que aumente mi amor a la libertad y el valor que le concedo. Puede decir lo que desee y ponerme verde donde quiera. Es libre de hacerlo y no le molestaría cuando lo haga. Aunque, eso sí, no le abriré nunca la puerta de mi casa (como es esta web) si se dirige a mí sin educación, sin buenas formas, con faltas de respeto a lo que yo escribo o para insultarme por ideas que yo no he defendido nunca.


El acosador también me hace más sensible y cuidadoso con los demás. Siento dolor, porque esta persona que me escribe sin otro fin que ofender, forma parte de una legión que puebla las redes y que está contaminando las relaciones sociales. Pero su comportamiento me advierte que yo no debo hacer nunca con los demás algo parecido a lo que él hace conmigo.


Enseñanzas, por cierto, que me han ayudado mucho para seguir viviendo en paz y sin ira cuando recientemente también me he sentido herido en lo más profundo del alma cuando alguna persona que yo creí que, a pesar de todos los pesares, me respetaba, me ha tratado con suma insidia y difamado.


En fin, el señor comentarista enganchado diariamente a mi web puede seguir usando su tiempo para acosarme con descalificaciones e insultos, si lo desea. Ni me afecta lo más mínimo, ni va a conseguir nada de mí; aunque sí, posiblemente, de quien le financie el tiempo que me dedica, porque no hay otra causa racional que pueda justificar semejante dispendio de energía y de vida.

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