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Las hay de distintos tipos. Están las financieras, fuente de muchas zozobras y adversidades y resultado de un tipo de práctica que se ha dado en llamar especulativa. Discurrimos, desde este punto de vista, sobre burbujas como la de los activos tóxicos, que explosionó en 2008, o la de las empresas “punto.com”, pero las hay más antiguas, y entre ellas se suele destacar la de los tulipanes, allá por el siglo XVII, que cumple con todos los requisitos propios del fenómeno.
El fenómeno de la globalización económica ha conseguido que todos los elementos racionales de la economía estén interrelacionados entre sí debido a la consolidación de los oligopolios, la convergencia tecnológica y los acuerdos tácitos corporativos, por lo que un hipotético estallido de la burbuja inmobiliaria china podría provocar un nuevo "crash" bursátil y una posterior contracción de la economía global que desembocaría en el peligroso escenario de estanflación secular.
La actual burbuja bursátil sería fruto de la euforia en Wall Street y por extrapolación del resto de los mercados bursátiles del mundo como resultado de las políticas monetarias de los principales bancos centrales del mundo que han inundado los mercados de liquidez con la esperanza de reactivar la economía después de la crisis de 2008, combinado con el hecho de que las inversiones en deuda soberana no aportaban ganancias.
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