Hoy quiero dedicarme este soneto, porque hasta ahora nadie lo había hecho; mas puede ser, que quede algo maltrecho, si me tachan de altivo o de paleto.
No me importa, pues no es ningún secreto, que al colocar mis manos sobre el pecho, veo claro que tengo suelo y techo y, en consecuencia, debo ser discreto.
Quien me conoce, sabe mis lagunas, mis pequeñeces, y hasta mis torpezas, como también, que soy leal y humano.
Y como ignoro si me quedan lunas, ruego al Señor, me libre de flaquezas y hasta el final, me lleve de Su mano.
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