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El 20 de noviembre se cumplen 50 años de la muerte de Franco, uno de los pocos dictadores que murió en la cama. Y el gobierno de Pedro Sánchez ha decidido convocar varios actos para celebrar que hace medio siglo llegó la democracia a España. Solo el anuncio ya hizo alborotarse el corral de las derechas locales, porque, según el PP, con estos actos lo único que quiere el PSOE es distraer la atención del personal.
Somos aún millones de españoles los que nacimos y vivimos durante el régimen de Franco: estudiamos, trabajamos y nos educamos para desarrollar y enriquecer a una España con la sola pretensión de disfrutar de la paz y convivencia que nos ha garantizado, hasta hoy, la Constitución de 1978.
‘Es importante asumir nuestra propia historia, solo así podremos aprender a conformar activamente la democracia’. La frase, de Ángela Merkel, es conocida. La dijo al comienzo de una carrera política que la llevó, desde el este alemán a la cancillería de su país y a la vanguardia de Europa.
Pedro Sánchez Pérez-Castejón, no contento con la profanación y caprichoso destino que en octubre de 2019 dio al ataúd del general Franco, con profusa publicidad en contra de lo prometido, ha decidido (para intentar tapar sus innumerables vergüenzas) volver sobre el mismo personaje, pretendiendo anular el multitudinario acuerdo de todos los españoles que votamos con un porcentaje del 87,87% la aprobación de la Constitución de 1978, con el deseo de vivir en paz.
Que un mentiroso quiera cerrar un año y abrir otro, quizas peor, recordando la muerte de un señor llamado Francisco Franco, militar defensor, en su momento, de la legitimidad, por orden de sus superiores, transformado, más tarde, en “atípico dictador”, por las circunstancias derivadas de una Guerra Civil fratricida, es, como mínimo, “sorprendente”, por no decir que es un “sistema de hipocresía barata y populista”.
El pasado 7 de noviembre se cumplieron 50 años de la constitución de la Asamblea de Cataluña. También era domingo, como ha pasado este año, y en la Iglesia de San Agustín en pleno barrio del Raval de Barcelona los habituales de la misa de doce miraban con extrañeza cómo aquel domingo el número de asistentes al oficio dominical había aumentado con unos feligreses distintos de los habituales a la misa del mediodía y totalmente desconocidos en el barrio.
Hagamos un ejercicio memorístico: “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado”. “Esperemos que no haya transmisión local. Si la hay será muy local y muy controlada”. “Parece que la epidemia tiene posibilidades de empezar a remitir” (en ese momento ya se había disparado de forma descontrolada). “Va a ser sólo unos días, de verdad, no es tan grande”.
Muchos, en España, recordamos la llegada de los tecnócratas en tiempos del gobierno del general Franco y lo que supuso para España el cambio de rumbo que supieron darle a nuestra economía y lo que representó para el país que hubiera un equipo económico solvente capaz de corregir las evidentes equivocaciones de los políticos de aquella época.
No dejamos de asombrarnos de sentirnos agredidos y de maravillarnos de la capacidad del señor Quim Torra de tergiversar los hechos, de confundir los conceptos, de prescindir de las leyes por las que se rige un Estado de Derecho y de anteponer un fanatismo desquiciado y neurótico al sentido común.
El dispositivo organizado por el Gobierno de España para la exhumación e inhumación de los restos de Francisco Franco es, desde el punto de vista del protocolo, de carácter oficial.
Ya me estaba olvidando, como suelo hacer con aquellos temas que ya no me interesan, de su machacona, cansina y poco estimulante verborrea, señor Padilla ¿o, puede que lo que escribe sea también poesía, distinguido adversario? Es cierto que, pensando que ya nos habíamos dicho lo que nos teníamos que decir, constatando que cada uno de nosotros vive en los polos opuestos y antagónicos de la sociedad.
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