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Eran las nueve de la mañana, el reflejo de los rayos del sol penetraban dulcemente en la sala de⁸ don Guadalupe, que leía afanosamente el libro Elogio de la locura del autor Erasmo de Rotterdam, y de soslayo volvía a ver su biblioteca echándole la mirada al libro Crimen y Castigo de Fiodor Dostoyevski, fue tanta su inquietud que lo tomó pero volvió a ponerlo en su lugar, y sacó otra obra letrística, La piel de Zapa de Honoré de Balzac.
Durante un primer lapso se las arregló sin trabajar, adaptándose, recién llegada de un pueblo del Paraguay donde sus familiares, en condición de propietarios, se dedicaban a tareas de campo, la ganadería, los naranjales. Al nacer había pesado cuatro kilos, y lloraba mucho, lloraba por nada. La operaron, siendo beba, de una hernia de ovario, y ella sí que no se privó de padecer todas las enfermedades comunes de la infancia.
En la enorme casona después de la muerte material, viaje a la segunda “vida” de Abultasén Abel, sus conocidos, ex trabajadores, y la comunidad arábiga aquí en la tierra le recordaban y discurrían, así: “Veremos quién triunfa, en la otra vida, las bellas letras o las muecas de letras como comedia tortuosa y signos de víbora envenenada que transforman la psiquis de esa palabra escrita que quiso competir con las bellas letras en esta vida. Esperemos noticias”.
Esta noche me apetecía ver una película de esas que no son de pensar, de las sencillas, básicas y que no fueran un pastelón. Nada más abrir Prime video he visto una película que me ha llamado la atención, se titulaba “Cazadores de leyendas”, la portada era un estilo a las de Indiana Jones, así que, como no tenía tráiler, me he leído de qué iba y me he aventurado a verla.
Caminaba sin rumbo fijo. Iba con la cabeza agachada. Si alguien hubiese reparado en él hubiera observado en sus ojos una tristeza y amargura infinitas. Juanito no sabía a dónde ir. Llevaba por lo menos tres horas andando. Era una mañana fría de invierno. El aire frígido le calaba hasta la médula de los pobres huesos de su cuerpecillo de nueve años.
Dark Light Voyage, de Tin Dirdamal, es un tránsito hipnótico que nos sumerge en un cruce muy personal entre documental en primera persona e historia de crímenes, como si reformulara desde la realidad los códigos de un Orient Express para trabajar con las cenizas del género y volver a prender el fuego íntimo del misterio.
Leo con calma, pese a sentir el tiempo en los talones, La sal del olvido, novela de Yasmina Khadra que me va envolviendo en la trama que interpretan unos personajes que ya no tienen otra razón de ser que la de héroes perdedores. Libro lleno de emociones, hurga en el alma de su personaje, para mostrar que éste no acepta la derrota
La puerta no aguantaría demasiado, iba a morir, lo sabía, no tenía demasiado con lo que defenderme, bueno, sí, podía matarlos de risa cuando me vieran con mi pijama de princesa Disney, mis deportivas y una espada de plástico de Starwars, miré aquella mochila llena de dinero que custodiaba con aquella estúpida espada, mi tesoro.
Mis manos estaban manchadas de sangre, su cuerpo a mis pies, y sus ojos inertes me miraban con sorpresa incapaces de creer lo que había hecho. Miré mis manos, ¿cómo había llegado a convertirme en una asesina? No podía creer que ella me hubiera traicionado. Cuando miré sus ojos muertos supe que todo había terminado, la vida puede cambiar radicalmente en un año. Mi mente volvió un año atrás.
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