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Escuché hace poco una charla del pensador Rafael Argullol sobre la compasión, un valor y virtud altamente necesarios para nuestro tiempo: se nutre de un profundo sentimiento de solidaridad y conexión con el sufrimiento del otro, y es uno de los pilares fundamentales sobre los que se edifica nuestra libertad como seres humanos.
Todos necesitamos el aire de la rectitud y de la clemencia para poder subsistir en un mundo que continua despojando a los pobres de sus derechos, que no se esfuerza en trabajar por las exigencias del bien colectivo, ni por activar los quehaceres de servicio, cultivando el raciocinio y ejercitando la ética.
Sé muy bien que este titular puede causar una cierta repulsa porque puede parecer sensacionalista. Y tal vez lo sea, pero créanme, no encuentro mejor manera para denunciar este dramático suceso. La gitanita, ¡ocho años, no se olvide!, estuvo agonizando durante más de 20 minutos porque la pesada puerta metálica le aplastó la columna vertebral. Murió de asfixia y hemorragia interna. Hasta aquí la noticia.
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