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Hace ya un tiempo, intercambiando unas palabras e impresiones con un conocido que pertenece al sector separatista catalán, llegué a plantearle la siguiente cuestión: ¿Por qué a mí, catalán y constitucionalista español, me consideráis menos catalán que vosotros? Ser español, no es ser menos catalán, y menos eso que nos llamáis: catalanes de segunda.
El Circuit Calafat celebró el pasado viernes un evento emblemático para clausurar el 50º aniversario de su inauguración. La ceremonia contó con la participación de destacadas personalidades del mundo del motor, representantes institucionales y miembros de la comunidad local.
Entre convivencia e independencia, el PSOE y su vertiente catalana, el PSC, eligieron hace ya tiempo la independencia. Pedro Sánchez no quiere hablar de independencia, pero acepta al independentismo (el juego del ahorcado), y no se ha dado cuenta nunca de que ese juego no es posible, ni ético, ni legítimo.
Junts necesita atraer los focos. Es la segunda fuerza en el Parlament y mejoró ligeramente resultados en las elecciones del pasado mes de mayo, pero prácticamente no toca poder en Catalunya. Entre las veinte poblaciones con mayor número de habitantes, sólo tiene una alcaldía, la de Sant Cugat, que es el doceavo municipio catalán.
El 25 de Julio de hace diez años, en una fecha tan catalana como el día de Sant Jaume, Jordi Pujol, el hombre que durante más de 20 años dirigió con puño de hierro los destinos de Catalunya, con su lema del “peix al cove”, durante los largos años de su mandato pactó a una lado y otro del espectro político consiguiendo siempre, según su punto de vista, ventajas para Catalunya.
Tan poca es la transparencia del Gobierno, y tan despreocupado está por las cuestiones que interesan a la ciudadanía, que han pasado varias semanas desde que acordaron el PSC y ERC la investidura de Salvador Illa, pero no se han dignado en explicarnos con eficacia y eficiencia si lo de Cataluña es un concierto, un acuerdo, un convenio o la asignación de un cupo. Yo me inclino por esto último, aunque la ministra de Hacienda lo disfrace de bailarina, en vez de hacerlo de bandolero ladrón.
Los votos y el apoyo a la formación política Junts per Catalunya son los votos del espanto, y la triste realidad es que muchos catalanes compran sus mentiras. Los catalanes ya sabemos cómo gobiernan estos de Puigdemont y compañía, pero por lo visto hay personas que les gusta ser engañados.
La baja tasa de natalidad en España es una preocupación que afecta a la sostenibilidad demográfica y económica del país. Según datos del INE, en 2021 la tasa de natalidad fue de 7,6 nacimientos por cada 1.000 habitantes, una de las más bajas de la UE. Esta tendencia descendente ha llevado a una disminución de la población activa y a un envejecimiento progresivo de la sociedad, lo que pone en peligro el sistema de pensiones y otros servicios sociales esenciales.
Cataluña formaba parte del Reino de Aragón en la Edad Media. El condado de Barcelona se unió al Reino de Aragón en 1137 mediante el matrimonio de Ramón Berenguer, conde de Barcelona y Petronila de Aragón. Con el tiempo, Cataluña fue desarrollando una identidad cultural y política propia dentro de la Corona de Aragón, pero siempre estuvo vinculada a la monarquía aragonesa y posteriormente a la monarquía española, tras la unión de los Reyes Católicos en 1469.
Contra los agoreros que desde hace un tiempo vienen proclamando la muerte del independentismo o su domesticación, como hacen Pedro Sánchez y sus ministros, la celebración el pasado miércoles, una vez más, de la Diada de Catalunya sirvió para acallar a aquellos que llevan un tiempo entonando música de réquiem por el independentismo.
El curso político empieza casi como terminó, desde tierra, mar y aire las dos derechas, el Partido Popular y la otra, los ultras de Vox, atacando a Catalunya, su obsesión y también la de unos cuantos barones socialistas, que, a mi juicio, han equivocado su espacio en el espectro político y en lugar de estar en el centro izquierda deberían militar en la derecha pura y dura.
“Hay que levantar un muro contra la insolidaridad, la desigualdad y los privilegios de la financiación singular para Catalunya”. Estas han sido las palabras de Carlos Mazón, presidente del País Valencià en el programa Espejo Público. Desde la firma entre el PSOE y ERC de un acuerdo para el financiamiento singular de Catalunya, a cambio de los votos favorables de ERC a la investidura de Salvador Illa como president de la Generalitat.
La actualidad manda, y aquí en Cataluña, de norte a sur, es inevitable escuchar conversaciones, estés donde estés, sobre la situación política que se vive hoy día. Como digo, escucho conversaciones del sector secesionista que verdaderamente te dejan estupefacto. Hace unos días escuché que existió el «Reino de Catalunya», y yo me pregunté: ¿cómo? ¿cuándo?
El calendario político catalán, desde hace unos días, ya tiene una fecha más marcada en rojo. A las del 1-O, día del referéndum, 3-O, cuando el rey con su discurso del ‘a por ellos” se enfrentó a más de dos millones de catalanes tomando partido por los contrarios a un referéndum libre y pacífico, y el 12-M, últimas elecciones al Parlament, cabe añadir ahora la del 8-A.
Durante los años álgidos del Procés, Cataluña se dividió en dos mitades: los que estaban a favor de la independencia y los que estaban en contra. La polarización a la que condujo el escenario vivido esos años supuso la desaparición provisional del amplio espacio intermedio, en el que, con diferentes sensibilidades, se mueve la mayoría de la población catalana.
Hoy quiero hablaros del payaso, cobarde y defenestrado Carlos Puigdemont. Hace un par de días lo vi claramente por televisión; no recuerdo en qué cadena. Quiso dar testimonio visual de que había regresado a su ilegal refugio de Waterloo, después de jugar un ratito al gato y al ratón con la canalla catalana lamiéndole sus miserias separatistas; y la rotunda complicidad delictiva de unos componentes de los “mozos de cuadra”, que muy pronto serán condecorados debidamente.
Como siempre que escribo sobre Cataluña y/o los catalanes, trato de ser justo, riguroso y objetivo; por ello nunca se me olvida destacar que en aquella región hay muchísima gente con los mismos sentimientos que en el resto de España respecto a la unidad, solidaridad y la igualdad de todos los españoles.
¡No se pueden imaginar lo difícil que es ser del RCD Espanyol de Barcelona en Cataluña! Lo llevo comprobando desde muy joven, desde que asistía a ver los partidos de mi Espanyol en el viejo Estadio de Sarrià. Sí, es difícil ser del Espanyol, y es que al que llaman club grande -para mí es ínfimo-, el FC Barcelona, tiene monopolizado el tema futbolístico.
Ayer escribí un artículo sobre las consecuencias económicas que, a mi juicio, se pueden derivar de la puesta en práctica del acuerdo al que han llegado el gobierno, el PSOE o el PSC, no se sabe bien, con Esquerra Republicana. Creo que utilicé argumentos objetivos, puesto que estaban basados en lo que sabemos que ha ocurrido en otras experiencias en las que se ha hecho lo mismo.
Hace décadas surgió un entramado colectivo en Euskadi que se dedicaba a la violencia callejera. A estos grupos se les denominó “kale borroka”, ya que sembraban el pánico por allá donde ejecutaban sus horrendas acciones. Es inevitable, desde 2017, comparar a la “kale borroka” vasca con los CDR (Comités de Defensa de la República) que camparon a sus anchas por territorio catalán cuando el golpista y fugado Puigdemont huyó como un cobarde.
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