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relato breve

Sara la cocinera

Sara estaba de pie frente al restaurante donde trabajaba, observaba incesantemente y con una miraba furtiva, melancólica pero optimista en todos los sentidos. Sara entró al restaurante y expresó buenos días Lola, ¿qué tal todo? la encargada se encontraba tras la barra ordenando unas copas recién sacadas del lavavajillas, no le escuchó.

Fugacidad en el puente

Eva y Luis se miraron al borde de un puente donde las aguas, como ellos, se encontraban y entrelazaban sus destinos. En la quietud del atardecer, los dos eran tan opuestos como el día y la noche, pero en ese momento, sintieron que el mundo comenzaba a partir de allí, sin memoria de caminos previos, sin el peso de las decisiones antiguas.

​Minicuentos

Cabe puntualizar, le decía Mauricio a José, que las notas de lo cotidiano no son registradas con fechas, pero dicho documento adquiere la categoría de diario, y no de libro de apuntes, porque fíjate que Ariel, cada vez que escribía, señalaba si era un lunes, jueves o sábado; envolviendo una historia lineal en una secuencia circular de días de la semana.

‘Es justo’, entre otros minicuentos

La vida le conversaba a la misma vida con su monólogo así: Por fin, el tiempo enseña, hay que aprender a guardar silencio, aunque se tenga mucho que expresar y de ello aprender.

Certeza en la respuesta

Silencio, un silencio tan denso que parecía llenar cada rincón. Héctor se detuvo en medio del campo devastado, observando las sombras que la luz del atardecer proyectaba sobre las colinas. El campo, alguna vez fecundo, ahora yacía como una osamenta desnuda, un testimonio de lo que fue y de lo que ya no volvería.

La mano que mece la cuna del mundo

La denominación de mito, leyenda o rumor, suele tomarse por ficticio, simplemente porque no existen pruebas para demostrarlo, todas las pruebas son destruidas o meticulosamente protegidas por las grandes esferas. Creo que la sociedad tampoco estaría preparada para asumir las verdades y los secretos mejores guardados de la historia.

Tesis en lo profundo

Había algo en la manera en que ella me miraba, un gesto silencioso que hablaba más que cualquier palabra. Esa noche, mientras el viento susurraba entre los árboles, me mostró su pecho desnudo, pero no era el cuerpo lo que se ofrecía ante mí, sino el alma.

Caza de brujas

La jefa de policía de aquel pequeño pueblo del norte de España, no estaba preparada para lo que estaba sucediendo. Había crecido en aquel sitio, conocía a sus habitantes como si fueran de su familia, su trabajo era la mayor parte del tiempo aburrido, pero a ella le gustaba, desde pequeña sabía lo que quería ser de mayor, al igual que sabía que nunca se iría de aquel sitio, su vida estaba allí.

A salvo

El amanecer se filtraba por la ventana, y aunque el día avanzaba, todo se sentía lejano. Las calles resonaban con los sonidos de siempre, y la rutina seguía su curso, mientras una sensación de vacío lo inundaba. Las conversaciones y las palabras flotando a su alrededor ya no lograban conectarlo con los demás.

Semillas en las calles

En una ciudad siempre agitada, donde la gente apenas notaba los detalles, un hombre pasaba desapercibido. Sin nombre, sin prisa, caminaba con su cuaderno gastado bajo el brazo, dejando pequeños papeles con versos escritos. Nadie sabía quién era, pero algunos lo llamaban “el poeta del silencio”.

​El pecado, la culpa, el miedo y la profecía de Moctezuma

Este texto brota desde la memoria de Eduardo Galeano y Mark Twain. El inmenso Galeano y sus venas aún abiertas de América Latina y Twain, el buscavidas irónico del rio Misisipí que soñó un diario de Adán y Eva. Su fértil memoria mueve la mano que escribe de modo misterioso. Las venas abiertas siguen bien abiertas para la rapiña de las elites criollas y el impero yanqui.

Tinta en la ciudad

La ciudad es un laberinto, y Guadalupe lo sabe. Cada mañana enfrenta el caos de autos y murmullos que parecen consumir a quienes transitan. Sin embargo, ella escucha algo más profundo: la vida que persiste entre el caos. La corrupción, la inseguridad y los rostros endurecidos están ahí, pero dentro de Lupita, como algunos la llaman, hay una certeza.

Inmersión

Con los ojos cerrados y el corazón latiendo al compás de sus pensamientos, decidió entregarse. No había marcha atrás. Desde lo alto del acantilado, el flujo la llamaba, susurrándole promesas de transformación. El miedo se disolvía, reemplazado por una certeza que no lograba explicarse.

Alivio tóxico

En un pequeño rincón del mundo, Marta había desarrollado una habilidad peculiar: hablaba poco, pero cuando lo hacía, cada palabra parecía gravitar hacia los oídos con una precisión quirúrgica. No era que temiera hablar, sino que había aprendido con los años que las palabras, como los cuchillos, pueden cortar en ambas direcciones.

Mi papá, su enfermedad, el bastón y su muerte

En mi memoria sólo tengo tres recuerdos de mi papá, no existe nada más. Quedé huérfano a la edad de siete años y medio. Lo otro lo conozco por fuente de mi madre y hermanos (as) y ciertos familiares que me lo comentaban y en otras ocasiones, los (as) escuchaba hablar acerca de mi padre.

Flamante recorrido de algo por mi mente

¿Quién puede sentir mi dolor? solamente mi madre, que me defendía mejor que cualquier abogado para hacerlo con todos sus secretos de amor. En consecuencia, que hubiera sido si mi madre no actuaba, a lo mejor una catástrofe o quizá a saber qué. Reflexionando y actuando sobre mi viaje haciendo un recorrido por mi mente, he logrado encontrar y comprender que, estoy lleno de emociones, gratitud y asombro.

La aurora los protegió

En el soliloquio que se tenía y lo lóbrego del filo de la media noche, acompañado por alaridos de perros, de seres humanos y el medio canto de los gallos, Elsa soltó un grito de temor. -¿Qué ocurre? -preguntó Renato su acompañante de sentimientos-.

De vuelta

'Te amo como nadie te ha amado, como nadie te amará, como si se tratara del mejor de tus relatos', dijo en la medida que se entregaba en los brazos bronceados de Susana, la mujer de mirada miel dueña de sus sueños.

La Sirena y Tritón, herederos por ingratitud

Si la “Sirena y el Tritón” hubiesen tenido conciencia, habrían no cometido aquel día ese atropello contra lo ajeno. Pero lo hicieron y huyeron. Fueron tan ladinos, que no hubo remedio porque los dioses del tiempo y su destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno, pero ahora si todo está claro.

El ombligo oblongo

Somos todos los mismos. Los hombres se peinan, se disfrazan. E incitan al espacio. Nosotras nos aparecemos como contingencia, médano solidario. Los hombres truecan sus fichas sinuosas: apuestan porque viene de lejos que vienen de lejos; con la implacabilidad de los insoterrados, procuran la esperanza y su verde boca: el sueño; si nadie nos desdice, somos los mismos, todos.

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