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Pobre era al pueblo, pobres las míseras casas de sus pobres habitantes, pobre la familia de Juanito. Bueno, decir familia posiblemente sea mucho decir, porque este niño vivía solo con su madre en una mísera covacha en el ejido del pueblo, no muy habitable dadas sus condiciones malsanas.
El Colegio de Médicos de Valencia ha acogido la presentación del nuevo cuento infantil El Universo de las Estrellas Mágicas, escrito por la Dra. Patricia Smeyers, responsable del área de Epilepsia de la sección de Neuropediatría del Hospital Universitario y Politécnico La Fe (Valencia).
El escritor de literatura infantil Hervé Alústiza publica de nuevo un cuento de Navidad: La paloma Colombina... apareció en Belén. Como es habitual, Hervé narra entre versos una historia de aventuras. En esta ocasión, de un modo más actual y comprometida. Este cuento mantiene el humor y estilo de los álbumes anteriores con las preciosas ilustraciones de Gema García Ingelmo.
Es bien sabido, tanto por propios y ajenos, que la posmodernidad nos ha llevado arrastras en cuanto a los valores morales a lo interno de nuestra sociedad. Quizá, este fenómeno no sea propio de esta época, pero, sin duda alguna, es cuando más se ha profundizado esta herida social, que hemos heredado a través de los años.
El desnudo hijo dentro de la imperial bañadera de hierro llena de agua. Un despintado banquito de tres patas, al lado. Y una canasta con jabón de tocador de coco, esponja, sales de baño importadas, una caja grande de fósforos de madera y barcos de papel. El desnudo hijo es un adulto lento, vacío, triste. Estupefacto. Mira el agua. Un brazo apoyado sobre el borde de la bañadera. Lo mira. Mira el agua.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
El intrepidísimo navegante solitario, boca abajo sobre una tabla que en absoluto es más que la tabla de una mesa, con brazos y piernas abiertos y extendidos y, sin rigor, usando estos miembros a modo de remos, surca la inmensidad del océano. Se divierte, hace ruidos con la boca, farfulla.
Placita de barrio. Chicos potreando cerca del tobogán y las hamacas. Sol. En un banco sin respaldo un hombre viejo sentado. Ojos-claros, cejas-espesas, nariz-aquilina. En el mismo banco una mujer vieja sentada (una “pasita”, toda de negro y con pañuelo en la cabeza). Ella hacia un frente (el césped); él al lado, de espaldas, hacia un sendero.
¡Pero no, gordo!... ¿¡Cómo te voy a mentir!?... dice la mujer. Pero te digo que no. Bebe de una copita chata y de vidrio violáceo que contiene licor de menta. Gordo, pero... Huele el licor. ¿¡Cómo no voy a saber!?... No te pongas pesado, gordo. Bebe. Gordito, oíme, decíme algo lindo, mirá que me enojo.
El hermano, vistiendo sólo un pantalón vaquero, dispara balas de fogueo a la hermana, quien, cubierta con sólo una camisa vaquera, dispara al hermano balas de fogueo. Ambos con escopetitas, hermosos, tostados. Eternamente veinte años. Se esconden detrás de árboles y matas.
El escritor de literatura infantil Hervé Alústiza publica de nuevo un cuento de Navidad: La pastorcilla despistada... ¿llegará hasta Belén? Con la llegada de la Navidad tendrán lugar varias presentaciones con cuentacuentos en formato kamishibai en la Librería TROA-Las Tablas de Madrid. Además de esta novedad editorial, el autor representará también algunas de sus historias navideñas de años anteriores.
Mediodía. En el centro del comedor, una mesa de fórmica de dimensiones regulares. Una silla, un sillón de mimbre, un combinado. Se oyen discos de 78 RPM de Alberto Margal e Ignacio Corsini. Entra un poco de sol por una ventana exigua, sin cortinado. En las paredes, un crucifijo de aleación incierta, fotos de un niño serio y sonrientes personas mayores, y un calendario que estipula una fecha del pasado.
—Cuando era chiquita me soñaba una casa —dice la mujer. Que era una casa. Que yo era una casa en cuyas tejas los pájaros no sabían posarse. Se desprendían, resbalaban, no sé; alguno no levantó vuelo y se estrelló. Y se murió en mi jardín, entre las flores, entre los carteles que explicaban la procedencia de esas flores vistosas, con tanto amarillo y negro, tan desesperadas. Se murió en mi jardín, uno. Y nadie lo enterraba. Era chiquita la casa que yo era: un chalecito.
Al final, decidí entrar a la Casa del Café. Segundo piso de Metrocentro. Esperé a una dama que desconocía por completo. Me ubiqué frente a las paredes de vidrio de dicho local, por donde miraba transitar a la gente. Los negocios, a lo largo del pasillo, esperaban a sus clientes, mientras la multitud avanzaba en distintas direcciones. Estaba a la deriva, convertido en mitad hombre y mitad celular, no había término medio.
El Servicio Bibliográfico de la ONCE ha adaptado en diferentes formatos accesibles el cuento ‘La pequeña oruga glotona’, uno de los más populares de la literatura infantil, del escritor e ilustrador estadounidense Eric Carle. La obra ha sido galardonada con diferentes premios y está incluida en los programas escolares de los primeros ciclos educativos. Es uno de los libros más ilustrativos para conocer conceptos: naturaleza, días de la semana, cifras...
El día no había podido ser peor. Ella pensó, cuando se desperezó en el portal de una tienda que, por causas de la epidemia había quebrado y sus dueños se vieron obligados a vender el local, le servía de abrigo, donde malamente se podía defender de las inclemencias del tiempo: “Hoy es Noche Buena y quizá sean más caritativos conmigo y me den algún dinerillo para que pueda tomar una sopa y posiblemente un plato de garbanzos...
El escritor de literatura infantil Hervé Alústiza publica de nuevo un cuento de Navidad: El niño que se convirtió en paje... aquella noche en Belén. El sábado 17 de diciembre a las 18 horas tendrá lugar una presentación con cuentacuentos en la Librería san Pablo, Plaza de Merindades. El día 31 de diciembre, a las 12h., también habrá un pase en la librería Amoxtli de Urroz-Villa del libro.
Este es un cuento sencillo, el cuento que siempre quise contar, que guardaba en un bolsillo del pantalón, que quería transmitir y no podía, porque no había a quien ó no había quien quisiese escucharlo con paciencia. Ahora alguien lo leerá.
Eran las seis de la mañana, el oscurecer de aquel mismo día desaparecido. La mañana estaba hermosa y sorprendida, esperaba el sol del día, que no duraría mucho. Doña Francisca bajaba el café negro del fogón y se movía sin cesar del lavandero a la cocina, el día para ella venía apretado, como todos los días.
Su nombre real no importa, la llamaremos Rosa. Vestía una blusa roja de rayas blancas bien arrugada, descolorida y sucia; se acercó hasta mi mesa pidiéndome un peso. Yo se lo di y al instante advertí su demencia que muchos del pueblo conocían, decían que era a causa de una desbocada ansiedad, de un sentimiento no correspondido, quizás la horrorizaba la soledad.
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