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El 20 de noviembre se cumplen 50 años de la muerte de Franco, uno de los pocos dictadores que murió en la cama. Y el gobierno de Pedro Sánchez ha decidido convocar varios actos para celebrar que hace medio siglo llegó la democracia a España. Solo el anuncio ya hizo alborotarse el corral de las derechas locales, porque, según el PP, con estos actos lo único que quiere el PSOE es distraer la atención del personal.
Hoy queremos invitarlos a reflexionar sobre un asunto que resuena en bastantes medios de comunicación en estos días, a saber, la posibilidad de un tiranicidio como modo de resistencia a un régimen autoritario que, al parecer, no encuentra límites contundentes ni dentro ni fuera de su territorio.
El Gobierno sirio ha sido derrocado y el dictador Bashar al-Assad ha huido a Moscú. Assad y —antes de él— su padre, Hafez al-Assad, gobernaron Siria con extrema brutalidad durante más de 50 años. Tras el derrocamiento del régimen a manos de varias facciones rebeldes, la secretaria general de Amnistía Internacional, Agnes Callamard, afirmó en un comunicado: “La población siria ha estado sometida a una larga lista de terribles violaciones contra los derechos humanos...".
A mediados de Octubre de 1998, una reducida comitiva de funcionarios y judiciales ingresaron a una clínica londinense para arrestar a un octogenario convaleciente de una cirugía allí internado. Cuando notificaron que el enfermo estaba bajo arresto, un guardaespaldas intentó reaccionar, pero un inspector de Scotland Yard lo desarmó en una fracción de segundo y sus subordinados lo inmovilizaron.
Creo que lleva toda la razón Don Pedro Sánchez. Los diccionarios recogen, en la primera acepción de esta frase, lo siguiente: Ser recordado [un acontecimiento, un hecho o una persona] por su gran importancia o por su carácter único. Más bien… por lo segundo. El Señor Sánchez es único e irrepetible. ¡Por cuántas cosas pasará a la historia!
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