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Minicuentos

Relatos breves
Bayardo Quinto Núñez
martes, 21 de enero de 2025, 10:20 h (CET)

VERICUETOS DE LA MENTE


En los vericuetos de su mente, Maritza se encontraba degustando un té, y de pronto, como una culebrita, sonrió y estiró la mano para recoger algo que estaba en el piso, era una cartera masculina y se la entregó a su dueño. Muchas gracias, no sabe cuánto le agradezco, le dijo Manuel. Le preguntó Maritza ¿De dónde es usted? Iniciando así una conversación entretenida, llena de vericuetos dentro de los pasillos de sus mentes. Se comentaban entre ambos que habían viajado y sufrido mucho.


Llegó la despedida y Manuel prometió abordarle la próxima vez que le viera, y si gustaba tomarse otro té mientras continuaban charlando. Ella contestó que no había ningún problema, pero de pronto Maritza volvió la cabeza atrás, se estaba colocando furtivamente y cuidadosamente, sobre el hombro un objeto extraño, era un pañuelo, sin duda para intentar capturar durante unos minutos el amplio pozo de su soledad. Pero en instantes de segundos Manuel no vio el pañuelo y Maritza ya no estaba, entonces en ese momento discurrió Manuel, estaré soñando o delirando sólo sé que vi una realidad, que importa lo que sea, la vida continúa.


RELINCHAN LOS ESPEJOS


Era un espejo de mano y de pared, este siempre pernoctaba sólo cuando se iba su dueño y por supuesto nadie se veía en el, como que no existía, y quizá tenía razón el pobre espejo, entonces los demás espejos se burlaban irónicamente de el, pero cuando por las noches su dueño a los espejos los guardaban en el mismo cajón estos dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico dueño, solamente ahí se sentían liberados, cantaban, bailaban, hacían de todo, pero un día un espejo se rompió, los demás se afligieron y se decían unos a los otros ¿y ahora que hacemos?, entonces el espejo antiguo dijo: esperemos que amanezca haber que dice nuestro dueño, ni modo, peguémoslo y esperemos que pasa mañana. Pasó la noche y llegó el mañana, el dueño abrió el cajón de los espejos sacó uno por uno, y al sacar el espejo roto dijo: y a este qué le pasó, seguro por estar relinchando se rompió voy a llevarlo al ¡médico!


CON ESE PUÑAL


Don Pedro el fotógrafo preparó su cámara, iluminó el local y se aprestó a registrar el “crimen”, se colocaron al lado del fotógrafo apuntando con las armas a los cautivos. La joven pareja estaba todavía desvanecida. Los desvistieron con atenciones conmovedoras, le quitaron a la muchacha la enagua, y otras cosas íntimas, dejando al joven también en paños menores. Entonces, habló el señor fotógrafo, y dijo: Jóvenes ni mis amigos ni yo deseamos a ustedes ningún mal. Pero le obligo, bajo “pena de muerte”, que asesine, con ese puñal a esta bella y hermosa dama. Ante todo, usted tratará de que vuelva de su desmayo; tenga cuidado que no lo estrangulen, y como está desarmada, no cabe la menor duda de que usted logrará su propósito fehacientemente.


¡DIOS Y LOS BELLOS OJOS!


Rosendo era un hombre acaudalado. Compró a una muchacha por un dinero más que considerable. Y, una tarde, que estaban sentados, en el patio de su casa la miró y echó a llorar. La muchacha nerviosa, le preguntó, por qué llora.


-Lo que sucede, que tienes tan bellos ojos que me olvido adorar a Dios-él respondió-. La joven, se asombró y sólo le quedó viendo intensamente, y cuando quedó a solas, se arrancó los ojos. Al día siguiente, al verle Rosendo en ese estado se enflautó.


-¿Que has hecho hija mía, por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.


-No quiero que haya nada en mí que le aparte de adorar a Dios. Al día siguiente, Rosendo la encontró muerta, y con el total de dinero que le había comprado, debajo de la almohada.

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Estreno el año 2025 con teléfono nuevo. Y qué mejor comienzo de año, y de teléfono, que entrevistar a Vicente Valero (Eivissa, 1963), poeta y escritor, que en los arrabales de 2024 publicó ‘El tiempo de los lirios’ (Periférica), un ensayo o libro de viaje o diario de viaje, quizá todo a la vez, en el que el ibicenco se sumerge en el siglo XIII, una centuria importante, cuando se anunciaba la llegada de un tiempo nuevo para la humanidad.

Ensimismado, como quien busca hallar algo que los demás no ven, rompió en dos, en tres, en miles —si es que pudiéramos ver cómo los pensamientos abren brechas donde no las hay— la bruma que cubría la plaza universitaria. Aquel conjunto de lajas, lustradas por las interminables protestas, pertenece a un mundo que no necesita cambiar si fue hecho para servir de jaula.

 
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