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Alguien dijo una vez que “hay palabras que hacen enfermar y se deben tratar con cuidado para no contagiar a otras personas”. Entonces es cuando viene la pregunta clave: ¿Somos culpables por acción o por ignorancia? Da igual. La responsabilidad está en transmitir y justificar el hecho porque sólo es juego social, sólo es humor, sólo es un chiste.
Hoy queremos invitarlos a reflexionar sobre un concepto que se defiende mucho, sobre todo discursivamente de la boca para afuera, pero que se comprende bastante poco, a saber, la idea de la meritocracia, según la cual el éxito siempre es producto exclusivo del esfuerzo individual.
En los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, y Lucas) hay imprecaciones contra los fariseos como hipócritas; pero también en el Evangelio de Juan vemos que son –excepto algunos como Nicodemo- la causa de la no aceptación y la muerte de Jesús. Esta visión a menudo negativa los describe como hipócritas y legalistas. Sin embargo, es importante considerar varios aspectos históricos y teológicos para tener una visión más completa y matizada de los fariseos.
Lo del “contexto” no deja de ser curioso. Que en la mayoría de las intervenciones de los políticos, politiquillos, politicastros, jerarcas del clero, etcétera y etcétera, la palabrita de marras, “contexto”, es como la panacea para aquellos que continuamente la argumentan; porque terminan no diciendo absolutamente nada de lo que en un principio se consideró como noticia reseñable.
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