Cuando Zapatero dejó de proteger a unos cuantos de “su club de la ceja” ocurrieron cosas como que Joaquín Sabina –ese cantante rojo confeso y vividor fiel y multimillonario que ningún padre querría para su hija– estuvo en el punto de mira de Hacienda por un presunto fraude fiscal. «¿Tú también?», se preguntó en ese momento la izquierda progre. Y no sólo él, también estuvieron señalados otros como Serrat, J.J. Vázquez o Bardem... Sí, esos otros que tienen mucha solidaridad de pico pero que a la hora de contribuir con su dinero quieren que paguen otros, es decir, que tampoco se escapan de una inspección por acordarse más del Estado al buscar subvenciones o pedir bajadas del IVA. Hace mucho tiempo que la Agencia Tributaria se fijó en actores, cantantes y deportistas que trabajan aquí y tributan allá, cosa que siempre han pretendido los comunistas. Lo explico vehementemente: toda esta chusma de izquierdas disfruta de grandes cuentas corrientes sin tributar como todo hijo de vecino. Cuando una persona de derechas defrauda o se las ingenia para pagar menos, entonces los progres claman contra los ricos y los fachas capitalistas, pero si es un artista de izquierdas el que pudiera ser el estafador, Hacienda es mala o consideran eso una persecución.
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