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Hace ya bastante tiempo que las guerras han dejado de ser la “fórmula” de conseguir los objetivos. Las guerras, siempre y hoy día más, se han convertido en uno de los “sistemas” mejor considerados para equilibrar economías. Los enfrentamientos llevan tras de sí la humillación, el rencor, la envidia, el odio y la división. Nunca se entendieron bien las banderas de los triunfadores con los derrotados y posteriormente humillados.
Lo peor de las guerras no es que solo los muertos vean su final, sino que a veces el odio al inventado enemigo subsiste por generaciones, solo para encubrir las propias culpas. El rencor sobrevuela la memoria y conspira contra las verdades, recluyéndolas en una penumbra creada a veces por los mismos responsables de un enfrentamiento armado.
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