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A la mañana siguiente irreversibilidad del hecho

Relato corto
Bayardo Quinto Núñez
jueves, 13 de marzo de 2025, 10:39 h (CET)

La vida nos otorga multiplicidad de insumos, muchos de ellos caen a los pies, como que fuese una bola de acero. Así lo sintió al abrir la puerta de su sala, aunque a simple vista no había motivo para ninguna desazón. Era un misterio raro, todo permanecía tal como se había dejado. Las estanterías cargadas de libros, archivadores, carteles de viejas exposiciones, sobres a diversas personalidades, y los animales de patio en sus lugares.


Por lo que me dices deduzco su cinismo, le diré don Tomás: no puedo dar en adopción a mi hijo Ramoncito.


-Entonces, véndamelo y la deuda que sos en deberme quedaría saldada, y seguirán viviendo y trabajando aquí conmigo-dijo don Tomás-.


-Vea, eso que me propone es cruel-respondió Filemón-.


-Sé que es doloroso que los padres se desprendan de sus hijo- explicaba don Tomás a Filemón-. Para sus adentros se decía Filemón: que inhumano, este señor, que descaro, el hecho que nos esté prestando su casa para vivir, no tiene ningún derecho, de humillarnos, ofendernos, y hasta amenazarnos, está totalmente equivocado, y salió intempestivamente apretando los puños de su mano, y sus ojos despedían fuego de cólera, esto pasó desapercibido por don Tomás.


La esposa de Filemón, había escuchado todo, era la sirvienta de Tomás y de su esposa Ramirita, estaba en la cocina, rompió en llanto, aquella circunstancia en el otro yo de su mente se desbordaba y haciendo un esfuerzo reprimió sus lágrimas, y trató de murmurar desde su mente sobriamente, saliendo con pasos lijeros a la casa que le prestaban para vivir con su esposo e hijo. Al llegar encontró a su esposo pensativo como que viajaba en el tiempo. Se dirigió a él: ve Filemón, a nuestro hijo es cierto que lo hemos traído a un mundo perdido, demole gracias a Dios que hemos sabido conducirlo en todos estos años de nacido, es un niño muy inteligente. Ella pretendía ahorrarle el tormento de ese espectáculo.


-Tienes razón-ripostó Filemón-. Ella, regresó a sus labores y él a las suyas en la finca de Tomás, antes de irse cada cual a lo suyo, Ramirita le expresó a Filemón: este señor descarado cree que somos sus esclavos y que vamos a ceder a sus caprichos sólo porque le debemos y nos está prestando la casa, hay que tener dignidad, incluso, nos paga por el trabajo que hacemos cuando le da su real gana, y hasta de mal gusto nos da los alimentos diario. Por el momento continuemos, ya se llegará el momento de irnos de aquí.


En ese instante, la mente de Ramirita y Filemón era como la luz del bombillo de la sala que danzaba, resaltaban ambos ¿será esto obra de nuestra imaginación? desde su mente cruzaban el jardín del patio, y con el rostro oculto en la interioridad, ellos cubriéndose los ojos con sus manos rompieron a llorar a tal extremo que les sacudía todas sus entrañas, y aunque esa noche estaba muy pasiva y apenas apagó su luz, inició la relojina de gatos en el tejado, corrían de un lado a otro, y en el patio los dos perros que ahí estaban también hacían lo suyo, eran sendos chillidos, y la gallina se le corría a los gallos, era como que estos animales se comunicaban entre si, incluso los perros aullando y el escuchar del caracoleo de los caballos, todo semejante a una orquesta con sonidos diferentes, ello era todas las noches, raramente era pasiva determinada noche y, mientras iba aclarando la llegada del crepúsculo, se cortaba lo negruzco del edificio de cada noche, con simétricas ventanas y huida de cada noche. Todo esto se había vuelto costumbre en el entorno de Filemón y Ramirita, y era el sinónimo o parte de un semisueño, con sobre saltos de hambre y presidiarios de múltiples preocupación y esperanzas, estás no muy definidas, cuya conclusión era siempre el estado de necesidad.


Aunque esto sucedía, estos pobres animales era claridad meridiana que la gran mayoría de maledicencia proviene de la mente del ser humano desde el otro yo de su mente, como suelo fértil inexplorable, aún sin haber vencido las costumbres, bestias.


Mientras tanto, el calendario del tiempo congelado. Todo se mantenía intacto en ese espacio, durante catorce años había sido el refugio. Todo seguía, igual como siempre. Lo único que había cambiado era el nuevo tiempo. Pasó el tiempo necesario para tomar una decisión a la mañana siguiente.


-El primer movimiento consistió, hay que marcharse de aquí, a un sitio donde nadie nos conozca. Quizá podría ser un momento pésimo pero llámame cuando tengas un tiempo libre, por favor. Se sintió mejor cuando dejó ese mensaje al amigo tiempo-le externaba Ramirita-.


-Tal vez la palabra amigas (os) nos viniera demasiado grande, quizás su consistencia se hubiera diluido o no con el paso de los años, dependiendo-le respondió la experiencia del tiempo-.


Esa es la célebre pesadilla, al despertar en determinado tiempo transformado por el otro yo de la mente, en un bicho monstruoso, no identificable, y aún con capacidad de razonar, aunque esas mentes se hayan cambiadas en bestias humanas. Entonces, la interrelación familiar alterada por la ausencia adquiere mudez expresada en los sentimientos y la irreversabilidad del hecho, los ojos de Filemón y Ramirita se llenaron de lágrimas, y conforme el tiempo gozaron de una rebosante dignidad. Abandonaron al patrón Tomás.

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