Eran las seis de la mañana, el oscurecer de aquel mismo día desaparecido. La mañana estaba hermosa y sorprendida, esperaba el sol del día, que no duraría mucho.
Doña Francisca bajaba el café negro del fogón y se movía sin cesar del lavandero a la cocina, el día para ella venía apretado, como todos los días. Había sido un arranque sorprendente del nuevo día, en ese momento llegaba su hijo Rafa con un balde de agua, casi sentía el esfuerzo que su pobre hijo hacía con semejante carga.
-Ve hijo, poné ese chinche a la orilla de la tinaja de agua.
-Si mita-contestó Rafa, quien a su vez preguntó: ¿Mamá Chica, va a mandar a comprar a la pulpería?
-Ve, ya se me olvidaba, tomá este papel y le decís a doña Jacinta que me apunte dos córdobas de pan.
-Mamá, no me gusta ir a comprar con ese billete de papel, con ese chorro de números, un peso de pan, dos pesos de azúcar, un peso de tomate...
-¿Por qué hijo?
-Porque nunca me dan vuelto- contestó el niño.
Doña Francisca se quedó pensativa y le contestó al niño: -"Así es la pobreza hijito, tengo que fiar para comer, y pagar ese billete el fin de semana cuando me paguen el lavado y planchado, somos pobres y de otra manera no podríamos sobrevivir..."
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