El 20 de noviembre se cumplen 50 años de la muerte de Franco, uno de los pocos dictadores que murió en la cama. Y el gobierno de Pedro Sánchez ha decidido convocar varios actos para celebrar que hace medio siglo llegó la democracia a España. Solo el anuncio ya hizo alborotarse el corral de las derechas locales, porque, según el PP, con estos actos lo único que quiere el PSOE es distraer la atención del personal porque no se fijan en los “numerosos” casos de corrupción por los que, según Feijóo y los suyos, lleva transitando desde hace meses el partido dirigido por Pedro Sánchez. La derecha extrema y la extrema derecha nunca reconocen que Franco fue un dictador sanguinario que, para llegar al poder, no dudó en matar a aquellos de los suyos que podían hacerle sombra en un futuro. El actual Partido Popular tiene sus orígenes en aquellos “cinco magníficos” de las primeras elecciones en el verano de 1.977, todos ellos reconocidos dirigentes políticos franquistas con Manuel Fraga Iribarne a la cabeza. Se disfrazaron de liberales, pero bajo la piel de cordero del liberalismo siempre han llevado escondida la dura piel de lobo de la derecha más carpetovetónica, dispuesta, en defensa de la patria y sus prebendas, a echarse al monte en cualquier momento. Y la otra derecha, la ultra, tan sólo un apéndice del PP, representa el ala más franquista de la política española. Por tanto ni unos ni otros han condenado nunca, ni lo harán, en sede parlamentaria los crímenes del franquismo.
A algunos les produce urticaria tan sólo pensar en acudir a algunos de los actos programados por el Gobierno Sánchez para recordar que hace medio siglo la muerte de un hombre, un dictador sanguinario, abrió la puerta a la democracia. Al acto inaugural faltaron los representantes de la patronal, tendrán miedo que cuando mandan “suyos” les pasen cuentas para fraternizar con ”el enemigo”, tampoco acudió el Jefe de Estado, Felipe VI, que excusó su ausencia en un acto de entrega de cartas credenciales. Dice que en este tema está en sintonía con Pedro Sánchez y su Gobierno pero hemos sabido que en el discurso de la celebración de la Pascua Militar, dirigido a sus compañeros de armas, omitió un párrafo de condena al franquismo, texto que que durante un tiempo estuvo colgado en la web de la Casa Real. ¿Qué ocurrió? ¿Fue un borrador, como afirman desde Zarzuela o no quiso el rey reconocer públicamente que su reinado nació de la mano de la dictadura?
Después de la aprobación de la Constitución algunos políticos, bastantes, especialmente socialistas y “populares” se empeñaron y todavía se empeñan en vendernos una Transición modélica. Pero no fue tan modélica como quieren hacernos creer. ETA, las fuerzas de orden público y la extrema derecha siguieron matando mientras continuaron en sus puestos policías y jueces que habían sido fieles servidores de la dictadura. Hoy, hijos, nietos y allegados de aquellos jueces siguen perpetuando, desde las más altas instituciones judiciales, las mismas ideas a las que servían sus abuelos y padres. Aquí no hubo borrón y cuenta nueva, ni muerto el perro se acabó la rabia. Siguieron cortando el bacalao los mismos que antes mandaban, los policías de la Brigada Político Social, torturadores de “rojos”, estudiantes y de la clase obrera fueron amnistiados, incluso alguno se jubiló cobrando una pensión por las medallas concedidas, como el conocido como Bylly el Niño. Los franquistas jueces del T.O.P., en 24 horas pasaron a ser democráticos jueces en la Audiencia Nacional. Ni siquiera tuvieron que cambiar sus mesas de despacho, la AN ocupó los locales del T.O.P.
Y todos contentos porque, guste o no, los hechos han venido demostrando que, como dictaminó el viejo dictador, aquí todo había quedado “atado y bien atado”. Cincuenta años después de morir Franco el franquismo continúa paseándose por los hemiciclos de las instituciones, las togas de las cúpulas judiciales y, de tanto en tanto, entre algún que otro general “tronado” y jubilado. Y lo que es peor, entre los “licenciados” en barra de bar y algunos jóvenes que, sin haber conocido los grises y siniestros tiempos de la dictadura, los añoran. La verdad es que recordando aquellas inmensas colas de ciudadanos que en Madrid rendían honores ante el cadáver del dictador me viene a la mente una frase leída hace unos días: “los franquistas pasivos fueron muchos”.
Con la democracia llegó una Constitución que aprovecharon para colarnos un rey sin que nadie nos preguntara si queríamos una monarquía hereditaria o una República en la que con los votos poder cambiar al presidente. Constitución que ha quedado obsoleta y que, ya se encargaron sus redactores de ello, es muy difícil modificar, especialmente en algunos aspectos de suma importancia. Una Constitución que los poderes del Estado son los primeros en incumplir, especialmente en el articulado que se refiere a algunos de los derechos de los españoles, como son el derecho a un trabajo y una vivienda digna. Una constitución que impide la alianza entre CC.AA. vecinas, prohibición que se redactó a instancia de Abril Martorell para impedir una hipotética unión de Catalunya, el País Valencià y las Baleares, es decir que la sola mención de la posibilidad de una unión política de los Països Catalans ya olía a cuerno quemado en las pituitarias de la derecha, el socialismo felipista y el comunismo carrillista. Y lo que es más importante, una Constitución en la que se encarga a los militares la defensa de la sagrada Patria. O sea el “atado y bien atado” del que hablaba el viejo sanguinario que cada día nos vigilaba atentamente desde las monedas de curso legal y los sellos de correos.
Celebremos con alegría que hace medio siglo murió, en la cama, no lo olvidemos, un dictador que durante años ordenó sojuzgar al pueblo. Lo de la llegada de la democracia mejor lo dejamos para más adelante ya que tardó en llegar, y todavía parece que no ha acabado de hacerlo. Un país donde la cúpula judicial se niega a aplicar las leyes que emanan del legislativo porqué no les gustan, un país donde un delincuente fiscal confeso se atreve a denunciar ante la Justicia, mediante subterfugios legales y engaños, al Fiscal General del Estado, un país donde hay jueces que acusan basándose en simples recortes de prensa, y un país en el que todavía existen exiliados políticos por sus ideas es un país con una democracia que cojea. Una democracia que, a pesar de sus años, todavía lleva pantalones cortos.
|