En la enorme casona después de la muerte material, viaje a la segunda “vida” de Abultasén Abel, sus conocidos, ex trabajadores, y la comunidad arábiga aquí en la tierra le recordaban y discurrían, así: “Veremos quién triunfa, en la otra vida, las bellas letras o las muecas de letras como comedia tortuosa y signos de víbora envenenada que transforman la psiquis de esa palabra escrita que quiso competir con las bellas letras en esta vida. Esperemos noticias”.
Entretanto el espíritu y alma, los ángeles una vez que falleció el “distinguido” Abultasén Abel, lo condujeron a un laberinto lóbrego en un edificio allá en la otra vida —la muerte— , donde anduvo deambulando por todos lados sin encontrar salida y se irrumpen los infortunios y acaban los parabienes y las legiones del macabro infierno donde puede haber un diablo condenado que lo iguale.
Al final, se vio en un recinto ovalado frente a todos los sabios eruditos y grandes intelectuales, escritores, poetas, pintores, músicos y dramaturgos, que a manera de jueces interpelaron a Abultasén Abel. Usted abusó de la ciencia, le dijo Einstein. Empalagó al mundo con metáforas baladíes, le inquirió Shakespeare. Pero cómo es posible que en la tierra engañara a muchos, inquirió Honorato de Balzac y Stendhal lo confirmó con un meneo de cabeza. En esta nueva vida hemos tenido semejante noticia de este “plumífero”, que creíamos era uno de los nuestros, pero resultó ser negociante de las letras, acotó Jorge Luis Borges. Y en mi nueva Divina Comedia aquí, en esta vida que también se muere, equivocadamente te había destinado un sepulcro blanqueado, pero veo que te mereces un sepulcro de fuego, le dijo Dante Alighiere. Recuerdo que tras milenio los impíos verán la muerte segunda desconocida por nosotros, sentenció Santo Tomás de Aquino y Erasmo de Rotterdam asintió con un giro de cabeza.
Ante semejantes señalamientos Abultasén Abel abría los ojos como una cobra y se dijo para sus adentros: “Estos eruditos tienen la razón, pero nunca les voy a decir la verdad, pero tengo que defenderme para ver qué hago por mí, me han descubierto”. Y les dijo en altas y claras voces: “Pero señores esto que todos ustedes me achacan es injusto, cruel, despiadado, soy inocente, soy hombre de ‘ciencia, literato, gran creador’, no pueden hacerme esto, escúchenme…” Fue atendido y escuchada su defensa detenidamente.
Posteriormente el Arcángel Miguel se levantó de su sillón y le dijo: “Tus días aquí están contados, aquí nadie se equivoca en la tierra sí, aquí tu tiempo para pernoctar está limitado ante esta Corte de Milagros de Letras, que significa que tu sentencia es enviarte al otro infierno donde va a morir para siempre tu espíritu y/o alma proterva, que nosotros no conocemos pero nos imaginamos ser peor que éste”, blandiendo Miguel su espada flamígera, haciendo con ella la señal de la cruz. Sólo se escuchó un profundo alarido ayayayyyy…, en su estrepitosa caída por los abismos insondables de la jurisdicción de la segunda muerte, era que lo enviaban al otro infierno donde van a parar las almas aviesas, donde se muere.
Postdata: Cuenta Emmanuel Swedenborg: Que cuando a Philipp de Melanchton murió los ángeles lo llevaron al cielo, lo dotaron de una casa con todo… y se dice que Julio César cuenta: En las guerras de las Galias cuando los guerreros celtas morían se les equipaba con todo lo necesario para la otra vida, dependiendo del lugar donde iba a ser enviado, lo mismo se dice hacían los egipcios. Empero, Abultasén Abel no fue dotado de nada, fue lanzado al desierto del otro infierno, donde la mayor de las serpientes —demonio (s)— yace allí, y el gusano que escupirá veneno a su tiempo, no hará daño, aunque tenga colmillos.
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