El pasado 7 de noviembre se cumplieron 50 años de la constitución de la Assemblea de Catalunya. También era domingo, como ha pasado este año, y en la Iglesia de San Agustín en pleno barrio del Raval de Barcelona los habituales de la misa de doce miraban con extrañeza cómo aquel domingo el número de asistentes al oficio dominical había aumentado con unos feligreses distintos de los habituales a la misa del mediodía y totalmente desconocidos en el barrio.
Los convocados, en secreto, aprovecharon la entrada de los fieles habituales a la iglesia para introducirse en el interior del templo donde iba a tener lugar la constitución de la Assemblea de Catalunya, organismo unitario político, social y cultural para encauzar la lucha de Catalunya contra el franquismo que, por aquel entonces, parecía que comenzaba a dar sus últimos coletazos, aunque ahora hemos visto que cincuenta años después de aquel 7 de Noviembre de 1971 el franquismo sociológico goza de buena salud en España y ha conseguido entrar, ya sin disfrazarse con las vestimentas del Partido Popular, en las instituciones de la mano de un partido que muestra, sin vergüenza alguna, su clara ideología fascista.
La importancia de la Assemblea de Catalunya radicó en el amplio abanico de ideologías, organizaciones sociales y componentes de la cultura que la integraron. Hicieron cierto ese refrán que dice “la unión hace la fuerza” porque en aquellos momentos eran muchos los que desde diversas trincheras tenían un enemigo común: el dictador Francisco Franco, que llevaba 32 años en el poder sin permitir ni un atisbo de libertades, encarcelando a disidentes de cualquier clase. Por aquellos días la política todavía no se había convertido en una profesión, como hoy lo es para algunos que han hecho de ella un cómodo trabajo para toda la vida. Ejercer la política contra el régimen era el camino más corto para llegar a la tortura en las comisarias y a la cárcel. Pero fueron muchos los que se la jugaron y pasaron penalidades para que, una vez muerto el dictador, la democracia llegara a España, aunque hubiera que tragar muchos sapos, aceptar un rey una amnistía en la que se perdonó a los torturadores policiales que ejercieron durante el franquismo. Muchos de estos luchadores estuvieron aquel 7 de Noviembre de 1971 en la parroquia de San Agustín del Raval barcelonés.
Unos meses antes, el 23 de Mayo, en la parroquia de Cristo Rey en el barrio de La Sagrera, iba a constituirse la Assemblea, pero el acto fue abortado por la policía gracias al pinchazo de algunos teléfonos. Pero la reunión en San Agustín contó con un improvisado mediador para evitar la presencia policial, además de con un inmejorable equipo de seguridad para que nada saliera mal. Aquel día el entonces Príncipe de Asturias, actual rey fugado en Dubai, visitaba Barcelona, y la mayoría de fuerzas policiales habían sido destinadas a su protección por lo que la Assemblea de Catalunya se pudo constituir sin visitantes imprevistos. La policía se enteró más tarde de la reunión y procedió a detener y multar a algunos de los participantes.
En aquella reunión se aprobaron los cuatro puntos esenciales para llevar adelante las reivindicaciones políticas. Puntos que, ahora, cincuenta años después y desde Catalunya todavía es necesario reivindicar en más de una ocasión. El borrador de esta declaración fue escrito por Gutiérrez Díaz “El Guti”, dirigente del PSUC y por el socialista Francesc Vila-Abadal. Finalmente los puntos aprobados fueron los siguientes:
Primero.- Reivindicación de las libertades sociales y políticas. Segundo.- Amnistía para políticos y exiliados. Tercero.- Restablecimiento del Estatut de 1932 como paso previo para la autodeterminación. Cuarto.- Coordinar las acciones con las organizaciones políticas de los pueblos del Estado español.
Hoy, cincuenta años después, muerto el dictador pero no el franquismo, las libertades sociales y políticas se ven amenazadas cada día por la llamada “ley mordaza”, una ley impuesta por el Partido Popular de Rajoy pero que el Gobierno, dicen que más progresista de la historia de España, de Pedro Sánchez todavía no se ha atrevido a derogar.
Hace cincuenta años ya se pedía amnistía para políticos y exiliados, más o menos como hoy cuando en Catalunya hay más de mil ciudadanos imputados simplemente con unos atentados de la Guardia Civil que, muchas veces, son llenos de falsedades, cuando en Catalunya hasta el pasado verano ha habido presos políticos condenados por unos magistrados a los que los tribunales europeos volverán a corregir. En el tercer punto ya se hablaba del derecho a la autodeterminación, ahora mismo en tierras catalanas hay un Estatut disminuido por el Tribunal Constitucional y del que un socialista que toda la vida ha vivido de la política, Alfonso Guerra, presumía haberlo “cepillado”.
Hoy cincuenta años después todavía hemos de ir reivindicando las viejas consignas de “llibertat i amnistía”, del Estatut d’Autonomia ya hemos pasado página. Nos dicen que hay que dialogar, y yo creo en el diálogo. Pero para dialogar hace falta un mínimo de dos partes, y los últimos hechos me demuestran que por parte del Gobierno español es nula la voluntad de diálogo.
El cantante Javier Krahe en su tema “Cuervo Ingenuo” decía a Felipe González aquello de “hombre blanco hablar con lengua de serpiente”, al paso que vamos nosotros tendremos que resucitar la canción para decir lo mismo a Pedro Sánchez a quien hay que decirle que ya queda muy poco tabaco en la pipa de la paz y el diálogo porque lo ha estado desperdiciando.
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