Todos los animales tienen en sí la compasión y tienen su propia sociedad y civilización, aunque el humano crea, a veces firmemente, la mayoría de las veces, que es el único, la guinda de la Creación y que los demás seres ni sienten ni padecen. Así nos va. Los animales nos dan ejemplo a diario a los humanos.

Detalle de fotografía de la investigación en la que un ratón intenta ayudar reanimando a su compañero que permanece inconsciente, tirándole de la lengua. Foto extraída de la original de Sun et alii, Science, 2025
Aun así, la investigación ahora se ha pronunciado para determinar que investigaciones recientes revelan que los ratones exhiben comportamientos prosociales sorprendentes al intentar reanimar a sus compañeros inconscientes.
En experimentos controlados, ratones conscientes fueron expuestos a compañeros anestesiados o inmóviles y se observó un patrón de conducta específico:
- Olfateo y acicalamiento: Al encontrar a un compañero caído, el ratón lo olfateaba y lo lamía.
- Manipulación de la lengua: Si no había respuesta, el ratón abría la boca del compañero y tiraba de su lengua, intentando despejar sus vías respiratorias.
Este comportamiento resultó ser efectivo, los ratones que recibieron atención despertaron y comenzaron a moverse más rápidamente que aquellos que no fueron asistidos.
Todo experimento con animales es una crueldad inherentemente, aunque aparentemente no haya daño alguno.
Cuando se introdujo, por parte del humano, de un objeto en la boca del ratón inmovilizado, el compañero consciente intentó retirarlo en el 80% de los casos, demostrando una clara intención de despejar las vías respiratorias.
Estos comportamientos lo que están demostrando es que los animales no humanos, como los sufridos ratones, tienen inteligencia y son capaces de llevar a la práctica sus pensamientos. Esto es algo que muchos humanos no pueden decir.
La preferencia por ayudar a compañeros familiares sugiere que estos comportamientos están profundamente arraigados en su biología social.
La activación de regiones cerebrales asociadas con la empatía y el comportamiento social, como la amígdala medial y el hipotálamo, junto con el aumento de oxitocina, refuerza la idea de que la asistencia a un compañero caído no es un simple reflejo, sino un comportamiento con raíces en su biología social.
Este hallazgo amplía nuestra comprensión sobre la cooperación y el altruismo en especies animales no humanas, sugiriendo que los impulsos de ayuda están más profundamente arraigados en los mamíferos de lo que se pensaba anteriormente. Esto no solamente se da en mamíferos, se da también en aves o en reptiles, en los seres vivos en general, pero la soberbia humana es tan grandilocuente que solo entiende y expresa falazmente su “superioridad”.
El experimento con estos ratones demuestra que no reaccionan solo ante un estímulo inmediato, sino que toman en cuenta factores más complejos, como la relación familiar con el compañero inconsciente o caído. Algo que no siempre el humano es capaz de hacer, la denegación de auxilio está penalizada y cuando algo se penaliza es porque con anterioridad se ha practicado con lamentables resultados.
Pero no solamente reaccionaban los ratones antes si el afectado era un familiar, también lo hacían si éste era un compañero de jaula habitual, en relación con individuos desconocidos. Está presente el concepto de amistad y la elección de familia no consanguínea.
El vínculo social juega un papel clave en la respuesta de ayuda, el estudio lo deja claro para el caso de animales no humanos. Los humanos deberían tomar ejemplo, se evitarían muchos desastres.
La urgencia por ayudar antes a individuos de su familia indica que los ratones no están respondiendo simplemente a un estímulo y a un reflejo, sino que evalúan la situación y actúan en consecuencia. Esto indica que la inteligencia entra en juego en ellos, la compasión, el afecto familiar o la amistad están presente en este experimento en los objetos directos del experimento: los ratones.
Los investigadores analizaron la actividad neuronal de estos ratones en la interacción con sus compañeros en estado de inconsciencia. Los resultados desvelaron que la amígdala medial y el hipotálamo, que son las zonas cerebrales relacionadas con la empatía y la conducta social, se activaron en los intentos de reanimación; y se observó también un incremento en los niveles de oxitocina, hormona clave en la formación de lazos sociales y también en el comportamiento de cuidado en mamíferos (pero los no mamíferos también presentan estos comportamientos). Esto refuerza la aseveración de que la asistencia a un compañero en problemas, inconsciente, enfermo, caído, no es un simple reflejo, sino que es un comportamiento con raíces en la biología social de los ratones.
La tendencia a ayudar a otros en situaciones de peligro podría haber surgido mucho antes en la evolución de los mamíferos de lo que hasta el momento se pensaba, es decir, de lo que ha podido demostrar la ciencia.
Anteriormente, se creía que las conductas de rescate y asistencia eran exclusivas de especies con cerebros más grandes y estructuras sociales complejas, como primates, delfines y elefantes. Si incluso los pequeños ratones exhiben este tipo de comportamientos, podría implicar que el instinto de ayudar a un compañero en apuros es una característica mucho más antigua y extendida en el reino animal de lo que la ciencia estaba dispuesta a admitir.
Además, el estudio plantea la cuestión de si el cerebro de los ratones reacciona de manera similar al nuestro ante una emergencia social. Esto podría ayudarnos a entender mejor la base biológica de la empatía y el comportamiento de ayuda en los humanos (donde no siempre se da, dicho sea de paso).
Los investigadores sugieren que estos hallazgos podrían tener implicaciones en el estudio de trastornos como el autismo o la alexitimia, condiciones en las que la capacidad de interpretar y responder a las emociones de los demás está alterada.
Comprender cómo el cerebro de los ratones procesa la angustia de un compañero podría arrojar luz sobre los mecanismos que subyacen a estas condiciones en los humanos. El error de todo esto es que se experimenta con animales no humanos unos comportamientos entendidos como “de humanos”. No se entiende el irrespeto por seres no humanos siendo que el objetivo último es mejorar las condiciones “humanas”.
Este hallazgo desafía la percepción que tienen muchos de que los ratones son criaturas simples y carentes de emociones complejas.
Su capacidad para responder a la angustia de un compañero y actuar en consecuencia sugiere que los instintos de ayuda y cooperación están más arraigados en la naturaleza de lo que pensábamos. Y superan a las que practican generalmente los humanos, que parece una especie disidente de la naturaleza y de la Creación, cada vez más, muy lamentablemente.
A medida que la ciencia sigue explorando los orígenes de la empatía y el comportamiento social, los pequeños roedores, según algunos científicos, podrían convertirse en una pieza clave para comprender cómo y por qué los mamíferos, incluidos los humanos, sienten la necesidad de ayudar a los demás, aunque esto no sea algo generalizado en la especie humana.
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