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Entre Franco y Sánchez

Lo que es injusto e inmoral es atribuir a su muerte el inicio de nuestras libertades, porque con ello se trata de tergiversar engañosamente la historia
Jorge Hernández Mollar
viernes, 10 de enero de 2025, 09:10 h (CET)

Somos aún millones de españoles los que nacimos y vivimos durante el régimen de Franco: estudiamos, trabajamos y nos educamos para desarrollar y enriquecer a una España con la sola pretensión de disfrutar de la paz y convivencia que nos ha garantizado, hasta hoy, la Constitución de 1978. ¿Acaso no es cierto que durante esa etapa de nuestra historia, se inició nuestro desarrollo turístico, se construyeron viviendas de protección oficial, se levantaron pantanos, se desarrolló el sistema de Seguridad Social, se edificaron grandes hospitales o se construyeron también autovías, puertos y aeropuertos? ¿Por qué ocultar esto a las generaciones de hoy?


¿Dónde estuvo el PSOE durante la dictadura? Solo un comunista y sindicalista como Marcelino Camacho y otro socialista y sindicalista como Nicolás Redondo Urbina dieron la cara y sufrieron la cárcel y persecución por su lucha en favor de los trabajadores. ¿Acaso pretenden borrar de nuestra memoria los horribles crímenes cometidos contra miles de eclesiásticos, religiosos y ciudadanos en pueblos y ciudades de toda España, al grito del revolucionario y guerracivilista Largo Caballero, abanderado de la represión republicana de aquellos años?. Por mucho que lo pretendan, lo que no pueden ocultar es que mucho más próxima y cercana que la etapa franquista, fue la lucha contra la banda terrorista ETA, que causó más de ochocientos asesinatos y miles de víctimas en plena democracia. Lo que sí es una aberración política y moral es que hoy decidan el destino de España quienes son sus enemigos y verdugos, y que lo hagan además con el aplauso y el beneplácito de quienes dicen representar al pueblo español en las Cortes, manchando y vilipendiando la memoria de las víctimas.


Lo que sí es cierto es que nunca el pueblo español podrá pagar la deuda de la que son acreedores tantos cientos de miles de hombres y mujeres, por el impresionante sacrificio que sus padres y abuelos se vieron obligados a hacer para sobrevivir a la miseria y pobreza de una Nación destrozada por la incomprensión y el odio. Nuestros emigrantes que se dispersaron principalmente por América y Europa fueron los auténticos héroes que alimentaron con sus ahorros y remesas de dinero a una España que una vez más exigía un doloroso sacrificio a sus hijos para que cooperaran en su desarrollo. No se nos olvide que fuimos una España emigrante que hoy se siente inmersa en un incierto debate ante una inmigración que supera sus propias capacidades de acogida…

La muerte del dictador permitió después transitar hacia la democracia que se consagró con la Constitución de 1978, lo que supuso uno de los períodos más brillantes y sorprendentes de nuestra historia. España se fundió en un abrazo de perdón y olvido. Los españoles organizamos a través de los partidos políticos nuestra participación en la gobernanza del Estado y de sus instituciones y los aires de libertad regresaron a la prensa, radio o televisión. Lo que es injusto e inmoral es atribuir a la muerte de Franco el inicio de nuestras libertades porque con ello se trata de tergiversar engañosamente la historia. La verdadera causa de la transición a la democracia no fué otra que la “reconciliación” y el “reconocimiento” de los graves errores que se cometieron durante la República entre las partes enfrentadas de uno y otro signo y que desembocaron en la cruel guerra fratricida. Los españoles de bien no nos merecemos este retroceso hacia nuestro pasado más humillante, para tapar las vergüenzas que hoy agobian al actual Gobierno de Pedro Sánchez.


Las generaciones de este siglo XXI son hijas de internet, de la globalización, de la solidaridad ante la desgracia, la pobreza, la miseria; de los grandes avances tecnológicos o de la lucha contra la delincuencia que nos invade a través de la droga, la explotación infantil y sexual o la trata de seres humanos. Nuestros jóvenes se angustian por la precariedad en el trabajo o la impotencia de no poder acceder a una vivienda y vivir en libertad su independencia personal. ¿Que se les está ofreciendo con este aquelarre ideológico para celebrar la muerte de Franco con un gasto indecente y millonario? ¿Qué pensarán los damnificados y víctimas de la Dana? ¿Se celebrará algún acto sobre Franco en Valencia o en Paiporta, Sr. Sánchez?


Los jóvenes de hoy se sienten muy insensibles e incluso desgraciadamente desconocedores de los motivos reales de aquella guerra. Es injusto e inmoral tratar de adoctrinarlos, “fabricando” con recursos públicos de todos los españoles, una visión revisionista y parcial de la historia, con el objeto de despertar en ellos sentimientos de animadversión hacia una parte de la sociedad que no comulgamos de la delirante manipulación y abuso de poder con la que el actual gobierno de Sánchez y sus compañeros de viaje, están contaminando y manchando el prestigio y el normal funcionamiento de nuestras instituciones democráticas.


Este innoble proceder de Sánchez y sus aplaudidores y “colaboradores públicos o privados” no está lejos de la actitud destructiva de la que ya alentaba Juan Pablo II: “El progreso humano que es un gran bien, lleva en sí mismo el peligro de una grave tentación, pues una vez turbada la jerarquía de valores y mezclado el bien con el mal, no le queda al hombre o al grupo más que el interés propio, excluido el de los demás. Con eso el mundo deja de ser ámbito de una auténtica fraternidad, mientras el creciente poder del hombre amenaza, por otro lado, con destruir el mismo género humano”.

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