Históricamente, desde las guerras del pan, que ahora se llaman “del hambre” gracias a nuestro oráculo instalado en Bruselas, hasta nuestros días, las crisis económicas, o sea, cuando el pueblo llano pasa más hambre de lo habitual mientras las élites exhiben su cómodo nivel de vida y mueven su patrimonio de paraíso a paraíso, una suerte de revolución popular debería forzar algunos cambios. Y algunos mitos caen para escarmiento público, casi nunca los desconocidos y auténticos responsables de la codicia financiera, sino algunos figurantes que osaron, como el Ave Fénix, acercarse demasiado al sol. Esos referentes que habían marcado una época, se derriten, por segunda vez, como figuras de mantequilla al sol, y como el dios Apolo de los griegos, han sido de nuevo expulsados del Olimpo.
Cuando los ‘yupis’ (aquellos jóvenes empresarios guapos y ricos) estaban de moda, a Mario Conde le ponían birrete de “honoris causa”. Ahora, bastantes años después y tras pagar una parte de su culpa, muchos seguimos pensando que don Mario fue un “cabeza de turco” de la política. Para muchos jóvenes, hoy maduritos como yo, Mario Conde era un referente en aquellos tiempos de crecimiento sin fin y de exigencia moral. Más tarde, y es lo increíble y con eso muestra parte de su inocencia, don Mario ha vendido miles de libros repletos de lecciones morales.
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